29 septiembre, 2010

Hola, Sally Menke

Yo compro DVD originales. Muchos. Casi tanto como películas descargo. Y es que aprecio en su justa medida una buena edición, con dos discos, con reportajes, con entrevistas. E incluso, con algún making of que tiene la sana tarea de enseñar algo de la realización de la película y no sólo vender lo mucho que se quieren el director y el actor principal y lo bien que lo han pasado en el rodaje.

Y hay directores que tienen ediciones en DVD absolutamente magníficas. Así, de repente, todos deberíamos tener en nuestras estanterías las películas originales de Guillermo del Toro, Quentin Tarantino o Bryan Singer (este último hasta graba en vídeo el día que firma el contrato para dirigir una película, siendo especialmente memorable la edición de X-Men 2).

Y siempre me ha hecho gracia la broma de Quentin Tarantino a su montadora, Sally Menke . En muchas de las tomas, los actores miran a cámara y saludan a Sally: "Hello, Sally", dicen. En otras, cuando se equivocan, dicen "Lo siento, Sally, pero... ¿te has reído?". Y es que todo el equipo sabe que, lejos del lugar de rodaje, en una sala oscura en Los Ángeles, la montadora recibirá todo el material y lo analizará casi fotograma a fotograma.

Y en los DVD de Tarantino se recopilan, como un extra más, todas esas frases destinadas a Sally: "Are you ready?. Ok. Action. I love you Sally".

Y Sally ha montado todo lo que ha hecho Tarantino desde Reservoir dogs. O sea, siempre. Y no quiero ser radical (que siempre lo soy), pero si Tarantino es uno de los mejores directores de la actualidad (quizás, en este momento, directamente el número 1), es evidente que el montaje de sus películas, tan claro, tan a la luz, tan juguetón con el tiempo, es labor directa de la amiga Sally.

Y los que amamos el cine, hemos amado a Sally.

Hace dos o tres días, Sally salió a pasear a su perro y desapareció. No se sabe si por un golpe de calor o por una caída estúpida... pero las búsquedas estos días han sido intensas. Ayer, 28 de septiembre, apareció su cadáver en una zona montañosa (supongo que parecida a esas que vemos en las películas). Y su perro, estaba al lado de ella, vivo.

El cine pierde, de forma estúpida, a uno de los grandes en la sombra: la montadora de cine Sally Menke. Y posiblemente, el cine de Tarantino no vuelva a ser el mismo.

Estos son los Hello Sally de esa obra maestra que es Inglorious Bastards:

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28 septiembre, 2010

Miklos y Waldo: documentos extraordinarios

Los que me conocen bien, saben que en estos últimos meses estoy fascinado por dos compositores radicalmente opuestos: el gran Miklos Rozsa (en la foto) y el español Waldo de los Ríos.

La música de Rozsa la (re)conocí enseguida. Yo creo que, después de Williams y Barry, que eran los compositores más famosos cuando yo me aficioné a este mundo lleno de frikis, apareció Rozsa rápidamente de la mano de El ladrón de Bagdad (que visioné en mi amado cine Cuyas, ahora magnífico teatro).

En realidad, Rozsa es fácil de identificar, con esos arabescos musicales que, seguramente sobre la partitura, hacen hermosas figuras circulares. Y el poder sublime de las melodías únicas, a ratos complejo, a ratos casi infantil... Rozsa es, junto a Herrmann y Goldsmith, lo más grande que ha dado la música de cine.

Y ya saben que para mí esto es importante: una persona excepcional. De hecho, una vez tuve la oportunidad de hablar con alguien que trabajó con él y sólo tenía palabras de cariño hacía el compositor. Desafortunadamente, murió en el año 95, con una carrera pletórica a sus espaldas, desde Recuerda hasta Ben-Hur, pasando por La vida privada de Sherlock Holmes o El Cid o Quo Vadis.

Sobre el tema Waldo de los Ríos, sobre el que ya he escrito en alguna ocasión, es un tema que cada vez que lo pienso, me deja hablando sólo. Porque Waldo de los Ríos era un claro caso de talento desmesurado que, justo cuando empezaba a hacer cosas realmente interesantes, se suicidó de mala manera.

