20 enero, 2014

Y llegó Scorsese


Tras los problemas de distribuidora que hace casi imposible ver la película en sala grande, por fin, pude ver la nueva película de Martin Scorsese.

Cuando parecía que el dúo De Niro-Scorsese iba a ser irrepetible, debo confesar mi particular adicción a Leonardo DiCaprio, que es uno de los mejores actores que mis ojos han visto en una pantalla de cine.

Creo que un actor se define tanto por su forma de actuar como por la forma de escoger sus películas, de dirigir su carrera. Y son muy poquitos (y mucho mayores que él) los que tienen una filmografía tan brillante como la suya.

Dicho esto, el director de cine Martin Scorsese ha hecho cinco películas con el joven actor, alguna de ellas bastante buena. Pero muy a mi pesar, ninguna tan brillante como las del director en los 70 y en los 80. Porque en realidad, es imposible pensar que a estas alturas de la industria cinematográfica se puedan ver en pantalla obras maestras como Uno de los nuestros (una película muy presente en mi generación), Taxi Driver o con la mala leche de (y para mi gusto, la película más violenta del director) El rey de la comedia.

Y no es sólo una industria estancada... Scorsese ha perdido fuelle. Aquella famosa frase de "es el mejor director de cine actual" ha quedado un poco desfasada, sobre todo para mi, con ídolos más firmes como Polanski, Tarantino o Cronenberg.

Pero todo eso era hasta ayer.

Hoy, tras ver The Wolf of Wall Street, no me cabe ninguna duda de que Scorsese es el mejor director de cine que rueda en la actualidad. Porque, y lo digo así, sin tapujos, esta película es un regalo para todos los amantes del buen cine. Una obra maestra sin fisuras, en donde es absurdo hablar de su guión o de sus actores. Es redonda se mire por donde se mire. Una película que, posiblemente con el tiempo, no me dolerá reconocer que es mi favorita, por encima de Taxi, por encima de Toro.

Cruel, violenta, divertida, absurda en sus excesos, deliciosa en sus delirios, y narrada con una soltura casi insultante. A Scorsese se le ha copiado su forma de narrar hasta la saciedad, pero cuando es él el que utiliza la caligrafía visual que le ha hecho famoso, esta se vuelve pura e intachable. Poco más se puede decir de la que, para mi, es la película del nuevo milenio y una de las grandes joyas del cine. 

Me duele por mi profundo respeto a la obra de Alfonso Cuarón, al que adoro, pero la película de la temporada no es Gravity, es The Wolf of Wall StreetCuarón recogerá el Oscar al mejor director (seguramente merecido por el berenjenal en el que se ha metido), pero Scorsese sigue siendo Scorsese. Está a otro nivel. Hablar de Scorsese es hablar de John Ford, de Wilder, de Hitchcock... porque sin duda, pertenece a esa generación.

PD: Las nominaciones a los Oscars están muy, muy bien. Ha sido un año de buen cine y eso se nota. No hay malas nominaciones pero si muchas ausencias... Pocos premios para tanto talento. Y otra cosa, precioso el gesto de DiCaprio al recoger el Globo de Oro. Un caballero:

03 enero, 2014

Pequeñas películas que 2013 nos dejó...

Estos días he disfrutado de las listas de mis amigos y de algunas revistas en las que repasan lo mejor del año. Yo he intentado ir un poquito más lejos y he intentado crear una pequeña lista de películas que no son muy populares y así, el que crea que hay algo interesante en estas líneas, se puede animar a verlas. Pero no se confundan, para mi estas pequeñas películas son las protagonistas del año, las que se han quedado en mi memoria y posiblemente, las que seguiré recordando el resto de mi vida.

Por supuesto, hay mucho más. Este año han existido producciones del gran Hollywood que han estado muy, muy bien. No las ignoro. Pero es que esas las conocemos todos. Así, a primera vista, no hablaré de maravillas como Gravity, Iron Man 3, Pacific Rim, Silver Linings Playbook, Cloud Atlas, Behind the Candelabra, Pain & Gain o The Call, siendo esta última una propuesta de thriller ignorada por la mayoría y que está francamente bien.

También ha sido el año en el que Lloyd Webber estrenaba su nuevo musical, Stephen Ward, que escucho atentamente mientras escribo estas líneas gracias a Paco Dolz, amigo y creador de la página web Love4Musicals (que en el 2013 ha pasado de ser un pequeño blog sobre musicales a ser un referente profesional muy, muy serio).

