28 septiembre, 2010

Miklos y Waldo: documentos extraordinarios

Los que me conocen bien, saben que en estos últimos meses estoy fascinado por dos compositores radicalmente opuestos: el gran Miklos Rozsa (en la foto) y el español Waldo de los Ríos.

La música de Rozsa la (re)conocí enseguida. Yo creo que, después de Williams y Barry, que eran los compositores más famosos cuando yo me aficioné a este mundo lleno de frikis, apareció Rozsa rápidamente de la mano de El ladrón de Bagdad (que visioné en mi amado cine Cuyas, ahora magnífico teatro).

En realidad, Rozsa es fácil de identificar, con esos arabescos musicales que, seguramente sobre la partitura, hacen hermosas figuras circulares. Y el poder sublime de las melodías únicas, a ratos complejo, a ratos casi infantil... Rozsa es, junto a Herrmann y Goldsmith, lo más grande que ha dado la música de cine.

Y ya saben que para mí esto es importante: una persona excepcional. De hecho, una vez tuve la oportunidad de hablar con alguien que trabajó con él y sólo tenía palabras de cariño hacía el compositor. Desafortunadamente, murió en el año 95, con una carrera pletórica a sus espaldas, desde Recuerda hasta Ben-Hur, pasando por La vida privada de Sherlock Holmes o El Cid o Quo Vadis.

Sobre el tema Waldo de los Ríos, sobre el que ya he escrito en alguna ocasión, es un tema que cada vez que lo pienso, me deja hablando sólo. Porque Waldo de los Ríos era un claro caso de talento desmesurado que, justo cuando empezaba a hacer cosas realmente interesantes, se suicidó de mala manera.

Un mazazo en toda regla a una carrera que prometía ser asombrosa. De hecho, hasta el momento de su muerte ya es increíble. Sólo hay que oír con calma su música para La Residencia o ¿Quién puede matar a un niño? y quedarse anonadado de la capacidad técnica y melódica de Waldo.

A nivel personal, Waldo de los Ríos me recuerda al italiano Pino Donaggio (al que también adoro). Empiezan más o menos en la misma época, salen del pop del momento (a Waldo se le debe el primer gran éxito de Miguel Ríos: la adaptación de el Himno de la Alegría). Ambos compositores evolucionan de forma casi paralela, pero mientras Waldo trunca su vida en los 70, a Donaggio todavía le quedan sus mejores composiciones por delante: la evolución lógica de un compositor con talento al que se le dan oportunidades mágicas.

Y todo este post rollo que he soltado sobre la música que me tiene atrapado estos días es por un vídeo de Youtube que me ha encantado: una conversación televisiva entre Miklos Rozsa, Andre Previn (que es el que modera) y John Williams, que en este trocito, no dice nada. Rozsa habla de los comienzos del cine sonoro ("no eran compositores, eran compiladores de música") y sobre la importancia de la aparición de Herrmann (y esto, como suele ser habitual, acompañado de alguna anécdota sobre lo raro que era Herrmann).

Un vídeo único que por si solo, da sentido a la existencia de Internet (¡toma esa!):

Download:
Download:
FLVMP43GP

Sobre Waldo, hay un corte extraordinario que no les voy a obligar a oír (eso es lo que tengo, que soy buena gente)... pero sería interesante que se dieran cuenta de las risas de los niños al principio del corte (algo habitual en el cine de terror de hoy en día pero innovador en ese momento) y la melodía principal, que es maravillosa, aunque en este corte está en su versión más pop. Si oyen desde el 01:08 hasta el 02:30, más o menos, y logran que no les moleste un sintetizador obsoleto (el que lleva la melodía) ni una batería setentera... bajo todo eso, se esconde una melodía maravillosa: un claro caso de que la evolución al sinfonismo cinematográfico de finales de los 70 y comienzos de los 80 habría sido el toque final para convertirlo en un imprescindible de la música de cine en España.

Vaya, lo he conseguido: he escrito sobre Waldo sin nombrar Curro Jiménez... ¡Oh! Upsss...


Download:
FLVMP43GP
Download:
FLVMP43GP

2 comentarios:

  1. ¡¡Curro Jiménez!! Le debo esos gratos momentos a Waldo, sin duda. Era escuchar la sintonía y soltar lo que estuviera haciendo para plantarme frente a la tele :D

    Y hablando una vez con Robert Townson, me contaba cómo estuvo visitando a Rozsa en sus últimos meses de vida, y la fascinación que sentía hacia ese compositor, ya enfermo y débil.

    Volvemos a lo de siempre, pero es que es verdad: "Ya no hay músicos como los de antes".

    ResponderEliminar
  2. Ostras, yo que ando bastante setentero últimamente con mis audiciones, vienes tú y echas más leña al fuego.

    Rozsa es otro de mis imprescindibles. En la lista de los 10 discos que me llevaría a una isla desierta entra unos dirigido por Elmer Bernstein con una suite de concierto de El ladrón de Bagdad y El libro de la Selva. Un vinilo del año del catapún que conservo como oro en paño. Y sin hablar del cine negro. Double Indemnity, The Lost Weekend.

    Si es que da igual lo que digas de este hombre. Un MAESTRO.

    Lo de Waldo también es para quedarse de palo. Sobre todo cuando descubres cosas como ese Quien puede...

    Quien sabe lo que podría haber hecho este hombre si siguiera vivo.

    ResponderEliminar