Un mazazo en toda regla a una carrera que prometía ser asombrosa. De hecho, hasta el momento de su muerte ya es increíble. Sólo hay que oír con calma su música para La Residencia o ¿Quién puede matar a un niño? y quedarse anonadado de la capacidad técnica y melódica de Waldo.

A nivel personal, Waldo de los Ríos me recuerda al italiano Pino Donaggio (al que también adoro). Empiezan más o menos en la misma época, salen del pop del momento (a Waldo se le debe el primer gran éxito de Miguel Ríos: la adaptación de el Himno de la Alegría). Ambos compositores evolucionan de forma casi paralela, pero mientras Waldo trunca su vida en los 70, a Donaggio todavía le quedan sus mejores composiciones por delante: la evolución lógica de un compositor con talento al que se le dan oportunidades mágicas.

Y todo este post rollo que he soltado sobre la música que me tiene atrapado estos días es por un vídeo de Youtube que me ha encantado: una conversación televisiva entre Miklos Rozsa, Andre Previn (que es el que modera) y John Williams, que en este trocito, no dice nada. Rozsa habla de los comienzos del cine sonoro ("no eran compositores, eran compiladores de música") y sobre la importancia de la aparición de Herrmann (y esto, como suele ser habitual, acompañado de alguna anécdota sobre lo raro que era Herrmann).

Un vídeo único que por si solo, da sentido a la existencia de Internet (¡toma esa!):

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Sobre Waldo, hay un corte extraordinario que no les voy a obligar a oír (eso es lo que tengo, que soy buena gente)... pero sería interesante que se dieran cuenta de las risas de los niños al principio del corte (algo habitual en el cine de terror de hoy en día pero innovador en ese momento) y la melodía principal, que es maravillosa, aunque en este corte está en su versión más pop. Si oyen desde el 01:08 hasta el 02:30, más o menos, y logran que no les moleste un sintetizador obsoleto (el que lleva la melodía) ni una batería setentera... bajo todo eso, se esconde una melodía maravillosa: un claro caso de que la evolución al sinfonismo cinematográfico de finales de los 70 y comienzos de los 80 habría sido el toque final para convertirlo en un imprescindible de la música de cine en España.

Vaya, lo he conseguido: he escrito sobre Waldo sin nombrar Curro Jiménez... ¡Oh! Upsss...


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27 septiembre, 2010

Sobre Sherlock Holmes

Mi absoluta ignorancia sobre el tema Holmes es escandalosa: la película de Wilder, El secreto de la pirámide (Young Sherlock Holmes), algún cómic perdido de mi infancia, lo de "Elemental, querido Watson" y alguna película en mi memoria de Basil Rathbone. Novelas, ninguna.

Y si alguna virtud tiene la película del ex-marido de Madonna es volver a poner de moda el mundo de Holmes. Y poco más, porque Sherlock Holmes es, a mi parecer, flojita, flojita (que diría Carlos Pumares). Tiene esa sobredosis de talento de Robert Downey Jr. (yo soy de los que piensa que es un actor como la copa de un pino, haga lo que haga), el mediocre Jude Law y el talento musical, cada vez más innegable (aunque me cueste escribirlo) de Hans Zimmer. La película tiene sus momentos, aunque el resultado final sea aquel de "creo que me gustó... ¿de qué iba?"

Pero gracias a ella, he vuelto a ver La vida privada de Sherlock Holmes, una película rara de Wilder. Rara por muchas cosas, aunque según palabras de Billy Wilder, fundamentalmente porque fue mutilada, cortada y reducida en casi una hora de metraje. No hace falta ser matemático para saber que "eso es cortar mucho".

Yo no era muy fan de esta película en concreto, pero visto lo visto, es la mejor película de Sherlock Holmes. Tiene su intriga, sus buenos actores y, sobre todo, muchas frases ingeniosas del bolsillo de Wilder y Diamond... pero la primera vez que la vi en un cine, dormí una buena siestecita.

