24 febrero, 2010

Vídeo oficial de Till I hear you sing (la segunda parte del fantasma)

Hoy tenemos el vídeo oficial de la primera canción de la segunda parte de El fantasma de la ópera, Love Never Dies. Es la misma canción que ya posteé en su momento, pero que ahora tiene su vídeoclip. El audio es el mismo (el disco está grabado hace bastantes meses). Lo que cambia es que ahora lo han horterizado.

Siempre he pensado que los videoclips de musicales (por no hablar de los de Lloyd Webber) son absolutamente nefastos. Malos. El del primer fantasma es, posiblemente, el peor videoclip de la historia. Y el de All I ask of you, del mismo musical, con Cliff Richard y Sarah Brightman abrazándose con olas de mar rompiendo al fondo es el colmo de la idiotez (además, con decorado virtual).

Este vídeo no es que sea ni bueno ni malo, es totalmente anodino, seco y estéril. Eso sí, la canción sigue siendo preciosa.



Y ya de paso, les pongo el horror en imágenes: las olas del mar en All I ask of you.


22 febrero, 2010

Las ideas que fluyen y confluyen

La aparición de un falso documental sobre un pionero director de cine australiano me tiene hablando solo, porque durante años, fue la idea que barajé para dar "el gran salto". Por supuesto que, a estas alturas, ya no me planteo nada de hacer cine (aunque sigo guardando ideas que, en el fondo, me da un nosequé contar... porque a lo mejor...)

Cuando estaba en la Facultad de Ciencias de la Información, estuve durante dos o tres años barajando hacer un corto en forma de falso documental. La historia se basaba en un superhéroe español que estuvo en activo durante la Guerra Civil. Entre entrevistas a algunos viejales del lugar y algunas falsas imágenes de la época (desde fotos borrosas hasta algunos segundos de metraje rescatados por alguna misteriosa filmoteca, en donde nuestro héroe hasta volaba un rato), finalmente dábamos con el tipo, todavía vivo, que vivía en una residencia de ancianos.

Con el tiempo, esta idea derivó a otra: un señor se encuentra debajo de la cama, en una casa abandonada, unas películas españolas de nitrato de finales del siglo XIX. O sea, recién inventadito el cine. El tipo, creyendo que son una curiosidad, las lleva a una Filmoteca... y a todos los estudiosos se les quedan los ojos como platos al descubrir que un españolito medio, desconocido, en 1.898 había movido la cámara en una especie de travelling rudimentario.

Esto es, mucho antes del primer travelling de la historia.

Estas ideas siempre me han gustado porque, entre otras cosas, me hubiera permitido trabajar en esas imágenes antiguas (que era lo que realmente me apetecía rodar).

Y ahora Peter Jackson ha producido un documental que, esencialmente, es lo mismo. Aparecen las películas de un director de cine australiano y resulta que es un adelantado a su tiempo, un auténtico pionero digno de estudio. En Australia, aún siendo falso, ha causado bastante repercusión (por los atontaos que piensan en plan "algo de verdad tendrá"). El documental se llama La verdadera historia del cine.

No es la primera vez que me pasa, pero está claro que, como decía un profesor mío, las ideas son sólo ideas hasta que alguien las materializa. He llegado a creer (huyendo absolutamente del concepto romántico) que las ideas realmente están por ahí y sólo hay que cazarlas.

También recuerdo a un cantautor que, después de escribir una canción magnífica, se compró el último disco de Serrat y, esencialmente, oyó su canción. Sin posibilidad de plagio ni de nada. Simplemente, Serrat cazó la idea antes que él.

Y es que nunca sabes de donde salen estas cosas. Pero hay una historia que me encanta. Igual que la famosa frase "la vida es lo que te pasa mientras estás haciendo planes", siempre tengo presente la historia de la pintora GeorgiaKeeffe (y que el mes pasado recordé en el libro de Eleanor Coppola, del que todavía no he hablado):

Con 70 años, Georgia cogió un largo vuelo y se plantó en Japón. Allí le enseñaron templos y jardines, grandes museos y ciudades enteras. Conoció a los mejores artistas que habían sido reconocidos como Tesoros Vivientes Nacionales. Al regresar, todo el mundo esperaba su nueva exposición y comprobar las influencias de ese viaje. Y lo que pintó fue lo que realmente le hizo muy, muy famosa: la serie de nubes inspiradas en lo que había visto por la ventana del avión en su largo vuelo.

