Ayer empecé un libro fantástico llamado Conversaciones con Al Pacino. En general, siempre me han gustado estas entrevistas a fondo, realizadas en diferentes días y cubriendo todo el espectro de la carrera de un artista. Tengo el de Cronemberg, el de Tim Burton, (por supuesto, el clásico) el de Hitchcock, el de Brian dePalma...
Pero este me está encantando por dos cosas: Pacino nunca habla con la prensa por lo que, en realidad, se sabe muy poco de lo que piensa de su carrera, de las películas, del teatro, de los actores... y segundo, porque el que hace la entrevista era aquel tipo que hacía los reportajes de Play-Boy y que consiguió la que se considera la mejor entrevista de Marlon Brando (y gracias a la cual, Pacino accede a recibirle) Lawrence Grobel.
Esto de Lawrence Grobel, que lo sé porque lo explican en la introducción del libro, sería un dato superfluo sino fuera por lo mágica que es la entrevista (y sólo llevo 80 páginas). El entrevistador dosifica las preguntas con tanta astucia que llega a cabrear al entrevistado con algunas cosas, para volver a calmarlo con la siguiente pregunta y sacar todo lo que el actor lleva dentro. Y así hablan sobre la amistad/enemistad con Robert deNiro, sobre su parecido con Dustin Hoffmann, sobre la crítica, sobre Coppola, sobre Shakespeare, sobre James Bond, sobre arte y ensayo, Sérpico, Tarde de perros, Melodía de Seducción... sobre su amor por Diane Keaton, sobre Julie Christie, sobre su manía de hablar en voz alta en los cines...
Y aquí la anécdota, tenía que contarla o reviento. Es una simplonada de las que mete el entrevistador de vez en cuando para relajar la atmósfera, pero me estuve riendo un rato largo:
Pregunta: Si de repente apareciera un platillo volante delante suyo y le dieran la oportunidad de subir... ¿se metería dentro?
Respuesta: Sí, pero no con Richard Dreyfuss (risas)
Pero este me está encantando por dos cosas: Pacino nunca habla con la prensa por lo que, en realidad, se sabe muy poco de lo que piensa de su carrera, de las películas, del teatro, de los actores... y segundo, porque el que hace la entrevista era aquel tipo que hacía los reportajes de Play-Boy y que consiguió la que se considera la mejor entrevista de Marlon Brando (y gracias a la cual, Pacino accede a recibirle) Lawrence Grobel.
Esto de Lawrence Grobel, que lo sé porque lo explican en la introducción del libro, sería un dato superfluo sino fuera por lo mágica que es la entrevista (y sólo llevo 80 páginas). El entrevistador dosifica las preguntas con tanta astucia que llega a cabrear al entrevistado con algunas cosas, para volver a calmarlo con la siguiente pregunta y sacar todo lo que el actor lleva dentro. Y así hablan sobre la amistad/enemistad con Robert deNiro, sobre su parecido con Dustin Hoffmann, sobre la crítica, sobre Coppola, sobre Shakespeare, sobre James Bond, sobre arte y ensayo, Sérpico, Tarde de perros, Melodía de Seducción... sobre su amor por Diane Keaton, sobre Julie Christie, sobre su manía de hablar en voz alta en los cines...
Y aquí la anécdota, tenía que contarla o reviento. Es una simplonada de las que mete el entrevistador de vez en cuando para relajar la atmósfera, pero me estuve riendo un rato largo:
Pregunta: Si de repente apareciera un platillo volante delante suyo y le dieran la oportunidad de subir... ¿se metería dentro?
Respuesta: Sí, pero no con Richard Dreyfuss (risas)
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