23 mayo, 2011

La carita de Kirsten Dunst

No voy a contar todo el rollo este de que a Lars Von Trier lo han echado del Festival de Cannes y le han considerado persona non grata por decir cuatro barbaridades sobre Hitler. 

Viendo las imágenes se ve claramente que el director está bromeando, igual que lo hizo Nacho Vigalondo sobre el mismo tema. Curiosamente, sobre Hitler se pueden hacer películas cómicas, sensibloides, obras maestras (como la del Sr. Lubitch o el Sr. Chaplin)... pero no se debe nombrar en Twitter ni en ruedas de prensa.

Pero no quería hablar de eso, sino de la cara de Kirsten Dunst en el momento en que Von Trier (que las malas lenguas dicen que tiene muy, muy mal genio) está metiendo la pata hasta el fondo. Pobrecilla. No sabe donde meterse... tan joven y mucho mas ingenua que el director y, sin embargo, ella se da cuenta de que esto no va a terminar bien:

22 mayo, 2011

El último capítulo de Smallville

Esta imagen lo dice todo. 

Pero no, yo no he sido muy fiel a Smallville. Y he leído, para mi sorpresa, que la serie ha finalizado esta semana en Estados Unidos después de diez temporadas.

Cuando comenzó en su primera temporada, mucho antes de que las series empezaran a tener la calidad que tienen ahora (que sí, que ahora podemos decir que hay series que son espectaculares) no existía ni Lost, ni The Wire, ni Mad Men ni The Office. Y Smallville, con esa mezcla de "chicos de instituto" con la mitología de Superman, tenía cierto encanto.

Con el tiempo (yo creo que la dejé en la tercera temporada), esa mitología con la que jugaba empezó a desvariar de forma alarmante. Los personajes, literalmente, comenzaron a hacer cosas como clonarse, y esa raya en la que la mitología de Superman se respetaba con ciertas licencias creativas, se sobrepasó hasta convertir Smallville en Smallmierda.

Eso sí, recuerdo algunos episodios memorables, como aquel en el que aparecía Christopher Reeve y sonaba la música de John Williams. O la aparición de Margot Kidder. Pequeños oasis en el desierto que se convirtió la serie tras cambiar de productores, desaparición de actores y contratación de un equipo de animadoras descerebradas como guionistas.

Pero mi curiosidad es rocambolesca y acabo de ver el último episodio de Smallville, del que, por supuesto, no he entendido nada. No haber visto las últimas cinco o seis temporadas tampoco ayuda. Y por supuesto, la serie no engaña: sigue siendo mala.

¡Ah! Pero tiene los tres últimos minutos finales memorables, sobre todo, por la vuelta de la música de Williams. Es brillante que cuando Clark se encuentra con Lois suene el tema de amor y que suene la marcha de Superman cuando aparece el famoso traje. Pequeños detalles que mi frikicorazón ha agradecido.

Más curioso es que:

1.- En ningún momento se ve al actor con el traje de Superman completo (supongo que por problemas de licencias).

2.- El traje no es original ya que, por la forma del logo, es el mismo creado para Superman Returns... y es que el presupuesto de Smallville siempre ha sido irrisorio.

3.- Ni siquiera en el plano de la foto de este post tiene puesto el traje de verdad. Es un montaje y empiezo a dudar que, ni siquiera cuando rodaron la escena, tuvieran claro que podían emitirla y se cubrieron las espaldas.

En cualquier caso, para los amantes de los spoilers y los que nunca han visto la serie, les dejó con los tres últimos minutos de Smallville, el momento en el que Clark Kent, el pueblerino de Kripton, se convierte en el héroe que todos adoramos. Siempre es un buen momento para escuchar a Williams.

18 mayo, 2011

Palabras revolucionarias en mi cabeza

Ando estos días despistadillo. Ni siquiera pienso en enfermedades y cosas terribles que dan vueltas por mi cabeza cuando no tengo problemas. Y reconozco que tengo miedo de todo lo que está pasando. Pánico. Es como temer a la muerte, que ni siquiera hemos experimentado pero nos hace vivir con terror.

