28 marzo, 2011

La película clásica nunca vista: The Rocky Horror Picture Show

A finales de lo 80 llegué a Madrid dispuesto a estudiar Imagen y Sonido (aunque a nosotros, en una época precrisis y con ansía de titulitis nos gustaba llamarle por su nombre oficial: Ciencias de la Imagen).

Y para cualquier persona que amara el cine, Madrid era el paraíso: salas en versión original (y lo que es más importante: gente para llenarlas), cinestudios, Filmoteca...). Y más que cines maravillosos, a nosotros nos gustaba meternos toda la tarde en cines de segunda división en los que proyectaban tres películas (con alguna relación entre ellas) de una tanda.

Y de esto no hace tanto tiempo.

Recuerdo ver La naranja mecánica junto a Alguien voló sobre el nido del Cuco. Recuerdo ver un ciclo de Cary Grant con Historias de Filadelfia, Me siento rejuvencer y La novia era él. Y recuerdo el olor a humedad que, posteriormente, siempre ha estado asociado al cine que me gusta. No es muy romántico, pero es así.

Y ya desde esa época sentí la fascinación de la película clásica nunca vista. Todos los cinéfilos tenemos esas películas en la cabeza. Grandes clásicos de los que hemos oído hablar (y de los que incluso, hemos hablado), sobre los que hemos leído y sobre los que centran parte de cualquier conversación de cine con cierta duración... pero que no hemos visto.

Ahora, con Internet, parece que todo es más fácil, aunque la edad hace que la vida se haya acelerado tanto, que raramente encontramos tiempo para hacer lo que realmente nos gusta. Y además, supongo que también es cosa de la edad, cuando uno se sienta delante del ordenador, se olvida de las películas que siempre ha querido ver.

En mi caso, siempre deseé ver The Rocky Horror Picture Show. Y en el año 90 la pusieron en Madrid, en un cinestudio perdido. Mi amigo Javier Matesanz y yo nos movimos por toda la ciudad en su moto, para arriba, para abajo... y nunca logramos encontrar la sala. Lo volvimos a intentar la siguiente semana y encontramos la sala pero ya no proyectaban la película.

La fascinación sobre The Rocky Horror Picture Show, con esas imágenes en mi cabeza, de algún documental televisivo, con gente bailando en las salas de cine, participando de lo que sale en pantalla, vistiéndose como esos personajes extraños y convirtiendo la película en un espectáculo inusitado, ha seguido dentro de mi cabeza hasta hace pocos días.

Pero como tantas otras pelis de las que he leído tantas cosas, se me olvidó bajo una alfombra en algún rincón oscuro de la cabeza. Como A quemarropa, como Traidor en el Infierno... películas que he perseguido y que finalmente, he conseguido ver de alguna u otra manera.

Hace pocos días, paseando por mi tienda roja (ahora, sin publicidad gratuita), me encontré con un Blu-Ray plagado de extras de The Rocky Horror Picture Show, con el magnífico Tim Curry y una espléndida Susan Sarandon.


Por fin, después de más de veinte años, pude sentarme en el sofá de casa para presenciar el gran acontecimiento musical underground de los 70. Y he tardado seis días en tragarme esta infumable película, aburrida, sosa, deleznable, mal hecha y con tan poca gracia.

Eso sí, si algún día la ponen en el cine y la gente va disfrazada como los personajes y dispuesta a cantar, no faltaré. Una cosa es que la película sea horrenda y otra completamente diferente, pasar un rato divertido disfrazado de jorobado.

PD: La música no ha cambiado y tiene algunas canciones memorables...




15 marzo, 2011

Pájaros de papel es buena, pero...

Con todos los defectos que tiene Pájaros de Papel, que los tiene, es bastante injusto que haya pasado desapercibida. Su director es Emilio Aragón, el payaso mudo, el genial creador de Ni en vivo ni en directo, el presentador de Vip Noche, el doctor Nacho y el gran jefe de laSexta.

No es la primera incursión en el cine de Emilio Aragón, que algunos recordamos la espantosa experiencia de ver Policía, que protagonizaba él junto a la bióloga Anita Obregón. Pero en esta gana por puntos, sobretodo porque Aragón no sale en pantalla, y es que, aunque el cómico es bueno en casi todo lo que hace, cuando actúa dan ganas de meterse en la pantalla y darle una colleja.

La historia de Pájaros de Papel es mágica. Es de esas que nos gustan a todos, con cómicos intentando sobrevivir en plena Guerra Civil. Y el guión tiene momentos francamente buenos, los actores están bien... destacando un cada vez mejor Lluis Homar, que tiene un personaje de entidad al que agarrarse. Y la pluma estilográfica que utiliza Emilio Aragón para escribir las imágenes es elegante. En realidad, tiene planos encuadrados con un gusto exquisito.

