28 abril, 2011

Brian Tyler es un compositor guapo

Y no lo digo en el sentido coloquial de "música guapa, guapa". No. Lo digo en el sentido literal de la palabra. Me parece que asistió al Festival de Úbeda el primer o segundo año, al que no acudí por el nacimiento de mi segundo hijo.

Pero las crónicas de Úbeda hablan de un tipo joven y guapo. Simpático. Pero fundamentalmente guapo. Buen músico. Buen compositor. Guapo.

Y eso lo he oído cada año, como si cada mujer, cada gay y cada hombre sin complejos confesara que si hay un canon de belleza masculina en la actualidad, es el de Brian Tyler.

A mi Tyler no me apasiona, aunque reconozco que tiene algún que otro temazo. Me gusta oírlo a ratos, en Spotify, en alguna descarga Sinde-ilegal... pero físicamente no tengo ningún CD suyo.

Cierto es que la banda sonora de Battle Los Ángeles me gusta bastante. Y la de Rambo, la última, en la que hace un sentido homenaje a Jerry Goldsmith. Su carrera es muy comercial, vamos, que no son películas de hablar sino de correr y pegar, pero no hay duda de que ha encontrado su mercado.

Sin embargo, Tyler es amigo de hacer grabaciones, vídeos y cosas que sube a su web y sorprende por muchas cosas. Por ejemplo, por la cantidad de instrumentos que toca: el graba con la orquesta y después, complementa en su estudio. No hace, como otros, puro sintetizador en estudio, sino que coge la guitarra, la batería, el piano... y no lo hace así asá... sino que es un auténtico crack.

Por eso, aunque da mucha pereza (incluso a mi me ha costado un par de días ver el vídeo de sólo cinco minutos) esto es muy, muy bueno. Combina una grabación dirigiendo la orquesta con otra de él tocando la batería sobre la música. 

Además, la pieza, muy típica del cine que hace, suena muy bien. Pero dejemos las cosas claras: Tyler está muy lejos de ser uno de los mejores compositores del Hollywood moderno, pero tiene un talento descomunal.

26 abril, 2011

Los misterios del tiempo - el post

Quiero hablar del tiempo, como cuando nos encontramos con alguien en un ascensor y miramos al infinito.

Siempre que salgo a fumar al jardín, sobretodo si es de noche y hace frío, pienso en cosas raras durante unos minutos para terminar con la misma conclusión de siempre: el cine es estructura y tiempo.

Si tienes una buena estructura, es fácil que tengas una buena película. Si juegas bien con el tiempo, tendrás una obra maestra.

María Isbert, de la que hablo en este post a sabiendas de que he omitido la muerte de algunos de mis ídolos en los últimos meses (caso de John Barry) ha muerto hace poquito, por lo que El Mundo ha recogido la que sea, posiblemente, su última entrevista frente a una cámara de televisión. Y aunque María ha muerto muy mayor (edad en la que todos soñamos morir), la realidad es que su mente estaba lúcida y en perfecto estado. Y cuenta que el gran secreto de la actuación, igual que en la música, está en los silencios. 

Y nosotros, gracias a la historia del cine, sabemos que los grandes momentos del cine vienen con grandes silencios. Y por eso me han encantado sus declaraciones, tan simples, tan directas, tan llenas de experiencia.

En otro ámbito de cosas (temporales, eso sí), estoy entusiasmado con Source Code. Me apasionan las películas que juegan con la línea temporal y esta es especialmente buena, aunque pierda los papeles en alguno de sus giros. 

Lo realmente apasionante de Source Code es como engaña en su filosofía como película. Quiero decir, la venden como una de las grandes superproducciones del año y es una película muy, muy pequeña. Pero yo no me di cuenta hasta que leí las declaraciones de su director, Duncan Jones, en las que afirmaba que quería entrar en Hollywood con una película de gran productora, pero que fuera pequeña y manejable. ¿Pequeña y manejable Source Code?

Y... ¡PUM! ¡Caí en la cuenta! ¡Me había engañado! Comienzo a analizar la película y efectivamente, debe haber costado dos duros. Aunque en EE.UU., que en los presupuestos meten desde aviones privados hasta vacaciones familiares de los actores e incluso cocaína para el rodaje - esto último lo afirmó Dennis Quaid la semana pasada-, debe haber costado algo más.

A lo que voy, por lo que supone de gasto de producción, es una película que se podía rodar en España... pero no lo hacemos. Y desde luego no es por falta de talento (que cuando las cosas salen bien, salen realmente bien) sino por falta de ideas (léase guionistas).