Y no me olvido del cine español, que sin tener algo realmente destacable, ha apostado por cine de palomitas, mostrando que hay gente joven con talento que conecta con el público. Desde Las Brujas de Zugarramurdi de Alex de la Iglesia hasta FIN y Los últimos días, propuestas interesantes aunque no redondas que, desde luego, valen el precio de una entrada.

Y aunque siempre se acusa al cinéfilo (sobre todo al español) de atacar gratuitamente a Pedro Almodóvar, creo que Los Amantes Pasajeros en un insulto al espectador en toda regla. Pero como explicaré más tarde, gracias a esta cosa horrorosa descubrí una de mis tesoros del año.

Ahí vamos, empezando por los documentales:

Woody Allen, el documental: Dirigido por Robert B. Weide (que no se quién es, pero para no confundirlo con otros documentales sobre Allen). Hace un recorrido por la vida y películas del director pero con el total compromiso de él, o sea, con Allen frente a cámara enfrentándose a sus fantasmas del pasado. No se omite el episodio fatídico del descubrimiento de las fotos por parte de Mia Farrow (que es una forma de decir que, realmente, el documental toca todas las teclas que debe tocar). 

Y tiene un detalle memorable: la risa de Woody Allen. Es muy difícil ver una auténtica risa del director. En sus apariciones en directo es muy tímido y en sus películas cómicas tenía una pequeña risa nerviosa. Lo que jamás me imaginé es que el director del documental lo llevara a su casa de la infancia y Woody Allen se emocionara tanto como para perder la timidez frente a la cámara y reírse a carcajadas, con la boca abierta. Me fascinó descubrir al verdadero Allen.

BlackFish: Documental sobre orcas asesinas que están adiestradas para hacer espectáculos en parques acuáticos. Muy bien realizado, tocó mi fibra sensible sobre la forma en que nos engañan vilmente. Parte del documental se ha hecho en Tenerife, en el Loro Parque, en donde una orca mató a un entrenador (aunque tal como acontecen los hechos, y para eso hay que ver este impresionante documento, más parece un asesinato, no por parte de la ballena sino por parte de los que ocultan el historial de la ballena).

BlackFish ha causado furor en Estados Unidos y entre otras cosas, ha provocado que Finding Dory, segunda parte de Nemo, atrase su estreno unos cuantos años (ya que, por lo visto, parte de la historia transcurre en SeaWorld)

Stories We Tell: Imprescindible. No sólo es uno de los documentales del año sino que debería estudiarse en cualquier escuela de cine. Lo dirige la actriz Sarah Polley, que trata de entender qué es lo que pasa en su familia tras la muerte de su madre. Por su cámara pasan sus hermanos, su padre y hace un retrato que poco a poco, va desenredando una complicada trama. 

Lo curioso de Stories We Tell es que empieza siendo una cosa y, poco a poco, va cambiando su sentido. Las entrevistas se solapan con detalles contradictorios y va saliendo a la luz una historia compleja y maravillosa. Pero no se confundan, el documental trata sobre como ven las cosas los seres humanos, sobre los puntos de vista y sobre Sarah Polley. Si me tuviera que quedar con una solo documental, este sería el año de Sarah.

En el apartado de ficción es más complicado. Este año, prácticamente he visto una película diaria. Escoger cuatro o cinco es más un ejercicio de memoria que de calidad. Sin embargo, estas que nombro las tengo muy presentes y me han dejado huella:

Prisioneros: Compleja  y difícil de ver. La violencia en su estado más puro y dos actores que se comen mutuamente: Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal, al que jamás me había tomado demasiado en serio hasta verlo en su apasionante retrato de policía en esta película. Poco más. Hay que verla.

La Grande Bellezza: Aquí es donde entran Los Amantes Pasajeros. Cuando leí que no había ganado ningún premio europeo (¿en serio querían tener premios con esto?), decían que la gran competidora era esta película italiana que yo, sinceramente, no tenía ni idea de que existía.

La Grande Bellezza no es una película cualquiera. Habla de la decadencia de Roma, de sus artistas, de su pasado glorioso y de su presente hortera y demacrado. Pero lo importante no es lo que se dice o lo que se ve, ni siquiera es importante lo que ocurre... el verdadero hallazgo de esta película se encuentra en su personaje principal. Jep Gambardella es un escritor que se reconoce vago y miserable, que dice las cosas como las ve y que es un auténtico soplo de aire fresco. Vive de las rentas de una única obra escrita (que además, es un clásico) y se mueve por la sociedad romana como pez en el agua.