Hoy por hoy, La vida privada de Sherlock Holmes me apasiona, pero comprendo a los que creen que a Wilder se le fue la cabeza. Y la banda sonora de Rozsa, una de las más grandes de la historia del cine.

Sigo con mi historia de Holmes.

Después de ver la película de Ritchie y la de Wilder, decidí que era el momento de ver algunas de Basil Rathbone (grande entre los grandes y, por lo visto, una persona encantadora). Y menuda decepción. Yo sabía que eran películas de complemento en las famosas sesiones continúas. De ahí a que se muevan en decorados de cartón piedra, de que Holmes esté continuamente acentuando su capacidad de observación y las "repetidas hasta la saciedad" referencias a "lo ingenioso que soy"... pues no aguante... Mi pretendido ciclo Rathbone quedó en dos películas y la segunda se me hizo eterna. No más oportunidades al mundo de Holmes versión Rathbone.

Y en Facebook, el amigo Bandini me recomendó Sherlock, una serie de la BBC en la que revisionan el clásico situándolo en la actualidad. Y ahí sí han acertado.

No digo posiblemente, sino desde el convencimiento más absoluto: de todo lo que he visto es lo mejor. Tiene sus pequeños defectos: Holmes no es un tipo que deduce cosas, sino que deduce cosas y alardea de ello; la música de David Arnold parece sacada de las tomas falsas de Zimmer... y aún así, es una serie fascinante.

Sin duda, una revisión mucho más interesante que la de Ritchie. De momento, sólo hay tres capítulos de hora y media, pero debido a su éxito, van a continuar. Un Sherlock en el mundo moderno, rodeado de ordenadores y móviles, tiene bastante sentido. Y tras ver la serie, ocurre lo de siempre, te da por pensar "¿cómo diablos no se le había ocurrido a nadie actualizar la obra?"

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18 septiembre, 2010

¿La veo en tres dimensiones?

El otro día leí una entrevista de Joe Dante, director de cine entrañable al que todos tenemos cariño, en la que decía que la película de 3D que más le había gustado era Crimen Perfecto, de Alfred Hitchcock... Y se refería a cómo jugaba con la tercera dimensión.

Joe Dante, que antes que cualificado director de Gremlins, es un cinéfilo perfecto, peca de cierto esnobismo. Crimen Perfecto (que sólo estuvo unos días proyectándose en 3D) apenas juega con el efecto de tres dimensiones en un par de momentos (que por otra parte, a Hitchcock le importaba un bledo, pero ya sabemos que con tal de llenar la sala se apuntaba a la moda). Por otra parte, las tres dimensiones juegan con el espacio y Hitchcock era el mejor en eso, por lo que, sin duda, Crimen Perfecto tiene que ser una buena película en tres dimensiones.

Y Joe Dante sigue hablando (para los más curiosos, la entrevista está en el Cahiers español de este mes) y dice, más o menos, que no se puede comparar la aparición del 3D con la aparición del color o el sonido... entre otras cosas, porque aquellos cambios fueron tan importantes que fueron acogidos de inmediato. El 3D, con diferentes tecnologías, lleva coleando desde los años 50.

Y es que yo no entro por las tres dimensiones. Ya me conocen. No soy nostálgico con estas cosas y además, me encanta la tecnología. Sigo el Gadgetoblog. Me indigna no tener un aparato revolucionario... pero no me creo las tres dimensiones ni me creo que sea la gran revolución del cine.

En primer lugar, les voy a contar una verdad como un templo: el cine, para mí, nunca ha tenido dos dimensiones. Quiero decir, sé que físicamente hay una luz sobre una pantalla que tiene una imagen bidimensional, pero igual que la trama de una película no es simplemente una luz sobre una sábana blanca, el resultado de la imagen que veo hace que tenga profundidad, que vea claramente elementos que están delante y, claramente, elementos que están detrás. Y puedo calcular la longitud de un pasillo... incluso cuando crece ante mis ojos, como en ese planazo de Poltergeist.

Por tanto, si alguien me habla de la profundidad de los escenarios... pufff... no sé, me llama más la atención cualquier plano de Terence Fisher para la Hammer. ¡Ese señor si que manejaba el espacio con cuatro decorados de cartón piedra!

