
Ayer recibí el típico certificado de correos para ir a buscar un paquete. Tengo pendiente un par de cosas de Amazon por lo que no me sorprendí en absoluto. La sorpresa es recibir algo que no has comprado. Dicho de otra forma: recibir un regalo inesperado.
Y ha sido alguien que lee este blog. Uno de ustedes. Tengo ciertas sospechas que hoy voy a investigar. Cuando escribí, en febrero, el post de José María Pou, literalmente puse: "Me quedo con la ilusión de que, algún día, ese libro de Lloyd Webber y Sondheim que tiene en una de las estanterías, será mío."
Y ya es mío porque uno de ustedes me lo ha enviado. Sé que vives en Alboraya (Valencia) y tienes un apartado de correos, que tonto de mí, no conservo porque estaba tan alucinado con el libro, que si darme cuenta tiré el sobre.
Y todo esto me lleva a una reflexión: muchas veces ni siquiera pienso en que estas líneas se pueden leer. Escribo porque es una forma de conservar recuerdos e incluso, a veces releo cosas que he escrito de películas que ya ni me suenan.
Tengo claro que hay cosas de este blog, sobre todo de los dos primeros años, que están bien. Otras, las más recientes, no tienen color ni interés. Supongo que es una cuestión de tiempo libre. Y siempre me olvido que tengo amigos ahí fuera que leen estas líneas, otros que no son amigos personales pero que lo conozco bien por sus comentarios...
Y hoy, después de casi un año sin visitar el Analitycs de Google, me doy cuenta de que tengo una media de 200 visitas diarias. Ni yo mismo me creo este número.
Muchas gracias a todos, y sobre todo, al anónimo que me ha mandado este libro. Estoy alucinando, pero feliz y contento. Si uno escribe una frase en la que expresa su deseo por un libro y a las dos meses lo recibe, me hace pensar que cuando escribo sobre una buena experiencia cinematográfica, alguien puede decidir que vale la pena ir al cine por ese comentario. Sólo por esas pequeñas cosas, tiene sentido darle al teclado de vez en cuando.
Este fin de semana, lectura en casa.