Varios días me he descubierto pensando en Gambardella, en que pensaría de cosas que vivo todos los días y que me diría si lo tuviera a mi lado.

Before Midnight: Esta es la más popular de todas. Adoro esta película sobre todas las cosas. Forma parte de la trilogía de Linklater (Before Sunset y Before Sunrise). Poco hay que decir: los personajes se encuentran cada 8 o 9 años y muestran el estado de su historia de amor. 

Sin embargo, de las tres películas, creo que esta es la mejor: la más dolorosa de ver, la más compleja. Viven juntos y tienen hijos y la dulce historia de amor se convierte en un matrimonio normal (cosa que no deberíamos permitir a los personajes de cine). El brutal retrato de la realidad, el dolor que me causó (aún tratándose de una verdadera historia de amor) es difícil que se me olvide.

Me encantaría que se reunieran dentro de unos años para saber que pasa con ellos. Y por supuesto, Julie Delpy es uno de mis amores platónicos (y no, no tienes el culo gordo, como se empeña en repetir hasta la saciedad).

Pero mi película favorita de este año es todavía más pequeñita: se llama Drinking Buddies. Amo esta película por lo que cuenta, pero sobre todo, por sus pequeños detalles. La historia de dos parejas de amigos que ocultan la verdadera atracción entre la mujer de la primera pareja y el hombre de la segunda pareja. No es violenta. Es una película amable y divertida. Posiblemente la vi en el momento adecuado. Y destaca por pequeños detalles casi inadvertidos: una mano que roza un hombro en un momento concreto, un pequeño cruce de miradas, una frase... Es un pequeño bombón que me asegura que tenemos un director a seguir. Cualquier otro haría una película convencional, pero a mi me cautivó como me contaron la historia de siempre con tanta pasión. 

Las calificaciones de esta película me sorprenden. Parece que nadie la disfrutó como yo, pero creo que el tiempo me dará la razón. O a lo mejor, es que la película está hecha para mi. Nunca se sabe.

¡Ah! Olivia Wilde está enamorable (sí, esa es la palabra).

Larry David con mucho pelo
Me dejo otras en el tintero, como la divertida The World´s End, que es una frikada maravillosa o The English Teacher, una peliculita sin sentido sobre una profesora (Julianne Moore) empeñada en representar una obra de teatro de un antiguo alumno de su instituto ( y Nathan Lane canta el Putting it together). Y por supuesto, la crueldad y las risas de una película HBO escrita y protagonizada por Larry David, Clear History. La historia de un tipo que deja un negocio un par de horas antes de que todos lo que participan en él se convierten en multimillonarios... Muy cruel, muy divertida.

Pero a la hora de poner un vídeo, me decanto por Sarah Polley y su Stories We tell:

17 septiembre, 2013

Behind the candelabra

Una pena que ya no se vean películas tan arriesgadas en la sala grande

Si no has visto Behind the candelabra es porque, al igual que la interesante The Girl, es una película realizada para televisión. Antiguamente, las TV Movies que tenían cierta relevancia en EE.UU. se estrenaban en Europa en sala grande, como lo hizo la estimulante Duel, de Steven Spielberg. Pero hoy día las estrena Canal+ o en su defecto, salen rápidamente en formato doméstico.

O la puedes descargar de Internet.

Y lo voy a decir directamente, sin misterios: Behind the  candelabra es una obra maestra muy arriesgada, y hasta que Gravity llene mi vacío existencial, de lo mejor que he visto este año.

La empecé a ver sin mucho entusiasmo porque, a pesar de que la televisión de hoy día es una auténtica maravilla, mi educación setentera y ochentera me ha convertido en un escéptico con las TV Movies, que en mi época eran infumables, con muchas historias familiares de superación y enfermedades variadas. Horroroso.

Las películas hechas para televisión suelen presentar siempre los mismos defectos: guiones demasiado sentimentales, actores bastante cutres y el plano de la grúa sobre una calle llena de casas adosadas con jardines muy verdes.