Por supuesto que sentía curiosidad por ver Avatar y todo eso, pero era eso, curiosidad. Ahora que la he saciado, quiero seguir acudiendo al cine normal, al de siempre. Y es que las gafas son un coñazo. Yo, que conduzco con los ojos cerraditos por el sol porque no me sale del alma ponerme unas gafas, me siento terriblemente incómodo en la sala de cine. Además, la supuesto inmersión es mentira: tengo más conciencia de que estoy en una sala de cine cuando tengo ese artilugio en mi cabeza. O sea, estoy "menos dentro" de la película.

Hace pocos días he visto Avatar en dos dimensiones, en BluRay... y me ha gustado lo mismo que en el cine, ni más ni menos (vale, más aburridilla porque Avatar no tiene un buen segundo visionado).

Últimamente, la crítica de cine habla mucho acerca de si las películas emplean bien el efecto de las tres dimensiones. El rasero de los críticos parece ser algo así como "mientras menos efectos 3D tenga la película (o sea, que no nos tiren cosas a la cara), mejor empleado está". Y es cuando yo, ya, no comprendo nada: quieren ver películas en 3D pero como si fueran de 2D... ¿Y para que me pongo las gafas?

Y es que el 3D, de verdad, no inventa nada de nada. Es un efectillo curioso, con cierta gracia a veces... y sin puñetera gracia para los que ven mal por un ojo, utilizan gafas de pasta o simplemente, tienen el dolor de cabeza fácil.

Me quedo con la frase de Shyamalan: "el problema de las películas en 3D es que cuestan mucho dinero y la inversión estos años va a ser brutal. Y cuando parezca que todo funciona bien, se estrenará una película pequeñita, en 2D, que arrasará en taquilla y nos destrozará".

Esta frase de Shyamalan, que prácticamente me he inventado yo sobre una declaración suya (decía lo mismo pero sin mi gracia natural, o sea, que he hecho una traducción muy, muy libre. Dudo que el director utilice expresiones como "va a ser brutal"), es una verdad como un templo. Tiempo al tiempo.

Y además, si lo que quieren es que no pirateemos películas, les va a aguantar la historia dos fines de semana. En cuanto la tecnología 3D sea moneda común en todas las casas es, sencillamente, porque ya estará craqueada.

No pongo en duda que el cine en 3D se acabará en algún momento (y si no lo hace, algún traidor imprimirá este texto mientras se parte de risa y me saca la lengua). Pero amigos míos, ¿nadie se ha dado cuenta de que el efecto de las tres dimensiones es perfecto para el campo más rentable de la actualidad? Sí, voto por 3D en los videojuegos. En realidad, me gustaría ser yo el que salte a coger la estrella y no Mario, que tiene bigotón.

Los hermanos Lumiere vendieron su invento por dos duros porque realmente creían que el aparatejo este era un "producto de barraca de feria". A lo mejor estoy metiendo la pata como ellos, pero el 3D es un producto de parque de atracciones. Lo verdaderamente revolucionario (debe serlo, si no, no me lo explico) es ver una película elegante, bien escrita y bien dirigida. Eso sí que es revolución.

13 septiembre, 2010

Una de cal y una de arena: Chabrol y White

No voy a hablar de la carrera de Chabrol, pero este post se adelanta a todos los que tengo medio empezados por motivos más que justificados. La muerte del cineasta francés deja a todos los que hemos estudiado imagen un poco huérfanos, porque independientemente de su carrera a un lado de la cámara, Chabrol ha sido un teórico, un estudioso, un crítico de cine de la mítica Cahiers du Cinema.

Los textos de Chabrol nos han acompañado durante años (como los de su fiel amigo Truffaut) y si en algún momento de mi vida he querido aprender francés (idioma que desconozco hasta el punto de no saber pedir un croissant en condiciones) ha sido para hincar el diente en su idioma original a los números históricos de Cahiers escritos por Chabrol y Truffaut.

