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Una preciosidad de cartel |
Hemos amanecido con la noticia de que Disney ha comprado el Imperio Galáctico por más de 3.000 millones de dólares. Incalculable en pesetas. La noticia es una bomba friki que se expande a velocidad de vértigo. Posibles historias, posibles directores y posibles músicos pueblan mi cabeza desde primera hora. Pero Disney lo tiene claro: la saga continúa con un primer estreno programado en 2015.
Lucas se embolsa un buen dinero para su papada y es muy, muy probable que cualquier cosa que hagan, supere con creces el trabajo de Lucas para el Episodio I y el Episodio II. Ya es hora de buscar nuevos horizontes galácticos y dejar a los Skywalker en paz.
En otro orden de cosas, ayer, con la ayuda del viento y de la tormenta, me metí de lleno en The Cabin in the Woods, una película de terror producida por Whedon que no se ha estrenado a este lado del Atlántico y que en breve dará su salto directo a DVD (si no lo ha hecho ya). Lamento esta patética política de distribución que anima a la piratería y al saqueo.
En otro orden de cosas, ayer, con la ayuda del viento y de la tormenta, me metí de lleno en The Cabin in the Woods, una película de terror producida por Whedon que no se ha estrenado a este lado del Atlántico y que en breve dará su salto directo a DVD (si no lo ha hecho ya). Lamento esta patética política de distribución que anima a la piratería y al saqueo.
The Cabin NO es una película grandiosa pero es muy, muy original. Junta todos los tópicos y no da miedo en absoluto, pero engancha. Y engancha muy bien. La trama está lejos de ser la que parece: unos jóvenes que se reúnen en una cabaña para ser mutilados poco a poco. Aquí hay mucho más, pero hasta aquí puedo leer.
Hay unas cuantas sorpresas, giros y tres pies al gato. Y sabiendo todo eso, aún sorprende, sobre todo por la aparición de esa gran actriz de la que no puedo hablar. Y lo aviso desde ya para los amantes de Halloween: ni da miedo ni es buenísima. Pero hay que verla. Y si te guste el cine de terror, podrás identificar muchos, muchos elementos.
En el caso de Looper, es más o menos lo que esperaba tras su magnífica acogida en Estados Unidos: una película fantástica a la que le falta muy poquito para ser una obra maestra del género. Creo que está lastrada por un pequeño problema de ritmo en el último tercio. Pero tiene los ingredientes para salir del cine dando saltos de alegría por devolvernos la ilusión en un género tan complejo como la ciencia-ficción de viajes temporales.
Los Looper son asesinos a sueldo. La única diferencia es que matan a personas del futuro. La mafia, dentro de unos años, no podrá deshacerse de los cuerpos, por lo que mandan sus víctimas al pasado y el Looper solo tiene que esperar en un momento y sitio concreto para disparar. Todo normal hasta que un Looper se da cuenta de que tiene que disparar sobre si mismo: la persona que le aparece delante es él con 30 años más.
Gordon Levitt vale la película. Su encarnación de un Bruce Willis joven es brillante: gestos, miradas y modulación de voz. Y la trama encaja perfectamente, aunque el espectador está obligado a pensar, a situar los tiempos, a diseccionar la película... ¿Hace cuánto tiempo que no hacíamos eso? Y no quiero nombrar a Emily Blunt, que siempre es... ufff.
Y si me permiten un final feliz (europeo, no chino): la última temporada de Fringe es revolucionaria, magnífica, acompasada (que no se qué significa con respecto a la imagen pero queda muy bien). Unos pocos capítulos más con este tono y se convertirá de lleno en mi serie favorita. Se dice pronto.