Son varias las cosas que no me debían gustar de Behind the Candelabra, empezando por su director Steven Soderbergh, del que no me fío ni un pelo. Aunque tiene cosas que me gustan (normal en un tipo que estrena dos películas al mismo tiempo y que posiblemente sea el más prolífico del cine americano actual), la realidad es que no me ofrece ninguna garantía. Me ha hecho pasar buenos ratos... pero también me ha hecho agonizar con películas soberanamente aburridas.

Por otra parte, ninguno de los tres actores son santo de mi devoción. No me acaba de gustar Matt Damon (aunque al contrario que otros actores, tiene un gusto exquisito para escoger las películas en las que sale). Michael Douglas siempre me ha parecido que sobreactúa, incluso en sus mejores películas (y sí, incluyo su Oscar de Wall Street) y creo que el apellido le queda un poco grande (aunque esto, definitivamente no es culpa suya). Y por último, Debbie Reynolds, que sí, que era maravillosa en Cantando bajo la lluvia pero que siempre ha pecado de una excesiva sonrisa y de aparentar más años de los que tiene. Y parte de mi predisposición negativa hacía ella es por todo lo que sabemos a través de su hija, la princesa Leia.

Y dicho esto: me trago el último párrafo. En Behind the Candelabra, Michael Douglas está brillante en su papel de Liberace. Douglas desaparece tras el maquillaje para dar paso a un personaje de esos que se queda para siempre en nuestra cabeza (y francamente muy, muy bien escrito).

Debbie Reynolds
Matt Damon borda sus escenas y lleva el peso del relato con una autoridad que pone la piel de gallina y Debbie Reynolds es... espectacular. En este último caso, quiero dejar claro que al no existir créditos de comienzo, no tenía ni idea de quien era la actriz que hacía de madre (tiene mucho maquillaje y algunas prótesis que cambian su cara sustancialmente), pero si tenía claro que era extranjera y que era buenísima. Me quedé de piedra cuando descubrí que era la Reynolds, que no es precisamente extranjera.

La historia trata de la relación sentimental entre dos hombres en los años 80. Se ve mucha joya, mucho anillo y mucho paquete... pero la historia es real: los últimos años de Liberace, un pianista “one man show” de Las Vegas que era un auténtico bestia con el instrumento (el musical). Yo no conocía a Liberace hasta que ví la película pero ahora, viendo sus numerosos vídeos en Youtube, sólo veo a Michael Douglas y no al verdadero Liberace (y esto es un giro de mi sentido de la percepción bastante curioso).

Se que a primera vista da mucha pereza pero es de lo mejorcito de este año. Dentro de pocos días se entregan los Emmy. En un mundo justo, Behind the Candelabra sería la gran ganadora. Lo que si tengo claro es que Douglas será el justo ganador por el papel de su vida.

Una última cosa: con el doblaje podemos arruinar el visionado. La sutileza de Douglas y su forma de arrastrar las palabras es digna de oírse en versión original. No digo que vayamos a destrozar la película, pero es tan fácil convertir a los dos protagonistas en simples parodias...

Atentos al pianista. Grande Douglas:

19 agosto, 2013

Van tres españoles y uno le dice al otro...


Tras seis meses de descanso, frikiperopoco vuelve a la vida. La realidad es que estaba muy aburrido de este blog y había perdido completamente su sentido. Porque a nivel personal me proporciona pocas cosas salvo alimentar mi ego y recibir comentarios que, a veces, son muy agresivos. Pero ahora me apetece volver, así sin más.

Luis Buñuel fotografiado por Man Ray
En España tenemos la suerte de tener bien documentado a Buñuel, un director de cine que siempre me interesó “porque a los demás les interesaba y algo tenía que tener” y que, de repente, me interesa de verdad. Supongo que es una cuestión de edad, pero volver a ver Belle de Jour ayer por la noche me produjo una satisfacción que pocas películas me proporcionan.

Y digo que tenemos suerte porque toda la época de la Residencia de Estudiantes, allí donde se encuentra la cultura española de principios del siglo pasado, está profusamente fotografiada y bien documentada (en parte gracias al genial Ian Gibson). Y así, de forma muy breve les cuento una anécdota que sirve como excusa para volver a las andadas:

Federico García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel eran íntimos. De hecho, hasta el final de su vida, cada vez que alguien le preguntaba al director de cine por Lorca, se le iluminaban los ojos y decía cosas como “era un tipo fantástico. No su obra, su poesía o su teatro. Él es el que era genial”. Y así, Buñuel separaba al Lorca que todos conocemos por el Lorca que tuvo la suerte de conocer personalmente.

