30 noviembre, 2010

Te lo dije: Spiderman colgado del techo

Leo con estupor en El Mundo acerca del preestreno del musical de Spiderman. Vale la pena que lean el artículo porque fue un completo desastre. Y es que los previos de una obra de teatro de Broadway no son un ensayo general (aunque pueda parecerlo). Son para comprobar que partes funcionan con el público, en donde se aplaude, que cosas hay que cortar y para rodar la obra antes de su estreno real. Pero no son para que nada funcione y los actores se queden colgados del techo durante media hora (y aguantando las risas del público).

Y es que el musical de Spiderman lleva años coleando. El equipo artístico, con la gran Juliet al frente, es impresionante... y sobre la música de Bono no tengo dudas. Pero, ¿que quieren que les diga? Hacer un musical de Spiderman es, como mínimo, la peor de las ideas posibles.

No aprovecho este fracaso para decir un "ya lo dije". De hecho, estoy convencido de que finalmente será un éxito de público. Pero la idea de partida es mala, mala, mala. Lo que define a estos tiparracos con capa, en muchos casos, no se puede ni llevar al cine. Quiero decir, el gran acierto de Sam Raimi fue copiar visualmente muchas de las viñetas en las que Spidey se balanceaba. De alguna manera, eso alimentaba nuestro disco duro, refrescando cientos de imágenes que tenemos almacenadas.

Y es que, con todos mis respetos, hay ciertas cosas que, cuando cambian de elemento, pierden la gracia: ver caer una lámpara en un teatro es espectacular, pero verla caer en una película...; que aparezca un helicóptero en un escenario es una barbaridad, pero no resultará nada espectacular en una película y, por supuesto, señores disfrazados de animales tienen mucha fuerza sobre el escenario, pero en el cine no aguantaríamos ni diez minutos.

Es que si trasladamos al cine El Fugitivo, la serie de televisión, se convierte en una película de policías y ladrones. Pero lo que define la serie, un tipo que cada semana se tiene que esconder en un sitio diferente, conocer gente nueva y cambiar de nombre constantemente, no puede meterse en 90 minutos. Por eso, la magnífica película de Harrison Ford se llama igual que la serie de televisión, pero poco tiene que ver con el espíritu.

Eso sí, como siempre hay excepciones, porque si alguien me dijera hoy que quiere ponerle música al clásico de Víctor Hugo, Los Miserables, le diría exactamente lo mismo: ni se te ocurra... te vas a estrellar seguro.


Y puestos a contradecir todo lo anterior (uno es un mar de contradicciones), el anuncio tiene buena pinta:


29 noviembre, 2010

BLOG DE LUTO: LESLIE NIELSEN

De una neumonía se nos va uno de los grandes. De verdad. No sólo cuando era el actor serio de Planeta Prohibido, sino que con él se va el teniente Frank Drebin y el supuesto doctor de Aterriza como puedas.

Para mi, uno de los mejores cómicos de todos los tiempos. Y siempre me van a acompañar sus frases sin sentido. Os dejo una para el recuerdo de Vaya un fugitivo (que es una de mis películas favoritas de él): "Tu tostador de la señorita Pepis hace palomitas mentirosas" (directamente a la cara a una mujer que le está mintiendo).

O se acuerdan de aquello de:

- ¿Me puede dejar su descripción?
- Sí, tiene bigote, mide 1,85...
- Vaya, es un bigote muy largo.

24 noviembre, 2010

Veo la luz: Shyamalan

Dos cosas antes de volver a esconderme.

Se supone que The Last Airbender es una película mala, sosa, aburrida, mal hecha... todas esas cosas que ha dicho tanto la crítica como el público. No sé que me pasa a mi con Shyamalan, director al que adoro, que incluso esta me parece una fantástica película de aventuras, de magia, divertida y emocionante.

Es la única de sus películas en las que comprendo por qué no gusta a la mayoría. De verdad, lo comprendo. Pero no lo comparto. Además, es de esas historias que si yo la hubiera visto con 14 años, mi experiencia habría sido parecida a la de El secreto de la pirámide o The Goonies. Para más inri, está producida por el equipo de Spielberg, ahora independientes, Frank Marshall y Kathleen Kennedy.

¡Ah! James Newton Howard jamás hace bandas sonoras tan magistrales como las que hace con Shyamalan. Sólo por eso, ya vale la pena ver la película.

Y otra vuelta al pasado. Lo que da Internet es la posibilidad de descubrir cosas nuevas constantemente. El peligro reside en que, con tantas novedad, te olvides de lo que realmente te gusta. A mi me pasa a menudo: de tanto escuchar nuevas bandas sonoras, se me olvida escuchar a Goldsmith. Y perder tus referencias es malo, malo.