Las primeras secuencias, con planos encadenados, música (que también es de él y además, excelente, hasta el punto de que, personalmente, creo que debía centrarse en hacer música de cine y dejar todo lo demás. Sería uno de los grandes compositores en España), hermosos travellings... está muy bien diseñada.

Pero la película no termina de funcionar.


El problema es que todos los elementos juntos chirrían, se ve el mecanismo, se ve el diseño, se ven las ganas de provocar al espectador sentimientos. Y cuando se ve el entramado de forma tan escandalosa, los momentos que dan ganas de llorar, expresamente diseñados para que el espectador sea un mar de lágrimas, no funcionan.

Quizá el mejor ejemplo lo tengamos al principio de la película, cuando Imanol Arias pierde a su familia (no es spoiler desde el momento que lo cuentan en todas las sinopsis y son los primeros cinco minutos de película). Si pensáramos como narrar este momento, haríamos punto por punto lo que hace Aragón, y por tanto, convencional: aquí hay humo, y en el momento que vemos el cadáver, primer plano de Imanol, la música crece hasta inundar las imágenes...

Cuando se estrenó en Cannes la magnífica Cinema Paradiso, tenía muchos problemas, entre ellos, que era larga y tediosa. Y entonces obligaron a Tornatore a cortarla, remontarla, y se negó. Un montador del oficio, contratado por el productor, cogió la película y la montó haciendo el film que conocemos hoy día. Al principio, Tornatore renegó de ella... pero le convirtió en un director estrella y terminó aceptándola. Ahora ya no permite que le toquen sus películas... y ya no le salen películas como esta.

Pues pasa un poco lo mismo. Todos los elementos de una película buena están ahí... pero la magia no funciona. Quizá, al final, la aparición de Emilio Aragón Sr. arregla un poco el desajuste... pero aún así, estando muy cerca de ser una película de las grandes (de lo mejor este pasado año en España), Pájaros de Papel se queda a mitad de camino.


PD: Eso sí, la música es exquisita y espero ansioso la segunda película de Emilio Aragón. Este tipo, con el oficio adquirido en esta película, se va a convertir en un director de cine estupendo. Tiempo al tiempo.


10 marzo, 2011

Este blog apoya a Ángel Sala

Seré breve.

Supongo que más o menos todos están al tanto de que Ángel Sala, periodista cinematográfico y director del Festival de Sitges, ha sido imputado por proyectar la película A Serbian Film en su festival. La noticia completa se puede leer en todos los periódicos y una simple búsqueda en Google os brindará todos los datos.

En la película se ven barbaridades de un calibre brutal, no pornografía sino un grado más. Leo que incluso hay una penetración a un bebé. Cosas de tremendo mal gusto que me alejan de ser un futuro espectador de esta película. Pero es una película. Ya sé que NO TODO VALE. Lo sé.

Pero es una película. Una película.

No sé si es buena o mala. De hecho, no creo que nunca se llegue a estrenar por estos lares. Y si se estrena, lo hará en una sala X. ¿Pero saben qué? Que la película se mostró en un Festival de Cine, un lugar único en donde se ven muestras de cine que no se pueden ver en otros sitios. Un lugar para unos pocos, con intereses muy concretos, puramente cinematográficos.


Ángel Sala proyectó esta película en el Festival. Posiblemente yo no la hubiera proyectado. Ni ustedes tampoco. Pero de ahí a imputar a este señor por un delito y estar penado con unos meses de cárcel, me parece una barbaridad.

Se empieza prohibiendo estas cosas y se termina prohibiendo a Saturno comerse a un bebé. Y prohibimos cierta literatura clásica en donde la pedofilia es común. Si confundimos la realidad con la ficción (porque lo que pasa en A Serbian Film es ficción), no estaría de más prohibir las películas de Don Siegel, las de Tarantino y las de Peckinpah (sí, sobre todo las de Peckinpah).

Y no debemos escuchar a Wagner, que era claramente de la ultraderecha alemana.

Me da la sensación de que volvemos a quemar los libros en la plaza pública...

09 marzo, 2011

La pequeña pelea entre Loles León y Santiago Segura

Es prácticamente imposible que en los últimos días no te hayas topado con Santiago Segura en alguna cadena de televisión, en la radio, en la prensa, en Spotify, en Facebook... con su extenuante promoción de Torrente 4.

Yo, que siempre he reconocido la increíble inteligencia de Santiago Segura (porque es así, sin peros) me apasiona oírlo hablar en serio, no con sus coñitas ni con la promoción pura y dura de la película. Pero para oírlo hablar en serio se necesita enfrentarlo a un periodista de calidad. Y yo tuve la suerte de ir conduciendo por la ciudad cuando en el programa de mi adorada Julia Otero se entrevistó al director de cine.