La sociedad que he conocido está cambiando. Miles de jóvenes, tan criticados y tan pasivos hasta ahora... pues resulta que su paciencia tiene un límite. Pero quieren luchar contra el sistema desde fuera del sistema, dando consejos que parecen poco razonables: no votar. 

No votar es criticar. Y no se por qué, me da la sensación de que esta crítica a los políticos les resbala. Una amiga mía, la gran Susana, decía en Facebook: "Yo votaré al Partido Antitaurino, porque por lo menos, tengo claro su programa".

Y yo sigo con miedo porque lo único que conozco es el sistema democrático de hoy día. No sé si es bueno o malo, pero tengo claro que los políticos que nos ha tocado vivir no me gustan nada. A los que conozco personalmente, son mercaderes sin cultura, poco preparados, a los que hay que escribir discursos (y eso es lo que hago) porque de otra manera, no pueden poner tres palabras seguidas.

Y todos conocemos a políticos delincuentes. Ya sé que seguramente existen políticos decentes pero mientras un partido político siga permitiendo que los delincuentes se presenten como candidatos, entonces es que la mierda se ha repartido de forma indecente: un partido que permite a un delincuente estar entre sus filas es un partido corrupto.

En realidad, es lo mismo que un sacerdote. ¡Claro que sé que no todos los sacerdotes son pederastas! Pero ellos pertenecen a una Comunidad que ha mirado hacía otro lado cuando se sabía que existían delitos graves. Incluso lo han intentado ocultar. ¿De verdad tenemos que oír sus sermones de moralidad? ¿No sería mejor meterlos en la cárcel?

No soy un niño. Asumo que no vivimos en un mundo justo. Asumo que los que se han vendido como grandes defensores de la libertad prefieren matar a poner en manos de la justicia. Bin Laden era un terrorista terrible pero no ponerlo delante de un juez... entrar en su casa y matarlo... ¿no es terrorismo también? 

En España hemos perseguido a los GAL como posesos porque el Estado no podía tener una banda terrorista que matara terroristas.

No voy de bueno. Yo también habría optado por matar a Bin Laden... pero soy una persona que no tiene que tomar estas decisiones. No puedes pedirle a un padre al que han matado a su hijo que opine sobre la pena de muerte. Esas cosas se juzgan desde la objetividad. Y parte de la sociedad moderna, la nuestra, la de Occidente, depende de la justicia, no de la venganza... no nos movemos por el ojo por ojo.

Y ya que he metido en este post algunas cosas que rondan por mi cabeza, voy a decirles algo más: estoy harto de la presunción de inocencia de algunos psicópatas. Al tipo del FMI, con cara de violador nocturno, con antecedentes peligrosos, con un machismo que duele y que creíamos superado, con compañeros franceses que ya sabían de que pie cojeaba, no voy a tenerle respeto. La presunción de inocencia se la doy a quien se la merece. A este canalla que lo juzguen, por supuesto, pero yo me voy a permitir el lujo de llamarlo hijo de puta por adelantado.

Y así como están las cosas, temo que la sociedad se vaya despedazando, que nuestro mundo, tan cómodo hasta hoy, se termine. Tengo miedo de tener una enfermedad y que en la Seguridad Social me digan que, aunque curable, no tienen medios para hacerlo. Tengo miedo de que el poco dinero que tenemos un día deje de tener valor. Tengo miedo de ir al supermercado y darme cuenta de que no hay nada que comprar...

En una época en la que la energía nuclear sólo nos da disgustos. En una época en la que sabemos a ciencia cierta que Canarias se podría auto abastecer con sol y viento pero ningún político se ha atrevido a dar el paso de forma razonable... en una época en la que (según leo hoy mismo) en China las sandías están explotando por exceso de productos químicos inyectados... sinceramente, me apetecía poco hablar de cine y televisión.