Por otra parte, los guionistas tienen un sueldo decente en la televisión, ¿para qué trabajar gratis? Y es que los productores de cine español son poco amigos de pagar bien la película cuando está por escrito. Y es que ahora, con tanto bloguero suelto, se sabe todo. Más incomprensible es poner un montón de dinero para hacer una película española, en plan superproducción, y presentar un teaser trailer como el del Capitán Trueno, que está entre la indecencia y la película amateur de un grupo de amiguetes con vocaciones cinéfilas.

En otro orden de cosas temporales, es apasionante el libro de Hitchcock que tengo entre mis manos (sí. Era totalmente innecesario comprar otro libro del director ingles, empiezo a contarlos por decenas... pero la carne es débil y la mía, flaca y reluciente por mi visible dieta, más débil todavía). Se llama Los Tesoros de Alfred Hitchcock y es carito, por lo que he tardado un par de meses en comprarlo.

Esa mirada, esa ternura
Cada vez que el libro y yo nos cruzábamos en una tienda, nos echábamos miraditas. Yo lo toqueteé varias veces sabiendo que era absurdo porque viene precintado. Y Hitch me miraba con esa mirada remolona que da miedo y risa al mismo tiempo. Y al final, llegando a la conclusión de que jamás tendré 40 euros libres para comprarme otro libro de Hitchcock, decidí hacer lo que hacen las personas responsables: endeudarme.

El libro es mágico y tiene sus sorpresas. Sus fotos son inéditas (y ya es raro ver una foto de Hitchcock que no sean las de siempre) y cada pocas páginas, aparece un sobrecito con copias perfectas de documentos del director... desde su certificado de nacimiento hasta cartas, páginas de guión, telegramas e incluso un par de álbumes (que plural más raro) de fotos familiares.

Es una delicia ver su letra, ver los apuntes de las esquinas en sus guiones y examinar con lupa cada rincón para encontrar algún dato inédito que se le haya escapado a alguien. Una maravilla.

Y por último, pero también sobre el tiempo, creo que vamos a tener marejadilla este fin de semana. Me dejo tantas cosas en el tintero, que dejamos a Colombo para otro post: "Ah, una cosa más..."

14 abril, 2011

Planazo, planazo

Cinéfilo hasta la médula pero poco exigente. Quiero decir, aunque soy muy crítico con lo que veo, hay una realidad tangible, este blog y gran parte de mi vida se basa en ver películas. Y ya pueden ser horrorosas que, mientras las veo, me lo paso como un enano. Otra cosa es que las olvide a los diez minutos o sea consciente de que son malas, malas.

Y en todas las películas encuentro un planazo. Es raro que ese plano llame la atención fuera de su contexto, pero una vez metido en la trama, ese plano me deja noqueado y me dan ganas de levantarme de la butaca (en el cine) o del sofá (en casa) para aplaudir como un canalla al tipo que lo ha hecho.

En la última de los Coen el planazo se encuentra cuando la chica sale del río con el caballo, con su cara acercándose a cámara y con la velocidad ligeramente alterada, o en la película que vi ayer, Largo Winch, es un picado del protagonista al timón de una lancha, con el mar, literalmente, ocupando tres cuartas partes del encuadre.

No me pregunten la razón, pero en todas las películas encuentro ese planazo, que está ahí, como un aliciente más.

Hoy veo el trailer de Rise of the Planet of the Apes (en la que confiaba muy poco hasta ver sus imágenes) y saltándose todo el protocolo de los planazos, he encontrado la imagen que me cautiva, la imagen que realmente me lleva al cine. Y por primera vez, es una imagen virtual, un efecto especial, un truco.

Un planazo en toda regla que les obliga a ver todo el trailer. ¿Por qué? Porque tras todo el espectáculo, después del título de la película, hay un primer plano de un mono pensativo, maquinando maldades. Es escalofriante.

El tipo que ha hecho ese plano en concreto, se merece llegar al cielo de los tipos con talento.

11 abril, 2011

I´m Still Here

Finalmente pude ver el revolucionario documental de Joaquin Phoenix. Bueno, revolucionario para él, que según sus palabras "trata de la búsqueda de identidad del artista".

Y aunque tiene ratos divertidos, este documental es una memez. La mejor parte, la que corresponde a la labor de engaño continuado a sus colegas (que incluye una escena magnífica con Ben Stiller) está amañada, o sea, Ben Stiller actúa y sabe la verdad de toda la historia.

Y su supuesta transgresión es insípida. No. No me ha gustado. Otra cosa (y son palabras mayores) es como el fenómeno periodístico se puso en marcha cuando Phoenix decidió dejar de actuar y comenzar a rapear. Sus apariciones en televisión son mejores que el documental en sí (y aquí, en este blog, ya escribí sobre su entrevista en David Letterman).

Pero cuando descubrimos que la historia no tiene nada que ver con la realidad, que simplemente Phoenix está encarnando otro papel, el documental se diluye entre las manos como una estupidez sin límites.

Y yo, que creo que este tipo tiene realmente talento para la actuación, he sonreído cuando he encontrado en Youtube su vuelta al show de Letterman , esta vez, disculpándose y con una entrevista como Dios manda. Eso sí, se nota que al presentador no le ha gustado que Phoenix le utilizara para todo este montaje... y aunque lo diga de broma, algo siempre queda.

Pero lo mejor de todo es que, en alguna de las entrevistas que vi de Phoenix se le compara con Corey Feldman. Mi generación no ha olvidado a Corey, que desde Los Goonies hasta Gremlins, tan buenos ratos nos hizo pasar.

Pero... ¡atención! No se comparaba a Corey Feldman con Phoenix por el hecho de ser un actor que, de repente, en un extraño giro de la vida, decida ponerse a cantar (de hecho, Corey creció y no le llamaron más para hacer películas), sino por lo mal que cantan los dos. Y claro, Corey lo intentó en serio. No he visto vídeo en Internet que me despierte más vergüenza ajena que este. Hasta me cuesta ver las imágenes, ver como intenta ser tan cool y...

06 abril, 2011

Breve historia de los Títulos de Crédito

Creo que después de más de 600 post y un montón de años de blog, ya conocen mi fascinación por los títulos de crédito en el cine, por la música que los acompaña y sobre cosas tan variopintas como el plano que abre una película. 

En Internet, en la página artofthetitle, me he encontrado un resumen de dos minutos que recoge la esencia de este desmesurado amor por los créditos iniciales, las imágenes que te preparan para el espectáculo y que, gran parte de las veces, son un espectáculo en sí mismas.


A Brief History of Title Design from Ian Albinson on Vimeo.

04 abril, 2011

Érase una vez en América

Este señor de la foto es Sergio Leone, que para un servidor, es uno de los más grandes directores de cine de la historia.

Lo conocí tarde porque he desarrollado mi gusto por el western con edad tardía. Vamos a ver, siempre me han gustado las películas de indios y vaqueros, pero no veía más que eso: indios y vaqueros.

A Sergio Leone cuesta más comprenderlo y quererlo que a otros grandes directores de cine y tiene una explicación más que razonable: la tecnología. Porque es fácil ver un Billy Wilder en televisión: su fuerza radica en lo que cuenta, la rapidez de sus diálogos, la mordacidad de sus personajes. Pero en el caso de Leone, la gracia y el verdadero talento de sus películas está en cómo lo cuenta. Y para eso, es necesario (repito porque no es una tontería, es una necesidad fundamental) verlo en el formato adecuado. En el formato rodado. 

Y en televisión y en VHS ha sido siempre prácticamente imposible ver las películas de Leone a 2,35:1... bueno, es que en este formato, las bandas negras ocupan un gran porcentaje de la pantalla. Y aquí la tecnología se ha puesto a su favor: hoy las televisiones son panorámicas; el Blu-Ray presenta unas copias más que decentes y si buscamos bien, hay algún DVD extrañamente bien editado (bueno, y hay otros que siguen sin respetar los formatos).

Y para empezar este (prometido hace tres años) comentario sobre Érase una vez en América, hay que decir que la gracia de Leone es que cuenta las cosas muy, muy bien. Y aunque todos los directores actuales se desviven y se les hace la boca agua cuando hablan de la influencia de Leone en su cine, la auténtica realidad es que mantener los planos como lo hacía él, con el tiempo necesario... cuando un personaje espera, el espectador espera con él... cuando el montaje se convierte en el auténtico lenguaje de un cineasta... pues todo eso, hoy, brilla por su ausencia.

No digo que las películas de hoy sean malas (Cisne Negro está ahí para recordarnos que en este mismo año se han hecho obras maestras), pero como dijo Robert De Niro una vez sobre su amigo Martin Scorsese: "no sé lo que es, hay películas buenas y después, hay otras con ese algo que las hace superiores".

En segundo lugar, Érase una vez en América, entra dentro de ese terreno pantanoso de las películas que cuesta ver. Yo ya escribí sobre ello en algún post en algún lugar perdido de este blog, pero como Vidas rebeldes, Poltergeist o Il Postino, es de esas películas en que la vida real deja un sabor amargo a sus imágenes. Su particular tragedia.

Sergio Leone, exhausto por un trabajo más que exhaustivo con esta película, comenzó a tener problemas del corazón cuando la Warner reeditó su película para su estreno en EE.UU. Problemas que se fueron complicando (muchos años de trabajo y muchos años de problemas legales) hasta que, finalmente, Leone caía fulminado en el año 89.