Un atardecer, Lorca los reunió a los dos para leerles una obra de teatro que acababa de escribir (obra que nunca se publicó). Y según palabras de Buñuel era lenta y aburrida. Y aquello se alargó eternamente por dos actos.

Una vez terminada, Lorca le preguntó a Buñuel qué le había parecido la obra. Y con el tacto adecuado, Buñuel le dijo cosas como “me parece un poco lenta. Creo que no es lo mejor que has escrito. Hay pasajes que son mejorables, aunque por supuesto, hay momentos que tienen la luz que suelen tener tus textos…”. Lorca se giró a Dalí y le preguntó lo mismo: “Buñuel tiene razón: es una mierda”.

Todo esto y muchísimas anécdotas más en el documental El último guión: un recorrido por la vida del director de la mano de su hijo Juan Luis Buñuel, del guionista Jean-Claude Carriere y del hispanista Ian Gibson. Supongo que se puede encontrar en la red de forma sencilla, pero yo lo he visto como extra en el BluRay de Belle de Jour.

17 abril, 2013

Con sinceridad aplastante

A raíz de este vídeo la curiosidad acerca de anécdotas raras de los Oscars se despertó repentinamente. Ya sabemos que los comentaristas de esta gala de premios, sobre todo en España, suelen ser irrespetuosos, todo les parece mal y siempre cuentan las mismas historias: que si el Tío Oscar, que si Sally Field lloró cuando recogió el premio, que si apareció un tipo desnudo cuando presentaba David Niven...  

Yo me he propuesto contarles algunas anécdotas que, posiblemente, no sepan.

Y en un ataque de sinceridad, les confieso que muchas de estas anécdotas las he sacado directamente de IMDB en una noche aburrida. Esto de decir la verdad sin pudor es un recurso maravilloso que he aprendido de Roger Spottiswoode, director de cine que no me acaba de gustar pero que me ha sorprendido gratamente en los reportajes de El mañana nunca muere.

Roger Spottiswoode
En estos reportajes de 007 hay una sección de secuencias eliminadas en las que sale el director de cada película comentando por qué se quitaron esas secuencias. La excusa más habitual es esa de "rompía el ritmo del relato y era innecesaria". Pero Spottiswoode, que es un señor llamativamente feo pero con mucha gracia, dice "esta secuencia la eliminé porque estaba muy mal rodada. Me faltaban planos. No sé... lo hice mal ese día. No había por donde cogerla".

La sinceridad es el recurso último del documental Still Alive centrado en la carrera de Paul Williams. El cantante y compositor de éxito estuvo expuesto como nadie a la televisión en los 70, tropecientas veces invitado al show de Johnny Carson y asiduo a The Muppets... y que en los 80 desapareció del panorama por el abuso sistemático de drogas y alcohol. 
Paul Williams

Hay un momento en el documental en el que le enseñan al cantante unos vídeos de un programa que él presentaba a principios de los 80. El cantante no se reconoce. Se asquea. Ve a otra persona completamente diferente y se aleja del ordenador -es una secuencia que vale el documental completo-. El Paul Williams actual, limpio de polvo y paja, no logra entender al Paul Williams de los 80.

Pero volvamos a los Oscars. Siempre se habla de la cara de póker que ponen los perdedores, con una media sonrisa y aplaudiendo a rabiar. Para eso, realmente hay que ser buen actor. Pero no todos son actores y el caso de Phil Collins en la gala de 1.985 es muy simpático: fue el único cantante al que no se le pidió, por la razón que fuera, que cantara personalmente su canción Against all Odds. En su lugar salió Ann Reinking. Y a mitad de canción, las cámaras captaron la cara de enfado de Collins con esta versión, pero cabreo de verdad...

Casi tanto como la cara de cabreo de Bill Murray cuando perdió su Oscar por Lost in Translation.

Gene Hackman
La carrera de Gene Hackman cambió para siempre en 1989 cuando se sentó en el patio de butacas. Estaba nominado por su (tremendo) papel en Arde Mississippi. Hackman no sólo es un gran actor sino un tipo concienciado. El caso es que cuando pusieron su "clip de nominado", la escena era bastante violenta. Demasiado. En sus palabras fue algo en plan "dentro del contexto de la película, es una escena buena... pero fuera de contexto es muy violenta". A Hackman no le gustó nada que mil millones de personas (la audiencia de los premios) vieran este pequeño trozo y a partir de ese momento, el actor se cuestionó toda su carrera, la elección de sus papeles e incluso se planteó su retiro (que por cierto, hoy día es real).