Hay pocos directores que, además de rodar una película, después sean capaces de explicar pormenorizadamente el porqué de cada cosa, de cada encuadre, de cada sonido. Chabrol era uno de ellos. Y de hecho, los que lo han hecho después es por la insistencia de esta pareja francesa de encontrar una explicación a las cosas. Gracias a ellos, tenemos todas las teorías de Hitchcock y los múltiples libros posteriores en los que los directores explican cada detalle de sus películas. Ellos son los culpables de que dos o tres generaciones de cinéfilos seamos un poco más felices.

Y sin venir a cuento, pero así terminamos con buen sabor de boca, me gustaría dejar claro que estoy sorprendido por la tercera carrera artística de Betty White. La famosa actriz, que tuvo una carrera más que exitosa en el cine y en la tele, desapareció hasta que Disney la rescató para protagonizar Las Chicas de Oro. Lamentablemente, es la única de las cuatro Golden Girls que sigue viva.

Y 20 años después, hace pocos meses, tuvo el honor de ser la invitada especial del
Saturday Night Live (programa que se hace en riguroso directo y lo siguen fielmente 40 millones de personas. Debe acojonar bastante). A partir de ahí, un premio Emmy por su actuación en el show, la presentación de dos libros al mercado (uno que cuenta cosas sobre su carrera, que es el que nos interesa; y otro sobre animales, que es el que le interesa a sus familiares) y no para de trabajar.

Lo sorprendente es que en el Saturday Night Live se le ve muy, muy mayor... pero también se le ve tan lúcida, tan buena actriz y con tanta gracia, que este clip me ha dejado con la boca abierta (y está subtitulado, para gente como mi vecino de al lado, que descubrió este blog y se ha convertido en frikiperopoquiniano):


08 septiembre, 2010

El escritor

Will Ferrell tiene una página realmente divertida en Internet en la que los actores más famosos de Hollywood hacen parodias de noticias y, sobre todo, de sí mismos. En una de esas parodias se puede ver a un entristecido Ralph Macchio sentado junto a un póster de The Karate Kid. En otra se critica lo malo que ha sido el año en cuanto a películas. Textualmente, llegan a decir "¿Qué van a hacer este año en los Oscars? ¿Nominar como mejor película diez veces a Origen?"

Pero parece que nadie se ha dado cuenta de que la mejor película del año, con permiso de Toy Story 3 (que sin duda estará en la tanda de las mejores diez películas), es El Escritor.

Podría hablar del magnífico guión (y la magnífica historia), de lo arrebatador de sus decorados, de dos grandiosos actores (Pierce Brosnan deja de ser Pierce Brosnan para convertirse en un Primer Ministro británico en toda regla), o de la partitura de Desplat...

... pero todo esto carece de sentido porque El Escritor es, claramente, una película de Polanski. El director de cine es, hoy por hoy, el número uno. Siempre he defendido a cierta estirpe de cineastas que siguen haciendo películas con el arma más importante que tienen en su mano: la narrativa. Y no quedan tantos (y los que quedan están haciendo muy, muy poco cine: ¿dónde esta Verhoeven? ¿dónde está mi idolatrado Cronenberg? ¿De Palma?)

En la actualidad, hasta Stallone, que debe saber más que nadie de cómo se debe rodar una pelea para la gran pantalla, ha cedido ante el montaje rápido y casi subliminal en la anticuada Los mercenarios (en donde en gran parte de las secuencias no sabes quién pega a quién). Por eso, siempre es de agradecer volver a encontrarse con la elegancia y la efectividad de un auténtico director de cine. Y Polanski es un narrador cinematográfico, con todas las palabras.

En sus planos se mezcla el encuadre perfecto, con un timing perfecto, con un vestuario de caerse de espaldas, unas lentes y una profundidad de campo que marcan época, una fotografía que le va como anillo al dedo a la historia, actores que realmente son personajes y una música fuera de serie.

El Escritor es de lo mejor que he visto este año. En realidad, declaro mi amor ciego por Polanski, que sin duda, es un genio.