El caso es que ha aparecido el nuevo disco de Alan Menken para Tangled, la nueva producción de Disney. Y si bien, parece que nunca volveremos a los golpes magistrales de El Jorobado o La Bella y la Bestia, es muy superior a lo que ha estado haciendo en los últimos años. La música es una delicia y tiene tres o cuatro canciones que tiran de espaldas. Una maravilla digna de quedarse en nuestros equipos musicales durante unas cuantas semanas. Creo, de verdad, que Menken vuelve a mi vida por la puerta grande.

Y entre esas canciones, hay una que va a ganar el Oscar este año. Y si no, tiempo al tiempo (pero aviso, con estas cosas siempre acierto). Al igual que yo, Menken ha visto la luz con "I see the light" (aunque al principio no lo parezca, es un dueto):


15 noviembre, 2010

Berlanguiano

Cuando se muere alguien como Berlanga, hacer un post es sencillo: los medio de comunicación están llenos de datos y palabras amables con su obra.

Y sí, Berlanga era un genio, pero sus últimas películas son infumables. El Berlanga que a mi me gusta dejó de hacer cine hace más de 25 años con La Vaquilla. Y no soy original si digo que adoro, por encima de cualquier Bienvenido Mr. Marshall, la gran obra maestra del cine español: El verdugo.


Lo de Todos a la cárcel, Moros y Cristianos, París-Tombuctú... esas mejor olvidarlas. Yo creo que el momento en el que Berlanga quiere hacer cine berlanguiano es el final de su carrera. Cuando las cosas no salen de forma natural, con su espíritu genuino... cuando el mismo director trata de poner en práctica lo que dicen que sabe hacer muy bien, es cuando las cosas se tuercen.

Pero les voy a contar algo que siempre he pensado y nunca he contado, una de las características de Berlanga que más me gustan y de las que nadie habla:

Imagínense una secuencia de seis personas hablando al mismo tiempo. Un buen director de cine haría que esa secuencia fuera comprensible. Un director magistral de cine, incluso, podría hacer que se comprendiera y además, tuviera el timing adecuado. Un mal director intentaría conseguir todo eso y simplemente, no se comprendería y quedaría una chapuza. Pero ahí es donde aparece Berlanga. El director español conseguiría que todos hablaran al mismo tiempo y ni a un sólo de ellos se le comprendiera. A ni uno. Sólo quedaría en el aire el mensaje global, ese tan español y tan Berlanguiano de "calla, calla y escucha, que yo tengo razón".


Y es que Berlanga es cañí, es Isbert, es folclore, es mus, cigarros y puro, es Ciudad de la Imagen, una siesta en pijama, es sado y sexo de postal barata, es un chiste de Forges, un toro de carretera, zarzuela, Sazatornil, copla y peineta.

PD: Y yo, que me acerqué a hablar con él mientras degustaba un platito de paella en una ceremonia de los Goya, tuve el honor de recibir directamente de su boca un granito de arroz en la solapa de mi chaqueta. Fue tal el honor, que apunto estuve de guardarlo para toda la vida.

12 noviembre, 2010

Este libro hay que leerlo: memorias de Keith Richards

La memorias de Keith Richards, guitarrista de los Rolling, salen publicadas dentro de pocos días, y aunque no es un libro de cine, promete ser friki, friki. Este trocito de libro me ha despertado unas ganas terribles de leerlo, y es que me gusta el humor absurdo.

Sobre el día que le detuvieron por consumir ácidos:

"Llamaron a la puerta y miré por la ventana. Vi que estaba lleno de enanos, todos con los mismos trajes. Resulta que eran agentes pero yo no me di cuenta. Parecían personas pequeñas vestidas de azul oscuro y con cascos brillantes. Les dije que entraran, que hacía frío fuera".

La noche terminó en comisaría.

11 noviembre, 2010

Algo personal: Salas de proyección privadas

En este tiempo en el que no he escrito nada, he visto varias cosas que prometían ser interesantes desde un punto de vista estrictamente friki. Desde Fanboys hasta Mi nombre es Bruce. Y la verdad es que salvo Kick Ass y Scott Pilgrim, que me han gustado bastante, y el primer episodio de The Walking Dead, que es realmente bueno, sobre pocas cosas tengo que escribir.

El caso es que dentro de un día viajo a Madrid para ir a una cena con viejos amigos de la Facultad. Celebramos 20 años (increíble, lo sé) desde que nos conocimos y así nos vemos las caras. A algunos de ellos, llevo más de 15 años sin verlos. Está bien. Pero esto tiene su punto nostálgico y llevo una semana pensando en cosas raras (que las mezclo con un posible desastre en el avión, pero bueno, uno es así).

Y me ha dado por acordarme de tres momentos históricos en mi vida de cinéfilo: tres salas de proyección de trabajo.

La primera vez corresponde a la sala de proyección de Filmoteca Española, que no tiene nada que ver con el cine Doré. La primera vez que aparecí por allí fue justo el día que me dieron el trabajo. Llegué tarde, con las luces ya apagadas, y me senté en la última fila. Cuando mis ojos se acostumbraron a la poca luz, pude ver las seis o siete filas de butacas. La pantalla era bastante grande para ser una sala pequeña y las butacas tenían la misma distancia entre fila y fila que en un cine normal. O sea, casi nada.