Mas triste es que Bernard Herrmann no ganara su Oscar a la mejor banda sonora en 1976 cuando estaba doblemente nominado por Taxi Driver y Fascinación. Lo curioso del caso es que la noche de los premios ya había fallecido. El último día de grabación de la música de Taxi Driver, el compositor volvió al hotel a descansar y allí murió placidamente.

John Randolph
Pero quizá la muerte más relacionada con los Oscars, incluso más que la de Peter Finch por Network -que ganó un premio póstumo- es la de Sarah Cunningham. A esta no la conoce ni Dios, pero su marido era el actor John Randolph (su papel más conocido posiblemente sea el de Sérpico). Él y su mujer llegaron a la gala de los Oscars del año 1986 y apenas empezada la ceremonia, a ella le dio un ataque de asma. Murió en plena gala.

Cuando Spielberg recogió su premio Irving G. Thalberg a toda una carrera, el galardón del premio no era estable y según iba hablando, tenía que sujetarlo firmemente sobre la mesa. Estuvo un par de veces a punto de caerse y hacer el ridículo más espantoso. Aunque ese honor lo tiene el músico Carmine Coppola, padre de Francis, que al recoger el Oscar por la música de El Padrino II se le escapó de las manos y lo rompió en mil pedacitos. 

Nada que con sesenta dólares no se pueda cambiar (que es el precio real de la estatuilla). Que se caiga en las escaleras la mejor actriz al ir a recoger su premio es algo demasiado reciente sobre lo que escribiré dentro de unos años.

23 marzo, 2013

Jesucristo SuperStar en directo


Ya ha salido el Blu Ray y el DVD de Jesucristo SuperStar Tour en directo, que como habrán notado, es de lo poco que me apetece hablar estos días.

Cuenta Lloyd Webber que un día se reunió con Tim Minchin, humorista y compositor australiano con bastante éxito en Londres por su musical Matilda (y que yo conozco por cortesía de Elphaba) para hablar de lo que quiera que hablan dos compositores cuando se conocen. Y al final de la reunión, Minchin le comentó a Webber que lo que realmente le gustaría hacer es cantar el papel de Judas en Jesucristo SuperStar. Curiosamente, Webber (al que mi hijo llama Huevo) ya estaba en pleno proceso de selección de Jesús utilizando ese medio que ahora le gusta tanto: el concurso de televisión.

Webber, que tiene tanto de compositor extraordinario como de persona excéntrica, le dijo que "si se lo tomaba en serio, podría hacer de Judas". Entre líneas, el compositor inglés también deja caer una de esas perlas que dicen mucho de su forma de trabajar: "Minchin tiene el talento y la suerte de ser su propio letrista... no sólo hace la música sino que también hace la letra". La frase tiene su gracia porque Webber tiene muchos problemas para desarrollar historias y encontrar escritores que sigan su ritmo de trabajo. No en vano, empieza a ser habitual que la crítica de los musicales de Webber empiece con aquello de "la música es muy buena, pero la historia o la letra deja mucho que desear". Tambien lo dice Paco Dolz, que de musicales y Webber sabe más que nadie. En cierto modo, cuando Webber termina sus campañas publicitarias, es capaz de decir cosas como "el fallo de The Woman in White es que era muy aburrida".

Dicho esto, Jesucristo SuperStar es posiblemente el musical mejor escrito de la historia. Lo que hizo Tim Rice con el Nuevo Testamento es una obra maestra. La forma en la que cuenta cada una de las piezas, el conseguido carácter lineal de la historia y sobre todo, apuntar algo que ahora es muy habitual en el cine pero que en aquel momento era profundamente novedoso: la importancia de Judas en la historia como autor de la mitología de Jesucristo (ahora es un recurso habitual, pero afirmar que sin Judas no hay historia de Jesús... y que su personaje está obligado a cumplir su papel igual que Jesús está obligado a cumplir el suyo es lo que diferencia a un letrista de un genio).