Las ideas nunca sabes donde están ni donde se encuentran, pero están ahí, delante de nuestras narices.

17 febrero, 2010

Pequeño, pequeñito análisis de los Goya

A lo mejor lo digo todos los años, pero como a mi me gusta más una entrega de premios que a un tonto una pelota, este año la ceremonia de los Goya fue la que más he disfrutado en su ya largo recorrido. Y les aseguro que tengo cierto historial en estos premios.

La gala fue dinámica y estuvo presentada por el genial Buenafuente, aunque para ser exactos, cuando realmente estuvo divertida fue con la presencia de Rosa María Sarda en escena. Los golpes de efecto fueron geniales, tanto por el tsunami escénico como por la aparición por sorpresa de Pedro Almodóvar.

Me gustó ver a varios amigos recogiendo premios. Los sentimientos son variados, entre la envidia malsana y el aplauso en el salón de casa. En cualquier caso, lo he dicho en varias ocasiones: los que se dedican al cine tienen una sangre especial y por cada gala a la que van de etiqueta, hay muchas madrugadas despertándose a horas inhumanas y acostándose a horas más inhumanas todavía. Sólo por esa cantidad desmesurada de horas y como se dejan la piel en su trabajo, cualquier persona de un equipo de cine debería recibir un premio. Sin excepción.

Y no sabía que los productores de Malena es un nombre de tango (la primera peli en la que participé) habían producido El secreto de sus ojos. No sabía que la Ayudante de Producción de Malena había producido Garbo. No sabía que el guión de Agora (con el canario Mateo Gil como co-star de Alejandro Amenábar) estaba nominado...

Pero sin duda, los dos grandes momentos de la noche son muy oscuros: el Goya a Antonio Mercero y el vídeo de los que han fallecido este año (espectacularmente montado con la música de Gordos, de mi amado Pascal Gaigne).

Y ahora me remonto a hace unos quince años: mi buena amiga Susana, que está verdaderamente relacionada con el mundo del cine, de primera mano (no como yo, que viví de esto un lustro y lo estoy contando el resto de mi vida), consiguió entradas para el estreno de Canción de Cuna, la última película (por aquel entonces) de José Luis Garci.

Yo, como siempre y al contrario que la crítica y la población, creo que el mejor Garci es el del principio: el de Sólos en la madrugada, el de Las verdes praderas, y sobre todo, el del Crack I y II. El Garci histórico, el que viene a partir de Canción de Cuna, me gusta menos. Películas de un solo visionado. No repito.

No recuerdo como fue el estreno, pero si recuerdo que después nos fuimos de copas con algunos famosillos de tres al cuarto. Y Susana me presentó a un tipo que estaba dirigiendo algunas cosillas para televisión y que, curiosamente, coincidía de pleno conmigo en la valoración de Garci: que si el Garci de El Crack era el mejor, que si sus movimientos de cámara... que si terminaba las secuencias con un plano general...

Y entre copa y copa, decidimos que nosotros dos éramos el equipo perfecto para escribir El Crack III. Y con el calor del alcohol, comenzamos a imaginarnos historias de Germán Areta en su jubilación.

Casi me caigo de espaldas cuando este tipo me cuenta cosas de su infancia, de Nerja, de Pancho y de Desi. Porque Ignacio era Ignacio Mercero, hijo de Antonio Mercero. Y como yo, en realidad, nunca me entero de nada, cuando vi a Ignacio subir al escenario, en plena ceremonia, para entregar con su hermano el Goya de honor a su padre, me puse loco de alegría.

Y la alegría se congeló en mi cara cuando poco a poco dejan caer que Mercero no está ahí, que tiene Alzheimer, y que afortunadamente, ahora puede ver Cantando bajo la lluvia, su película favorita, todos los días como si fuera la primera vez. El vídeo de la entrega del Goya a Mercero en persona, con la presencia de Alex de la Iglesia en su casa, es devastador. Y no paro de pensar en si Antonio ya lo sabía, secretamente, cuando rodó su última película ¿Y tú quien eres? sobre la enfermedad.

Sigo: los premios estuvieron muy bien entregados. Y esto lo digo desde la corrección: Celda 211 es una muy buena película, pero no se acerca ni por asomo a la maestría de El secreto de sus ojos, una de las mejores películas de la década. Sin discusión.

Y Ricardo Darín es Dios. Y el plano secuencia del estadio de fútbol un prodigio de la técnica. Y hace años que no veía un papel femenino tan magistralmente escrito.

Pero claro, Celda 211 es mejor que Agora y Los abrazos rotos juntas. Por eso vale la pena ver a Daniel Monzón subir al escenario. Y ya saben que yo soy un fiel seguidor de La Caja Kovak, su anterior película.

Y ya está, que me voy al cine a ver a Benicio del Toro con pelos en los mofletes. Por lo menos, con más pelos de lo habitual.

Vídeo de Antonio Mercero (con mucho cariño, respeto y desde el corazón):


12 febrero, 2010

Francoise Dorléac, demoiselle de Rochefort

Como la época Lloyd Webber, la época Sondheim, la de Grusin, la de Williams, la de Elfman, la de Goldsmith (bueno, esa es para siempre), llevo unos cuantos meses en "estado fanático" persiguiendo todo lo que puedo del compositor Michel Legrand.

Y aunque siempre me ha gustado Legrand, cosa que he dejado patente en varias ocasiones, cuando he escrito sobre la partitura y canciones de Yentl, de Los paraguas de Cherburgo o la sublime melodía de Verano del 42, lo que estoy sufriendo estos días solo se puede comprender desde una mente enferma de coleccionista esquizofrénico. Yo, y posiblemente los que leen estas líneas, saben lo que es esto...

Gracias a Legrand, ayer me di cuenta de que disfruto mucho más de Les demoiselles de Rochefort que de cualquier otro musical. Dicho de otra manera, no sólo es una obra maestra sino que por fin acepté que, enfrentándome al famoso tópico basado en que "es la hermana pequeña de Los paraguas", es superior. En realidad, Les demoiselles es una de mis diez películas para la isla desierta (aunque también me llevaría Los Paraguas, en un caso claro de fanatismo Legrandiano).

Y el pasado martes decidí que era un buen momento para comprar una edición genial en DVD con las dos películas musicales de Demy, Legrand y Catherine Deneuve. El precio: 11 euros. Ni dudarlo (¿algún día me darán comisión por estos consejos?). Y aunque ya tenía Los paraguas, en este DVD con dos discos, la versión de Les demoiselles es la restaurada a mediados de los 90.

Y claro, no sólo está la magnífica dirección de Demy (¡cuánto talento, Dios mío!) y la tremendísima partitura de Legrand... están los colores, la vitalidad, la comedia negra, el enredo, Gene Kelly, George Chakiris en pleno éxito por West Side Story, una genuina Catherine Deneuve... y además, ¡es que en esta película está la bella Francoise Dorléac!

Para los que no la conozcan, es la actriz de la foto. Guapa, guapísima y con un talento sobrenatural. Cuenta la leyenda que Francois Truffaut quedó tan prendado de Dorléac que le prometió hacer una película para/con ella cada seis años. Cuando rodó Les Demoiselles, Dorléac sólo tenía 25 años y más de veinte películas sobre sus hombros, dirigidas por tipos como Polanski o Val Guest.

Sus padres también eran actores. Y su hermana, que no quería ser actriz, al final también terminó dedicándose a esto, casi de rebote. Pero hoy día, prácticamente nadie recuerda a Dorléac porque, a los pocos meses de estrenarse Les Demoiselles, la actriz de brillante porvenir se estrelló con su coche en los campos de Niza. Y murió.

