
Esta foto es una maravilla. A la izquierda, Boris Karloff explicándole algo al genuino Peter Bogdanovich, que como algunos saben por aquí, es (de forma inexplicable) uno de mis ídolos. Lo que nadie intuía es que al actor le quedan muy pocas semanas de vida y que esa peliculita que estaban haciendo se iba a convertir en todo un clásico: Targets.
El productor y director Roger Corman quiso que Bogdanovich utilizara dos días de rodaje que Karloff le debía para hacer una película (y utilizando algo del metraje de The Terror). Corman estaba acostumbrado a utilizar actores, decorados, trozos, lo-que-sea, para hacer una película y estaba convencido de que con un trozo de The Terror y el actor un par de días, Bogdanovich podía hacer algo digno.
Y pasó lo que pasó, que Bogdanovich le dio la vuelta a la tortilla e hizo una película que narraba la historia de un actor llamado Byron Orlock, supuesto maestro del terror, que acaba de terminar de rodar una película (y ahí es cuando salen las imágenes de The Terror) y se quiere retirar del mundo del cine. Es evidente que Orlock es el mismo Karloff personificado.
Me encanta cuando, en la historia de la película, comenta con su amigo y director de cine, Sam (personificado por el mismo Bogdanovich) la película Código Criminal que están viendo por la tele, dirigida por Hawks y que fue el primer papel realmente importante de Karloff.
Y en el equipo de rodaje de Targets, el omnipresente Frank Marshall, tan asociado al nombre de Spielberg (aunque debería estar más asociado al nombre de Bogdanovich), que incluso hace un papel, y en la edición de sonido, la magnífica Verna Fields, montadora de cine que, en pocos años alcanzaría el cielo con el montaje de Tiburón (Jaws).
Un último dato de esta genial película: siempre me ha parecido que Bogdanovich es un narrador admirable (no sólo es mi ídolo por sus libros): cuenta las cosas con elegancia y directo, sin florituras. Por decirlo de alguna forma, lenguaje cinematográfico elemental pero al mismo tiempo, lenguaje cinematográfico pulidísimo.
Como muestra, esta maravillosa escena en la que el actor prepara, sentado junto a Bogdanovich, su aparición en vivo en un autocine. Karloff decide que lo mejor es contar una pequeña historia de terror y cuenta aquello de Samarra y la muerte:
"El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
-Señor -dice- he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra la Muerte en el mercado.
-Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza -dice.
-No era de amenaza -responde la Muerte- sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, donde esta misma tarde tengo que recogerlo..."
Atención no sólo en el magnífico Karloff sino en la forma de narrar la secuencia: planos fijos a ambas parejas hasta que el actor comienza a contar la historia, momento en el que comienza un bonito travelling que pasa por delante de la cara del actor (que incluso, por un par de segundos, cruza su mirada con el objetivo de la cámara). Bufff.... puro cine.
ACTUALIZACIÓN: Esta tarde, al llegar a casa, he decidido leer una parte del libro de Bogdanovich, "Las estrellas de Hollywood", en el que habla sobre su relación con Karloff. Justo cuando terminan de rodar la secuencia de la que hemos hablado, dice textualmente:
"De repente, el equipo empezó a aplaudir de manera espontánea (algo que rara vez suele pasar), y pude ver cómo a Boris le conmovía aquella reacción, absolutamente sincera. Le di las gracias efusivamente y él pareció halagado. Un poco más tarde, me acerqué a Evie (su mujer, aclaro yo), que estaba secándose las lágrimas y con los ojos todavía húmedos. "¿Sabes cuánto tiempo hacía", dijo, "que un equipo no aplaudía a Boris?""
Adoro los libros de Bogdanovich.
"De repente, el equipo empezó a aplaudir de manera espontánea (algo que rara vez suele pasar), y pude ver cómo a Boris le conmovía aquella reacción, absolutamente sincera. Le di las gracias efusivamente y él pareció halagado. Un poco más tarde, me acerqué a Evie (su mujer, aclaro yo), que estaba secándose las lágrimas y con los ojos todavía húmedos. "¿Sabes cuánto tiempo hacía", dijo, "que un equipo no aplaudía a Boris?""
Adoro los libros de Bogdanovich.