Al meollo: esta representación huye de la escenificación teatral y presentan el espectáculo como un gran concierto rock, muy al modo que se hacen esos tours teatrales itinerantes que Lloyd Webber lleva por las ciudades desde hace años con The Really Useful Group. Y dicho sea de paso, es la mejor representación que mis ojos han visto (y mis pequeñas orejas escuchado) de este musical.

La puesta en escena es espectacular, utilizando conceptos muy sencillos pero llevados a la expresión más sublime: una gran escalinata en donde "los malos" salen por arriba y "los buenos" salen por abajo sirve como marco del musical. Además, las imágenes de una pantalla (que Webber empezó a utilizar en The Woman in White y que ahora forma parte indispensable de sus puestas en escena) complementan los diferentes decorados.

Una escena inédita: Jesús le lava la cabeza a Judas
Jesús lo hace Ben Forster, cantante que consiguió el puesto en un show de televisión. Tiene una voz muy correcta, aunque a mi gusto, ligeramente frío. También es cierto que el papel de Jesús, hasta que llega el Getsemani y se hace con la escena, es bastante confuso. Siempre deambula por la escena haciendo el bien y apuntado frases, es un poco... No sé, a veces da la sensación de que se pone místico diciendo eso de "este agua será mi sangre" mientras Judas está por detrás pensando "sigue cantando esas cositas que ahora llego yo a dar un poquito de caña".

Judas lo hace Tim Minchin y es la gran sorpresa porque es el mejor Judas de la historia. Brillante es poco. Directamente se come el escenario con seguridad, con una actuación sentida, aguantando los primeros planos como si se tratara de una película y con el tono perfecto para el personaje. Cuando empezó a cantar pensé que su voz era rara, pero a los veinte segundos me había agarrado por los huevecillos para no soltarme. Por culpa de él, he visto el musical dos veces en dos días.

María Magdalena es Mel C (sí, sí, la Spice Girl deportista. Esa que antes era feucha y ahora mola mazo -parafraseando a nuestro Jesúcristo español-). Y de verdad, me joroba decir esto porque no estoy por la labor de defender a una Spice Girl, pero Mel C está absolutamente brillante.

Cuando supe que ella actuaba en el musical me sentó como una patada en el estómago. Eso de poner famosetes en los musicales como estrategia comercial lo veo razonable, pero a veces arruinan la experiencia. Soy incapaz de visionar el 25º aniversario de Les Miserables porque el papel de Marius me da vergüenza ajena. Lo hace uno de los Jonas Brothers que no tiene voz, ni fuerza, ni empaque... y a veces, en algunos momentos, puede disimular cierta corrección, pero cuando canta a dúo (y Marius, el pobre, tiene mucho dúo) los demás personajes se lo comen con papas.

Me equivoqué. Mel C tiene voz, mucha voz. Y además no es que llegue al tono perfecto y cante las canciones con gusto... es que tiene un tipo de voz ligeramente rota, muy, muy bonita, perfecta para María Magdalena. Creo que de todas las grabaciones que tengo, ella es la que más me ha gustado (posiblemente influye que nunca me convenció Yvonne Elliman y con esto, me he ganado algún enemigo).

El Blu Ray, conviene saber, viene con críticas enfurecidas y es que, por lo visto, en algunos momentos se ha utilizado el Auto-Tune (ya saben, eso que puso tan de moda Cher que corrige el tono de las ejecuciones vocales). Es probable que lo hayan utilizado en algunos momentos (para mayor cabreo de los cantantes. Tim Minchin declaró en su cuenta de Twitter que no le había gustado nada que le hayan corregido su actuación). De hecho, el Auto-Tune no se utilizó en directo sino en la post producción, a la hora de hacer el DVD). 

No es nada nuevo que Webber haga enfadar a todos los que le rodean, pero la auténtica realidad es que yo no identifiqué este detalle hasta leerlo en Internet. Siempre he asumido que un buen técnico de sonido consigue que las voces suenen mejor. En un musical rock, un pequeño gallo, un desliz al final de una canción va a pasar desapercibido y no hay necesidad de corregirlo (sobre todo, cuando se pasan el musical subiendo y bajando escaleras). 

Pero si tengo clara una cosa: este pequeño despropósito no arruina el visionado de este DVD, que para mi es imprescindible si quieres ver el mejor Jesucristo SuperStar posible. 