La gran diferencia es que entre la primera fila y la pantalla si había bastante distancia, de forma que las pelís se veían bien desde cualquier punto. Ese hueco era el sitio principal para las reuniones de Navidad y esas cosas.

Lo primero que me llamó la atención es que esas salas de proyección son lugares de trabajo. Si para un cinéfilo hablar en la sala es una especie de pecado mortal, aquí no paraban de gritar frases comentando las imágenes. En pantalla se estaban pasando unas secuencias de Currito de la Cruz, que se iba a proyectar restaurada en la Expo de Sevilla con música del genial José Nieto.

Entre las personas que estaban dispersas en la sala: el compositor, el equipo de restauración (Juan Mariné, futuro jefe mío; y Cecilio Vega, compañero de trabajo), Chema Prado (que sigue siendo director de Filmoteca y a la postre, pareja de Marisa Paredes) y dos o tres personas más, incluido Pepe, proyeccionista de la Filmo.

Y allí, cada loco con su tema: Mariné hablaba sobre la imagen, José Nieto de que le faltaban fotogramas a una secuencia y por tanto, su música se desincronizaba, Chema, como buen director, sobre los pocos días que faltaban para tener la película terminada y... yo callaba soñando con entrar a trabajar en ese sitio.

A los tres años de estar en la Filmo, ya soñaba con salir.

La Segunda sala de Proyección

Al empezar el rodaje de Malena es un nombre de tango, el equipo se trasladó una semana a Murcia a rodar algunas imágenes de la juventud de Malena. Era mi primer rodaje y yo me quedé en Madrid preparando las escenas que se iban a rodar al cabo de esos días. El regidor, el gran Iñaki Bruña (persona que fue el comienzo de todo y al que nunca le he agradecido lo suficiente esos años) se fue a Murcia y me dejó con algunas tareas pendientes.

Ese primer día en Madrid rodábamos el supuesto estreno de la película Demonios en el jardín. Y entre trabajos más rutinarios, tuve que llamar a Manuel Gutiérrez Aragón para que alguien de su productora me dejara carteles y fotos para ambientar la escena. Fue una llamada de apenas cinco minutos. El quedó encantado con qué en Malena saliera una secuencia así y puso a mi disposición todo lo que quisiera.

Pero en esa semana que el equipo estaba en Murcia, yo acompañaba a Belén Bernuy, ayudante de producción de la peli (y que hace pocos meses la vi recogiendo el Goya por ser productora de Garbo) a recoger los rollos revelados de lo rodado en Murcia y los veíamos junto a Carmen Frías, montadora de la película.

La primera vez que me senté en la sala de proyección de los laboratorios y vi un poco del metraje de Malena, el plano que iluminó la pantalla fue un primerísimo primer plano de Ariadna Gil.

Ese momento, no lo olvidaré en la vida.


La última sala de proyección

Airbag fue un problema desde el primer día. El equipo se contrataba tan rápido como se despedía al cabo de una semana. No había quien aguantase las decisiones de última hora de Bajo Ulloa. Él salía en la prensa y decía eso de "me gusta trabajar al límite".

Hoy día se sigue hablando de Airbag y parece que a la gente le gusta. A mí, no. No me hace ni puñetera gracia y por supuesto, no la veo nunca. Pero si en televisión deja caer un plano o veo un trailer, se me ponen los pelos como escarpias. Cada plano, un problema. Cada objeto, una discusión.

El rodaje fue tan horroroso que, para subir la moral del equipo, se montó un espléndido trailer de cuatro minutos (muy parecido al que después saldría al mercado, aunque más largo) y se invitó a todo el mundo a unas copas en una sala de proyección. Se trataba de tomar contacto por primera vez con lo que estábamos haciendo y relajarnos.

Las imágenes, sin duda, eran muy buenas. Bajo Ulloa, como director de cine, irradia talento por todas partes. Pero yo no podía disfrutar de esas imágenes y lo único que deseaba era alejarme de esa sala de proyección (a la que asistieron muy poquitos).

No sé cuanta gente se quedó a tomar algo. Yo cogí mi pequeña moto y salí pitando hacía ambientes más sanos. Esa fue mi última sala de proyección. Creo que aquel día empecé a rumiar esa frase que me gusta tanto repetir: "el cine, mejor como espectador".

09 noviembre, 2010

Anuncio de Playstation: genialidad y mal rollo

Otra de las "sencillamente asombrosas" campañas de publicidad de Playstation. En este caso, se une una realización perfecta con el mal rollo visual de encajar dos cosas que, por principio, no encajan. Una maravilla de un minuto con un guión tremendo.

Pronto vuelvo.

Actualización: han quitado el audio. Con audio, aquí.


Download:
FLVMP43GP