11 mayo, 2011

El Mago de OZ, en versión Lloyd Webber

Tiene fama de feo, pero tiene pinta de buena persona

Por mucho que Andrew Lloyd Webber se empeñe en que me caiga mal, saliendo en todos esos espectáculos de televisión de cantantes que quieren alcanzar la fama, con esa cara perenne de estar pensando en otra cosa… la realidad es que su cabeza esconde a uno de los más sorprendentes creadores de melodías y de magia escénica, porque sus musicales tienen eso incalificable que diferencia el teatro musical de la magia pura.

Entre sus aspectos extravagantes, me molesta personalmente el afán recaudatorio, ese que le hace afirmar que una obra es un fracaso personal cuando no alcanza el éxito. Y la verdad es que si la recaudación marcara la calidad, Orson Welles sería un fracasado y Stallone, un genio.

La nueva producción de El Mago de Oz ha sido oportunista por todas partes. En primer lugar, aprovecha el macro éxito de Wicked. Ahora parece que dos días en Londres son perfectos y complementarios para ver las dos partes de Oz.  Y aunque hay críticos que se desesperan con las semejanzas, la auténtica realidad es que la bruja debe ser verde y el camino de baldosas debe ser amarillo.

En segundo lugar, el negocio no termina en Wicked, sino que Lord Lloyd Webber ha conseguido convertir la elección de Dorita (que así la llamaban en el doblaje español) en un programa de televisión estilo Operación Triunfo que ha sido todo un éxito (y que yo veía a través de Youtube, no sin cierto recelo).

Es un negocio redondo no sólo por los ingresos televisivos del Lord, sino que convierte en estrella a la jovencita que gane sin que haya pisado un teatro en su vida… Un movimiento inteligente poco propio de un tipo al que le sale dinero por las ojeras.

Y por último, en tercer lugar, la desfachatez más grande: coger un musical como El Mago de Oz, que tenía algunas canciones sueltas -entre ellas el Over the Rainbow y el If I only had a… que se canta tres veces: con el espantapájaros, el hombre de hojalata y el león cobarde-  pero que resolvía gran parte de la acción hablando. Y Webber ha rehecho el musical, ha intentado dar unidad y coherencia y ha aportado el resto de las canciones para completar el círculo.

Lo tendría que odiar por todo ello.

Por supuesto, el resultado es espectacular. Tiene magia y encanto, tiene canciones deliciosas y la elección de Danielle Hope ha sido todo un acierto, porque es magnífica y destinada al mundo del gran musical.

Mención aparte se merece la vuelta de Michael Crawford en un papel grandioso: el mismísimo Mago de Oz. En una canción que para otros puede pasar desapercibida, yo veo magia, encanto y a un Crawford vivo y maravilloso. Y hay un quiebro en la canción en la que parece que Crawford se va a convertir en el Conde Fosco de The Woman in White:


Está claro. Puedo intentar odiar a Webber por todos sus movimientos, pero finalmente oigo su música y me lleva a su redil. Inevitable: es un puñetero genio. Y este musical tiene una pinta estupenda.

PD: Lo que no sabía es que vivía en Mallorca durante varios meses al año, en una casa espectacular. Y así lo cuenta en este programa de televisión que no te puedes perder.

08 mayo, 2011

Colombo y Spielberg

Como en esta foto. Así es Colombo, con cara de despistado, olvidadizo, vestido siempre con la misma ropa, con el puro sin encender, con un coche que, en la primera temporada era un trapo y que en la última lo denominan "un clásico", y con una esposa que aparece continuamente en la trama pero a la que nunca se le ha visto la cara.

Es curioso, mis recuerdos de Colombo eran peregrinos, ya que la ponían en la tele cuando yo tenía cuatro o seis años. Con el tiempo y algunas reposiciones, volví a ver algunos episodios... pero la fiebre que me dio hace unas pocas semanas por ver todos los capítulos es extraña. Y ahora, con verdadero conocimiento de causa, sólo puedo decir que me apasiona Colombo.