Y entre sus pequeños detalles, una nueva orquestación espectacular; unos secundarios que valen su peso en oro (es que todos, todos, están bien). Y el Templo se ha convertido en una discoteca, con sonidos electrónicos de diseño pero que respetan la esencia de la obra. No en vano, la orquestación de la escena del Templo la firma un tal Billy Lloyd Webber.

Aviso: ver a Minchin haciendo de Judas provoca adicción:

28 febrero, 2013

Oscars 2013


Seth con Looper y Potter
La elección de Seth Macfarlane como maestro de ceremonias, en principio, era bastante misteriosa. Es un cómico que se prodiga poco en público y que algunos identificamos como alguien importante detrás de las cámaras, nunca delante. Y a pesar de las críticas que le han llovido y de su negativa a volver a presentar los Oscars “de ninguna manera”, estuvo realmente simpático. 

Sus gags eran directos, muy rápidos y en algunos casos, ciertamente duros (“Argo” se basó en una historia tan secreta que incluso su director es un desconocido para la Academia”).

Tras unos años de caída vertiginosa de audiencia, resulta que EE.UU. la gala ha sido un completo éxito y la cadena de televisión está encantada con el acontecimiento. La crítica ha sido dura con el evento (sobre todo fuera de EE.UU. En lugares como España ha sido calificada como un evento “demasiado musical” quizá acostumbrados a otro tipo de galas...). Quizá por todo esto, para mi ha sido uno de los mejores años que han presenciado mis juveniles y joviales ojos.
  
A mi parecer, hay unos cuantos momentos sublimes:

1.- Tras un montaje bastante penoso e irritante de los 50 años de James Bond (lleno de circulitos, colores y sobre todo, sin ningún sentido) apareció Shirley Bassey, con todos sus años y su movimiento de manos hipnótico cantando un Goldfinger, en riguroso directo, espectacular.

2.- Chicago, DreamGirls y Les Miserables… pues que les voy a contar, a cada cual mejor. Posiblemente, el corte que más me gustó fue el de Chicago con una Catherine Z. Jones absolutamente espectacular en el baile y en la voz. Anne Hathaway, por su parte, tenía la voz temblorosa e intentó dar unas notas a las que, ciertamente, no llegaba (chica, cada persona tiene su registro y no te debes saltar el tuyo).

3.- Adele. Es un auténtico placer verla cantar y además está insultantemente guapa para lo gordita que está. Tiene el aura de las grandes estrellas, con ese estilo demodé tan particular. Sin embargo, el ingeniero de sonido no estuvo fino con ella y se oía mucho más alta la música que la voz, dejando su actuación como algo correcto… pero bien nivelado podría haber sido lo mejor de la noche.

4.- In Memoriam y la Streisand. Lo mejor de la noche. Con Barbra en directo es probable que se te ponga la piel de gallina. Con Barbra en directo cantando The Way we were es probable que te den ganas de llorar. Con Barbra en directo recordando emocionada a Marvin Hamlisch es probable que la imagen se te clave en el cerebro y no abandone nunca.

5.- La magia está en los detalles: Las frases de Macfarlane, la rapidez de la entrega de premios, la música de Tiburón para echar a los premiados que hablan demasiado, la naturalidad de Jennifer Lawrence (“estáis de pie porque os doy pena porque me he caído”)...

¿Vale la pena sufrir toda la semana con el horario cambiado?
Por supuesto. Y más en un año como este en el que, para un servidor, ha sido la mejor gala posible.

PD: Los premios bien repartidos. Me gusta que no haya una clara ganadora porque, entre otras cosas, ha sido un año de cine fantástico. No había una película de esas que arrasan, pero a cambio, hemos tenido veinte películas que realmente valen la pena. Yo cruzaba los dedos para que el año que viene volvamos a disfrutar de un período tan intenso como este.

PD2: Unos estudiantes han presentado este montaje celebrando los 50 años de Bond. Y esto, amigos, si es un homenaje de verdad:

 

09 febrero, 2013

LEA SALONGA... ESPECTACULAR

Por culpa del inigualable Sergio Almau, he visto este vídeo tropecientas veces en las últimas veinticuatro horas. Se trata de una actuación promocional de Lea Salonga en televisión con la canción "Empty chairs at empty tables" de Les Miserables. Debe ser la edad, la profesión, la constancia o lo que quiera que sea... aunque siempre ha sido maravillosa, ahora está mejor que nunca. Una actuación de piel de gallina: