28 marzo, 2012

The Sand Pebbles y el Conciertazo de El Perfume

Candice Bergen con 19 añitos

Estos días ando a la búsqueda de clásicos del cine que por algún motivo no he visto. La aparición por arte de magia de un BluRay con The Sand Pebbles (con una espléndida, espléndida, espléndida copia) me ha brindado la magnífica oportunidad de acercarme a esta película, que en España se llamó El Yangtse en llamas.

En realidad, hace años que le estoy dando vueltas a esta película. El disco con la música de Jerry Goldsmith es uno de mis favoritos. Y hay algunas personas que, como yo, ven las películas exclusivamente por la música que tienen (y por eso he visto Rambo).

Pero desde el principio, sabía que The Sand Pebbles iba a ser diferente. Está dirigida por Robert Wise, que no sólo es el montador de Ciudadano Kane, como le gusta repetir a todo el mundo, sino el director de West Side Story, Sonrisas y Lágrimas, Ultimátum a la tierra y Star Trek, entre otras.

Y para hacer esto un poco corto: The Sand Pebbles es, desde hace una semana, mi película favorita de Robert Wise. Una obra maestra con mayúsculas. Y eso que yo no he sido de películas bélicas ni nada de eso (en realidad, me gustan las películas con plantas que cantan).

Me recuerda a los mejores films de David Lean: superproducción inimaginable y buenos personajes en una mezcla casi perfecta. Y es que llama la atención el movimiento de masas, de decorados desmesurados, de miles de personas en plano. Son cosas que hoy en día no se ven porque realmente son irrepetibles (y costosísimas, porque esas personas tienen su vestuario, su paga y su comida. Hoy se sustituyen por muñequitos virtuales).

La edición viene con buenos documentales en donde nos cuentan desde la construcción del barco hasta la mala leche que tenía Steve McQueen, auténtico protagonista de la película (menos cuando sale en plano con Richard Creena, que se come a todo el que comparte pantalla con él). Y nunca el amaneramiento actoral de Richard Attenborough estuvo más justificado.

Y una joven Candice Bergen con cara de mosquita muerta. Ahora, casi cincuenta años más tarde, es muchísimo más guapa (lo que seguramente me convierte en un depravado. Nada nuevo). Y que voy a decir de Goldsmith y una de sus obras maestras... bueno sí, que he tenido la suerte de escuchar esta pieza en directo, hace años, bajo su propia batuta.

Una última curiosidad: The Sand Pebbles fue siempre un proyecto deseado por Robert Wise (hasta el punto que cada año, hasta su reciente muerte, celebraba una fiesta homenaje con el equipo de la película). Pero el rodaje fue infernal y la preproducción complejísima. De hecho fue tan complejo, que mientras preparaban guión y construían el barco para la película, el productor le propuso a Wise rodar una peliculita para mitigar la espera: Sonrisas y Lágrimas (The Sound of Music). 

El productor, Zanuck Jr., comenta que sólo ha vivido dos experiencias terribles en un rodaje: The Sand Pebbles y Jaws (Tiburón). La primera por logística y la segunda, porque el bicho del título no funcionaba.

Aquí, el trailer:


PD: Estos días he podido disfrutar de un magnífico concierto de música de cine en el marco del Festival de Las Palmas de Gran Canaria. Con la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, se agradece que el repertorio fuera innovador: una primera parte dedicada a Umebayashi y una segunda parte dedicada enteramente a El Perfume (lo cual me hace feliz porque creo que una de las bandas sonoras más brillantes de los últimos años).

Y como soy un parásito social, grabé un par de minutos del concierto en el móvil... para vosotros:



19 marzo, 2012

Sherlock y Lang Lang


Terminada la segunda temporada de Sherlock (que se puede hacer en un día ya que son sólo tres episodios de hora y media) sólo me queda decir una cosa: obra maestra de la televisión. Impresiona el nivel de los actores, de los guiones, el refinamiento de los personajes y, sobre todas las cosas, el acabado formal... la realización... el producto final.

No se trata de comparar, pero teniendo en cuenta que la primera temporada de Sherlock coincide en el tiempo con el primer Sherlock Holmes de Robert Downey Jr., y la segunda temporada con la segunda parte de la película... se presta a este tipo de juego. Y es que son dos visiones completamente enfrentadas: donde la BBC actualiza el género jugando la baza del clasicismo actualizado (y metiendo la tecnología como uno de los temas principales), los americanos conservan a Holmes en su época, intentando darle un toque clásico que, según mi punto de vista, no acaban de conseguir por una puesta en escena completamente inadecuada.

De hecho, creo que el gran problema de las películas es la elección de su director, grande en otras ligas. Quiero decir, no puedes pedirle a Guy Ritchie que sea un director de cine artesanal porque se ha labrado una carrera con una forma muy particular de dirigir cine. Es como pedirle a Tarantino que dirija un guión que no es suyo o a Hitchcock que haga un musical.

La serie de la BBC cuenta los flashbacks con verdadero ingenio, la forma de mirar de Holmes te mantiene pegado a la butaca y, cada vez que hace muestra de su ingenio, lo admiras como si fuera real. Y la música, amigos míos, esa música de David Arnold que es una auténtica obra maestra...

Y si te gusta Londres, este es el Londres mágico. La serie Sherlock recupera al héroe inglés en una temporada superior a la primera (y ya es difícil), y al mismo tiempo, recupera un Londres de ensueño. Más clásico imposible.


Por otra parte, sigo completamente enganchado a la banda sonora de My Week with Marilyn. He intentado con todas mis fuerzas ignorarla porque no me gusta nada cuando un compositor hace la melodía principal y es otro el que hace el resto de la banda sonora. Son técnicas que han existido en el cine desde siempre pero que se han vuelto a poner de moda en la época Zimmer.

Sin embargo, adoro a las dos personas que firman el disco: melodía de Alexandre Desplat; música de Conrad Pope (para los menos fanáticos de la música de cine: según mi punto de vista -ya que sobre esto hay diferentes visiones- Pope es el gran orquestador de John Williams y el que mejor ha captado su esencia).

El disco me acompaña trabajando, en el coche... y se ha convertido en música de cabecera durante las últimas semanas. Y buscando cosas sobre esta preciosidad, me he encontrado con la presentación de la película a los medios. Y el productor (mítico Harvey Weintein) presenta al pianista Lang Lang, que también toca la pieza principal en el disco, para deleitar a los oyentes con el tema de Marilyn (que es el compuesto por Desplat).

Lang Lang, acostumbrado a tocar tropecientas mil teclas por minuto, se enfrenta a una pieza sencillita y melancólica. El que es considerado mejor pianista del mundo tocando a Desplat. Y yo veo el cielo con estas imágenes:

12 marzo, 2012

Hugo, Marilyn y la series de televisión

Martin Scorsese rodando con alta tecnología
Con la llegada de la temporada de los Oscars las pantallas se enriquecen. Ir a la puerta del cine y no ver nada de calidad cambia por “voy a ver esta o esta… no, veo esta y esta otra me la bajo”.

Yo, salvo que me haya perdido algo fuera de serie, he seleccionado bastante bien mis dos últimos visionados, porque son algo fuera de lo común. Hablo de Hugo, la película de Scorsese que, directamente, es una obra maestra y un acto sublime de amor al cine. Contar algo de la película es spoilearla y no es plan.

Cuando uno se sienta en un cine a ver una película en 3D de Scorsese, sabe que de alguna manera, va a ver una aplicación realmente sensata de las tres dimensiones. Scorsese es un contador de historias que utiliza la imagen de forma majestuosa. Y realmente el film impresiona (y asusta pensar que otros directores crean que tienen la misma capacidad y den rienda suelta a las 3D. Por tanto, me ha gustado verla con gafas pero lo digo en voz baja).