Su hermana actriz, que en principio sólo actuaba para costearse algunos caprichos y no se tomaba su carrera demasiado en serio, nunca pudo hablar sobre ella abiertamente. Calló hasta hace unos pocos años, que publicó un libro con todos sus sentimientos acerca de su querida hermana Francois Dorléac.


Y cuando veo la película, no puedo evitar pensar que Dorléac se come a su hermana en la película, que también era su hermana en la vida real, la mágica Catherine Deneuve.

Nunca la aparición de la muerte truncó una carrera más prometedora.

Siempre pongo la misma escena de Les Demoiselles de Rochefort, aunque en Youtube hay mil más, pero es que literalmente, estos planos me vuelven loco. Es la escena en la que Fracoise Dorléac y Gene Kelly se ven por primera vez en un caso claro de amor a primera vista. Y él (porque no podía ser de otra forma) ve la vida de otro color y baila como sólo Gene Kelly sabe hacer (ay, y esos acordes y melodías de Legrand, ¿no es el mejor compositor del mundo?, y ese travelling de Demy cuando los dos están agachados, abriendo el plano):


10 febrero, 2010

La casa de Jose María Pou

Por fin le hinqué el diente al documental Máscaras. En dos palabras, se trata del trabajo al que hace frente un actor cuando estrena una obra de teatro. En este caso único, José María Pou se pone en la piel de Orson Welles.

El documental es muy interesante en su contenido. Su continente, en realidad, es cuestionable. No dudo que la gran profesionalidad de Esteve Riambau, su codirector, al que he leído con bastante interés en sus periplos por las revistas de cine españolas.

Es que no le veo demasiado sentido al punto de vista que decide tomar el documental. Durante gran parte del metraje se convierte en un ojo invisible que capta la esencia del actor en sus momentos críticos: cuando se aprende el texto, leyendo en casa e incluso durmiendo nervioso antes del estreno.


Pero claro... no me creo a un equipo de cámaras dentro de su habitación, grabando al actor mientras duerme en su cama antes del estreno. En una película de ficción, me lo creo. En una no-ficción, no me lo creo. Igual que es rarísimo que Pou entre en el ascensor de su edificio, habitáculo extrañamente diminuto al lado del inmenso (en sentido literal) actor y este se coloque en una posición complicadísima para que también pueda entrar un cámara con él. No sería una imagen extraña si Pou hablara a cámara o mostrara la realidad de la situación (que alguien está registrando este período de su vida)... pero intentan que no se note que el cámara está al lado, lo graban todo como si no existiera algo tan físico como un equipo de documentalistas. Sobre el escenario del teatro queda bien, pero en la casa de Pou es muy raro que ignore, como si no existiera, algo tan evidente. Y sólo hay un momento, un segundo, en el que se impone la realidad y es cuando Pou se prepara un baño y mira al objetivo como diciendo "ahora cierro la puerta, lo siento".

Cuestiones de punto de vista aparte, el documental nos deja estar un par de horas al lado de José María Pou, lo cual, según mi punto de vista, es una auténtica delicia.

No recomiendo el documental a los que no se desenvuelvan relativamente bien en tres idiomas: castellano, catalán e inglés. Y ya no hablo más de el documental y ahora hablaré de las enseñanzas de mi hermana y de la casa de José María Pou.

Me remonto a principios de los años 80, cuando mi hermana se sentaba un lunes con una revista cualquiera. El martes seguía con la misma revista, y seguía, seguía... hasta que finalmente, con el cambio de semana, cambiaba la revista y comenzaba con su rutina otra vez.

Un día, le pregunté como aguantaba tanto rato con la misma revista y que me explicara porque la leía de lado, boca abajo... y su explicación ha marcado mi vida: "veo los libros que tienen los famosos en las estanterías".

Desde ese día, no hay foto de famoso que me interese en la que no busco desesperadamente, en sus estanterías, lo que lee, que películas tiene, los cuadros que ha colgado... Y claro, gran parte del documental de Pou está grabado en su casa. Para el que no lo sepa, José María Pou es un cinéfilo de los grandes y, por si fuera poco, un amante de los musicales. O sea, carne de cañón para un pirado como yo.