Con bastante sinceridad, el director estaba muy preocupado por el presupuesto de su película, que se le había escapado a 10 millones de euros por el tema de las tres dimensiones. Y aquí apareció la primera clave del gran problema del cine español: si la película sólo va a tener público español, es prácticamente imposible recuperar esa inversión. Seamos claros: Torrente amortizará ese dinero sin problemas, por la impresionante promoción de Segura, por la aparición de Belén Esteban y porque, en realidad, Torrente funciona muy bien en América del Sur.

Pero esta afirmación es muy rara oírla en los directores españoles: saben cuanto cuesta su película, pero no les preocupa lo que puede generar esa película. Nos escudamos en aquello de "esto es un arte y tenemos que defenderlo" para olvidar que esto es un negocio que tenemos que rentabilizar.

Y es que para los directores de cine español, empezando por la política de González Sinde, hay que defender a capa y espada nuestra idiosincrasia, nuestra cultura, nuestra forma de ver las cosas a toda costa. Y si la gente no acude a la sala a ver las películas españolas es porque no saben, porque no tienen criterio o por la piratería. En ningún caso es porque el público que va a los cines no tiene interés en las películas que hacen.

En segundo lugar, y esto me impresiona bastante, el problema del cine español se resume con la pelea (o cambio de impresiones completamente contrarias) entre Loles León y Santiago Segura. Y ese cambio de impresiones, amigos míos, resume los últimos treinta años de cine español.

Cuenta el director de cine que le ofreció a Loles León un papelito y esta se negó.

¿Por qué se negó a salir en Torrente 4? Porque Segura había contratado a Belén Esteban. Para más inri, le soltó la coletilla esa de "contentos nos tienes a los del cine español contratando a la Esteban".


Podría decir muchas cosas sobre esta anécdota, pero es el mismo director el que ofrece diferentes visiones sobre esto. La primera reacción es la más española, el ataque directo: "Pero qué se ha creído esta, que es una cabaretera". Un ataque infantil aunque no desproporcionado y que, además, invita a la reflexión: ¿Cuándo se es actriz de cine?

Es discutible.

Lo que no es discutible es cuando Segura da su versión de los acontecimientos, más en serio y acosado por la Otero (por eso lo de buena periodista):


(aunque entrecomillado, cito de memoria) "En España no tenemos star-system. Si preguntamos por la calle a qué actores le gustaría ver en el cine, la gente contesta a Javier Bardem o Penélope Cruz. O sea, dos actores que ya tienen su Oscar. Por lo tanto, no hablamos de actores de cine español sino de actores de cine. En el cine español no hemos creado nada de eso, la gente no tiene interés por ver películas de un actor en concreto. Por tanto, si yo quiero llevar gente al cine que normalmente no va al cine, tengo que tirar de personas populares de todos los ámbitos.

Esto, en ningún momento, significa que ellos estén mal. Si yo veo que un cameo no funciona y te saca de la película, lo retiro. De hecho, en los tres primeros Torrentes salen personas que eran muy populares en su momento y ahora nadie se acuerda de ellos. Han dejado de ser cameos para ser pequeños personajes.

La gente que me conoce sabe que me dejo la piel en hacer estas películas. Hacer comedia no es fácil y si un personaje muy conocido hace un cameo y no me convence, lo quito. Yo lo que quiero es hacer la película bien, con una factura impecable. Torrente es sucio y un sinvergüenza, pero para hacer que sea sucio y sinvergüenza y que la gente se ría, hay un esfuerzo brutal de un montón de personas que trabajan detrás

Loles León se enfada pero la experiencia me dice que esto funciona. Yo no hago obras maestras, hago películas de buena factura que a la gente le gusta ver. Y si he conseguido que me dieran diez millones de euros para hacer esta película es porque los productores saben que soy rentable.

Mira, Fernando Trueba no vive en este mundo (o por lo menos, no vive en el mismo mundo que tú y que yo). No sabe nada de la gente de la tele. Yo le enseñé Torrente el otro día, fue el primero en verla, y se quedó alucinado con uno de los actores que salen. Tras hablar un rato sobre lo magnífico que estaba y de dónde había salido, le confesé que se trataba del hijo de Isabel Pantoja y que era su primera película. El tipo se quedó muy sorprendido"
.

Yo creo que los Torrente, además de la magnífica banda sonora de Roque Baños, sirven entre otras cosas para que al final de año, las estadísticas puedan decir: "vean, este año el cine español ha funcionado de maravilla. Hemos recuperado tropecientos millones de espectadores". Y esas cifras ocultan un secreto: si se han estrenado 50 películas españolas, 49 no las ha ido a ver ni Dios y la de Santiago Segura les arregla la vida.

Y yo iré a ver Torrente, no porque crea que es una genialidad, sino que les voy a decir la verdad: me río como un canalla.