Terriblemente bien hecha y con un diseño de producción verdaderamente brillante, Colombo tiene una estructura muy rara. Quiero decir, hay que ser muy descarado para hacer una serie de detectives, de policías y ladrones de toda la vida, en la que te presentan el asesinato en los primeros minutos y el espectador sabe desde el principio quién es el malo. Lo que queda de capítulo (suelen ser largos, entre 80 y 90 minutos) es seguir a Colombo durante una hora más para disfrutar "cómo va averiguando las cosas y cómo da con las pistas clave".

Y todo esto se rueda en casas, calles y campos de Los Ángeles. Siendo la ciudad que es, tan cinematográfica pero al mismo tiempo, tan oculta al espectador, es curioso ver esas casas, esos jardines, esos personajes tan estirados, esos teatros y auditorios. En definitiva, Colombo te enseña un Los Ángeles moderno y muy alejado de la España en blanco y negro que vivíamos a principios de los 70.

Y es curioso, ni Peter Falk, ni su gabardina ni su puro me han despertado entusiasmo hasta hace poco. Los que me conocen, aunque fumador, siento un odio profundo por el aroma del puro... y el tema del ojo de cristal siempre me dio cierto mal rollo.

Y ahora, en pleno fin de temporadas de todas las series que me gustan, sufriendo por si conoceré a la mujer de Ted Mosby, sí realmente la maquina de Walternativo va a destruir uno de los dos mundos paralelos o si Michael Scott se va de la oficina, es reconfortante saber que Colombo está ahí para acompañarme unos días más.

Dos cosas más: Peter Falk tiene Alzheimer, o sea, la enfermedad que más nos acojona a todos. Y mientras su familia, como siempre en Hollywood, se pelea por sus bienes - entre la hija de Falk y su nueva mujer está la cosa-, el bueno de Peter ya no se acuerda de nada ni de nadie.

La última foto que tenemos de él es esta, en la que un día se escapó de casa hecho un harapo - la policía tuvo que ir a por él- enrojecido de ira y diciendo cosas inconexas.

Definitivamente, una putada de tamaño colosal.

Por otra parte, por fin he rellenado una laguna que tengo desde que me tengo uso de razón y me gusta el cine: he visto el episodio de Colombo dirigido por Spielberg.

En todos los libros del cineasta americano se habla de su época dorada en la Universal, departamento de televisión. Spielberg llegó a realizar un montón de series y de ahí, le dieron la oportunidad de rodar la película de la semana. El tipo hizo "El diablo sobre ruedas"... Bueno, sólo recordarles que Spielberg es un genio. Nunca está de más decirlo.

Y siempre se habla de que el primer episodio de Colombo es de Spielberg. Hum... extraño juego con el lenguaje. Efectivamente, Spielberg es el director del primer episodio... pero antes hay otro episodio: el piloto.

Con esto quiero decir que los giros de Colombo, el diseño de la serie, el ritmo, la luz... todo estaba ya diseñado en el piloto (que es ese episodio que, según las audiencias que obtenga, tiene continuidad en forma de serie o no). 

Y el episodio de Spielberg, escrito por Steve Bochco (por eso le llaman la época dorada de la televisión) está bien. Como todos. No hay atisbo de la personalidad de Spielberg, ni un movimiento de cámara que podamos decir "AHHH, AJÁ", ni cosas raras... ni se le ve reflejado en un espejo ni cruza el cielo una estrella fugaz... es un episodio normal, funcional... bueno, es Colombo, un episodio bueno, como todos.

Por último, un apunte: Colombo no era una serie en sí, sino que formaba parte del Mistery Night, que eran tres o cuatro series que compartían ese nombre genérico. Por eso, la producción de episodios era más cuidada (tocaba un episodio cada mes), y sí tenías mala suerte, te sentabas delante de la tele y veías McMillan y esposa o McCloud en vez de Colombo.

Por eso, no se extrañen si visitan sitios de mal vivir para bajarse la serie y descubren que cada temporada son sólo siete u ocho episodios.