Y si el documental tiene una duración de un par de horas, yo estuve una hora más en pausa y zoom por sus estanterías, en donde se encuentran ejemplares absolutamente maravillosos de todas las estrellas imaginables de Hollywood, más películas originales que en cualquier centro comercial, más discos de los que yo jamás soñé... Una delicia para mis ojos. Las estanterías de DVDs las tiene tan llenas, que empieza a acumular torres de películas en todas las esquinas, incluido el baño. Terrible... y magnífico.

Me quedo con la ilusión de que, algún día, ese libro de Lloyd Webber y Sondheim que tiene en una de las estanterías, será mío.

PD: Pou, si algún día lees esto, estaré encantado de aceptar una invitación a tu casa: ni soy de los que pido películas prestadas y menos, libros. Sólo con tocarlos y ojearlos, seré el tío más feliz del mundo.

No se pierdan el trailer:


08 febrero, 2010

De sapos, Oscars, autonomías y Hitchcocks

Me gustaría ser elegante y fino, pero no encuentro otra frase más genuina para todo lo que me ha pasado estos días que pillado en medio de una espiral de mierda. Los que han seguido los últimos y escasos post, saben que sufro una falta de tiempo considerable. Al papeleo de hacerme autónomo y comenzar una nueva práctica laboral, ahora se unen los papeles para deshacer la autonomía y continuar como estaba. Por el camino, he ganado experiencia y sobre todo, he quedado mal con mucha gente. Eso sí, he ganado dos cosas: un Mac magnífico (parece el nombre de una hamburguesa) y un carnet para entrar en Makro.

Y he aprendido una cosa: si eres autónomo, cualquier empresario con cierto poder te puede dar una patada y mandarte a la mierda. Gracias. Ahora me quedaré en mi esquinita viendo como cae su revista (o eso espero).

Y de repente, vuelvo a tener tiempo por las tardes. Y eso es genial. Me había convertido en un mueble.

... aunque sigo sin poder hablar de nada. ¿Recuerdan que estaba metido en Alfred Hitchcock presenta? ¡Es que son 78 episodios! Y he visto alguno bueno, bueno de verdad. Lo que indica que, salvando las distancias, una buena historia es una buena historia (porque la dirección, en muchos casos, es discretita, discretita).

En cuanto a las nominaciones a los Oscars, no ha habido sorpresas. Me daría rabia que lo ganara todo Avatar cuando, aún siendo una buena película, tiene rivales como Up in the air y Malditos Bastardos (a mi gusto, lo mejor de este año). Espero que los premios estén repartidos y, en mi mundo particular, me encantaría ver a Kathryn Bigelow cogiendo el Oscar al mejor director: es la ex-esposa de James Cameron. Y que quieren que les diga: Cameron es muy bueno, pero también un poco egocéntrico y verle la carita mientras su ex-mujer coge el Oscar vale por una noche en vela. Además, seguro que Cameron está convencido de que él merece el Oscar.

Y la música, este año, para UP, aunque las cinco bandas sonoras son muy, muy buenas.

El sábado me escapé con mi hija a ver Tiana y el sapo, que tiene cierto aire a película clásica y parece que Disney vuelve por los derroteros que le hicieron famoso. Y aunque, claramente, a la película le falta el espíritu de Menken, hay que reconocer que es muy buena. Tiene ritmo y la historia engancha. Y el malo, es un villano de los buenos.

Lo que he notado es que, aún manteniendo el listón muy alto, cualquier película de animación está a años luz de cualquier producto Pixar. Y con esto quiero decir genuinamente Pixar (porque el equipo directivo está dentro de Disney y John Lasseter ahora es el gran jefe). Tiana y el sapo es una gran película, pero no llega al nivel de UP, Wall-e o mi favorita, Los increíbles.

01 febrero, 2010

En 10 segundos...

En sólo diez segundos, un videoaficionado graba el típico gag por el en que, en Hollywood, pagarían miles de dólares. Y desde luego, comulga totalmente con mi humor. O eso... o no sé por qué diablos llevo riéndome media hora...