La primera secuencia de la película es representativa (yo sé que las cosas se pueden contar de mil maneras, pero siempre hay una que es especial): un ferry llega a puerto. Los coches empiezan a salir del barco pero se arma un atasco. Algunos coches pitan y hay un pequeño caos. Finalmente, todos los vehículos salen menos uno, que era el que entorpecía el paso. Está en el centro del garaje, parado y sin nadie dentro. El siguiente plano es una playa y un cadáver en la orilla.

Si la Academia se preocupara por el cine y no por la vida privada de la gente, nominaba a Polanski como mejor director de cine. Nolan tiene todavía demasiada carrera por delante. Y El escritor es, con diferencia, el mejor homenaje al cine clásico de Hollywood. O de otra manera, la película de Polanski es de esas que, una vez que la has visto, no te abandona jamás. ¿Se puede pedir algo más a una película? ¿No es el mejor regalo que te puede hacer un director de cine?


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03 septiembre, 2010

Sobre Glee

Cuando me hablaron de la existencia de Glee, reconozco que me dio bastante pereza. La temática de instituto nunca me ha llamado demasiado la atención y desafortunadamente, el antecedente inmediato de la serie no es Grease sino High School Musical.

Y me he llevado una sorpresa de lo lindo, sobre todo en los primeros trece episodios, una tanda que parece concluir con toda la trama y que luego se alarga hasta el final de temporada con bastantes altibajos, aunque siempre con bastantes detalles que hacen su visionado obligatorio.

Su punto fuerte se encuentra en la gracia de sus guiones, porque la serie tiene bastante gracia aunque la vendan de otra forma. Y su otro punto fuerte, por supuesto, es su carácter musical.

Cada personaje vale su peso en oro y, en realidad, todos podrían tener su propia serie (aunque ya saben por el anterior post que lo mejor de lo mejor son las apariciones de Jane Lynch. La persona que escribe su papel se merece entrar por la puerta grande en la historia de la televisión).

El creador, Murphy, se ha tirado a la piscina, pero lo ha hecho con trampa. Me explico: si bien es cierto que el mundo del musical, a diferencia de hace diez o quince años, ahora tiene mucho tirón, me molesta profundamente (y es el único problema que le encuentro a Glee) la necesidad visceral de encontrar una fuente de sonido real a las canciones.

En ningún momento aparece la música de la nada y los personajes cantan saltándose la reglas realistas del relato, sino que siempre sale de un ensayo, de un CD, de un piano... No se trata de un auténtico musical de cine o televisión, sino que es la historia de unos chicos que cantan y, por tanto, hay música.

Y es evidente, tal y como está contada la historia, que tener una fuente de sonido tangible en pantalla es sólo una excusa para tener un número musical en toda regla. Me da la sensación de que Murphy cree que así consigue que gente a la que no le gusta el musical acepte la serie como tal.

Por mi parte, creo que es una equivocación.

La escena que pongo a continuación, con una maravillosa Kristin Chenoweth (ya saben mi devoción por esta cantante) es la secuencia musical que más me ha gustado de toda la temporada. La canción, que es un mezcla de dos canciones, ya había sido versionada de esta manera por Barbra Streisand (en un dueto magnífico con ella misma).

Y es un ejemplo perfecto de lo que intento explicar: es un número musical en toda regla, con los dos cantantes moviéndose por el espacio de la casa y aceptando todas las reglas del género. Por eso, no sé por qué diablos la Chenoweth tiene que comenzar poniendo el CD en el equipo de música (aunque esa imagen no la puedo poner porque la Fox no me deja subir el vídeo a Youtube y tengo que poner otro ya empezado).

Por otra parte, aunque suene a sacrilegio, este número musical es incluso mejor que la versión de Barbra: las dos voces son magníficas y la química es evidente. Y cuando la Chenoweth se tumba en el sofá y cambia a A House is not a home de Bacharach (que además es una de mis piezas favoritas)... pufff... de ahí al final de la canción me dan ganas de llorar, se me pone la piel de gallina y pienso en el talento desmesurado que hay detrás de estas imágenes...

Porque Glee rebosa talento por todas partes.

Youtube no me deja insertar el vídeo personalmente como me gustaría, es la primera vez que me pasa, pero este otro, aunque no empiece donde yo quiero, también está bien...

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