Érase una vez en América es, sin lugar a dudas, su mejor película (aunque es difícil escoger entre varias obras tan redondas). El guión se basó en una novela a la que Leone le persiguió la pista varios meses. Cuando la consiguió comprar, pasaron diez largos años de escritura de guión, colaborando con todas las personas que él consideró necesarias (y acreditados al principio de la película ya hay seis o siete). Y cuando lo tuvo todo listo, se sentó en una terraza en Cannes y esperó a que un productor se sentara con él a charlar. 

Cuentan las malas lenguas (también lo cuentan los extras del DVD) que Leone le contaba la película a todo el que se sentara allí. Y lo hacía con pelos y señales...  y tardaba unas tres horas y media en hacerlo. Y un día, el destino hizo que entre los pelagatos que se sentaban con él, un día lo hiciera un verdadero productor.

Tras rodar la película, el metraje le quedo extremadamente largo. Las personas que han visto el mayor montaje de la película hablan maravillas. Y en gran parte de Europa, la película se estrenó en dos partes con unos ligeros cortes de Leone.

Pero no en EE.UU., que rehicieron completamente el montaje. Eliminaron los cambios en el tiempo y la hicieron lineal. O sea, no empieza con De Niro volviendo a Nueva York, sino con De Niro de niño. En realidad, esto es más burrada de lo que parece, porque todos los elementos están conectados en la historia y no funcionan de forma independiente. Es, valga este símil, como contar Regreso al futuro empezando por 1.955. No tiene sentido.

Como anécdota, en Internet se recalca muchas veces que el que hizo este montaje era el montador de Loca Academia de Policía. Lejos de ser un chiste, efectivamente fue ese montador.

Las peleas verbales y legales de Leone por eliminar esta copia darían para una película maravillosa. La auténtica verdad es que si en EE.UU. se hubiera estrenado desde el principio la copia que conocimos en Europa, Érase una vez en América estaría en todos los libros de cine y se hablaría de ella como hoy hablamos de las películas mayores. Pero no es así.

Un crítico de cine escribió cuando se estrenó la copia maldita de la película: "es, posiblemente, la peor película del año". El fracaso fue tan estrepitoso, que con ánimo de recuperar algo de dinero, finalmente se estrenó la versión montada por Leone. Y el mismo crítico rehizo su artículo en el periódico: "es, posiblemente, la mejor película de la década".

Pero ya era tarde. Ni Morricone fue nominado por una de las mejores bandas sonoras de la historia (y ese Deborah´s theme) ni nadie logro recuperar el entusiasmo de los americanos por la película. Y ya se sabe, parece que si las películas no entran en SU historia del cine, no existen. Y raramente, Érase una vez en América entra en los montajes de las mejores secuencias del cine en las galas de los Oscar e incluso, a algunos actores les cuesta hablar de ella abiertamente. No así a James Woods, que declara abiertamente en el DVD que es la mejor película en la que ha participado y que el tiempo la pondrá en su sitio.

Para los más perezosos, decir que la película pasa en un vuelo. Cada secuencia, como los buenos libros, tiene un pequeño clímax que te empuja a la siguiente y te deja hundido en tu butaca hasta el final (ese magnífico final). Y en medio, mil detalles, mil historias deliciosas (la historia de amor con Jennifer Connelly es brutalmente bella) que, aunque en principio, como me pasó a mi, decidas ver una parte una noche y la segunda parte, otra... al final el buen cine se impone y la ves de un tirón.

E incluso, hay momentos en los que desearías que fuera más larga. Tantos personajes deambulan por la película, que en muchos casos deseas saber más sobre ellos, como el del policía Aiello (me acuerdo de su nombre porque el actor que lo hace es Danny Aiello). La mafia, para conseguir ciertas cosas sobre este personaje, acude al hospital en donde el policía acaba de ser padre por quinta vez (pero este vez, es diferente, es su primer hijo varón). Y cambian a todos los bebés de cuna, de forma que ningún padre sabe cuál es su hijo de verdad. Si esto no es una treta memorable...

De los actores, pues... De Niro en su mejor época, cuando cada papel que hacía era una joya. Y James Woods, que siempre está bien y que en esta película tiene un papel al que agarrarse.

Es la segunda vez que veo Érase una vez en América. Y de repente, ha entrado en mi lista de fundamentales. Es esta y no otras. Y si sólo fueran diez películas (todo un sacrilegio para la historia del cine escoger sólo diez), esta sería una de ellas.


PD: Y aunque Nueva York ha cambiado mucho, mi amigo Julio Rodríguez, fotógrafo al que Dios le dio un ojo clínico fuera de serie, sacó esta foto a finales del año pasado.