Y cuando en medio de esa parafernalia tecnológica, vemos en la misma proyección una película de Melies como la de la llegada a la luna, el espectador cinéfilo sufre una catarsis difícil de explicar.

Hugo no es la mejor película de Scorsese, pero está entre las grandes. Y jamás (y no hablo de Avatar) se ha visto una forma de contar las cosas como esta. Scorsese hace suyo otro espacio diferente al habitual y lo hace de forma brillante.

Y además, se muestra París a principios del siglo pasado, preciosista, encantadora. Hugo guarda muchos trucos, muchos personajes y mucho encanto.

Por otra parte, Mi semana con  Marilyn es otro canto al cine. Si todos sabemos lo que sufrió Laurence Olivier al rodar El príncipe y la Corista con la Monroe… ahora por fin lo podemos ver en imágenes. Entre lo patético y lo mítico, la película se desenvuelve con imágenes desgarradoras para cualquier amante del cine.

Y amigos, esta hay que verla en versión original, que nadie se pierda al Brannagh manejando la dicción de Laurence Olivier ni a Michelle Williams dándolo todo por el papel de su vida.

Y por si fuera poco, vemos un poquito de la historia de Vivien Leigh (una guapísima Julia Ormond, actriz con demasiada mala suerte como para ignorarla) y a Judi Dench como Dame Sybil. Por último, no ser un admirador de Harry Potter ha hecho que me topara por sorpresa con el talento y la hermosura de Emma Watson (que sinceramente, también está espléndida).

Altamente recomendable.

En cuanto a series de televisión, sigo metido en The Office, que tras el bajón de la salida de Steve Carell, parece que han puesto toda la carne en el asador y tras media temporada flojita, ahora es absolutamente desternillante. En este momento, la mitad de la oficina se ha ido a Florida a abrir una tienda -un viaje de tres o cuatro episodios que es de risa floja continua.

Como conocí a vuestra madre sigue su tónica ascendente y cada episodio es mejor que el anterior. Ahora les ha dado por el slapstick, un humor visual poco corriente que me obliga a pausar las imágenes y repetir un par de veces las secuencias para asegurarme del absurdo. Con esta temporada, han llegado a la genialidad.

Fringe está en su mejor momento. Es curioso como sufro con esta serie, siempre a punto de la cancelación y cada vez mas interesante. Los productores han conseguido que la historia, con lo complicada que es, quede clarita y diáfana. Y algunas preguntas que me llevaba formulando desde el año pasado, ya tienen respuesta. Obtener respuestas en una serie así es para darse con un canto en los dientes. Y como buen fan, ahora estoy mordiéndome las uñas tras un pequeño parón de cuatro semanas.

Smash me tiene hablando solo
Se han incorporado a mi imaginario tres series más: Terra Nova, que es muy flojita pero salen dinosaurios (¿quién no quiere ver una serie en la que salen dinosaurios?); Smash, a la que dedicaré el siguiente post porque es una obra maestra (y estoy enamorado de Katharine, la morenita), y Alcatraz, que es muy entretenida pero está en un punto que no sé si me engancharé o me decepcionará. Como las buenas series americanas, el punto de partida es magnífico pero tiene que evolucionar a algo. De cualquier manera,  los personajes de Alcatraz son lo suficientemente buenos como para aguantar un tiempo. En dos palabras: todos los presos de Alcatraz desaparecen en 1.963, cuando oficialmente cierran la cárcel. Ahora, en 2012, comienzan a aparecer uno por uno, con el mismo aspecto que tenían hace casi cuarenta años.

Y si no han oído Let me be your star de Smash, se están perdiendo una de las grandes canciones de los últimos tiempos. Pero eso lo dejo para el próximo post. Desafortunadamente, creo que la canción empieza tras la publicidad: