Supongo que la vida va por épocas.
En Fin de Año, justo después de las uvas y de acostar a los niños, mi mujer y yo tuvimos una larga conversación nostálgica, supongo que debido a que, en esa noche concreta, ves físicamente el tiempo correr (eso y algún que otro sorbito de champán). A mí me daba la terrible sensación de que estaba estancado. Soy (no lo diré muy alto) bastante feliz con la vida que me ha tocado vivir, pero veo con cierta envidia como mis amigos y mi entorno más cercano evoluciona hacía posiciones a las que yo jamás he podido acceder. Creo que a mi sentimiento, mundanamente, lo llaman "envidia".
Y, de repente, este año empezaron a moverse las cosas en mi vida. Me ofrecieron un trabajo interesante y estuve a punto de dejar la empresa en la que trabajo. Sin embargo, una contra-oferta medianamente decente y mi vida quedó tal como estaba, pero con un sueldo mejor. Y además, a las pocas semanas, surgió la oportunidad de llevar, prácticamente trabajando en casa, el gabinete de prensa de una sociedad cultural bastante curiosa y que era compatible con mi jornada. Acepté. Y tanto mi bolsillo como mi ego se tranquilizaron un rato.
Una pequeña pausa en esta historia: esta mañana escuché en el coche una entrevista a un escritor. Creo que era Carlos Ruiz Zafón, aunque no estoy muy seguro. Contaba que no vendía los derechos de sus novelas para el cine porque entendía que eran como hijos: simplemente no le apetecía (ni lo necesitaba económicamente) pasar el trago de que otros se metieran en sus historias. Afirmaba: por una vez, la literatura se puede quedar sólo en eso: literatura.
Lo que me sorprendió fue el comentario posterior: "conozco el cine bien, he trabajado en él, conozco su cocina, sé donde se preparan las películas. Soy un gran seguidor del cine, pero al saber cómo se hacen las cosas, para mí no tiene el romanticismo que tiene para otros". Dijo algo así, aunque cito de memoria.
Me sentí muy identificado. Salvando las distancias, yo salí de todo aquel mundo muy quemado y, posiblemente, mi mitomanía murió en los años que estuve trabajando en esa cocina (de hecho, comencé a huir por los pasillos cuando veía acercarse a alguien que trabaja en el lado equivocado de la cámara: delante). En realidad, del cine salí de forma consciente, pero de la tele me echaron vilmente y no quise volver. Con el tiempo he conseguido una vida sana: gano de forma prudente para vivir bien y tengo tiempo libre para llevar el gabinete de prensa, recoger a los niños en el colegio y de noche, fumarme un cigarrito tranquilo en mi pequeña parcelita de jardín, viendo las estrellas (y una vez, un OVNI, pero de eso hablaré otro día, cuando me asegure que lo que me fumaba era realmente un cigarrito).
Vivir relativamente bien, en mi lenguaje, significa ir salvando los meses decentemente pero no tener nada ahorrado. Un imprevisto, como la avería del coche, puede romper completamente mi economía... pero si no pasa nada, todo está tranquilito. Ahora, cuando termine de escribir esto, encenderé mi Play3, que compré ayer (con cierto sentimiento de culpabilidad) con parte del dinero que me ha devuelto Hacienda y disfrutaré como un enano robando coches y matando gente (lo sé, pero la moral y los juegos no van de la mano).
Todo seguiría en su sitio sino fuera porque hoy, saliendo del trabajo, en plena circunvalación, he recibido la llamada que tanto he temido (vale, a veces cojo el teléfono cuando conduzco). Hoy ha sido el día en el que el diablo me tienta a su manera.
-¿Quieres volver a la tele?
-Pues no...
-Estamos hablando de mucho dinero, Sergio... en realidad (es el diablo y sabe cuanto cobro) prácticamente te doblo el sueldo.
Ya está. Me ha destrozado mi fin de semana tranquilo, este fin de semana en el que, por causa mayor (sí, la Play) no iba a tener ni tiempo de escribir en el blog. Y ahora, con un nudo en el estómago, no paro de darle vueltas a la cabeza: si vuelvo a la tele, puedo ahorrar, tengo mi pequeña parcela de status social y si algún día llegan vacas flacas, puedo tener algo de dinero para enfrentarme a ellas. Pero claro, gano en estrés, gano en horas de trabajo (en la tele, las jornadas de ochos horas son inexistentes), pierdo la capacidad de ver a mis hijos por las tardes, perderé el buen rollo de los últimos años, faltaré a cumpleaños, me saldrán canas (más canas) y arrugas (más arrugas)...
Si lo pienso fríamente, si vuelvo a la tele lo haré para que la gente me vea de otro modo (coñazo de rollo social, pero inevitable) y para ganar más dinero. Por supuesto que será porque me apetezca personalmente. Si no voy a la tele, ganaré calidad de vida pero le estaré robando a mis hijos cierta bonanza económica y siempre me quedará la duda de cómo me podrían haber ido las cosas.
Lo decía el otro día, amo mi rutina (concepto afianzado en los comentarios por mi primo Guille). No sé por qué tiene que venir nadie a destrozarla, a comprobar mis inseguridades, a chequear si estoy en venta... Si acepto, malo: mi vida cambiará demasiado y seguramente a peor. Si no acepto, malo: cada mes, al cobrar la nómina, pensaré en lo mucho que estoy perdiendo y al mínimo problema económico que no pueda afrontar, me daré cabezazos contra la pared.
Y no paro de repetirme: "el lunes hablo con ellos, que con oír la oferta en firme no pierdo nada". Eso sí, el próximo fin de año, prometo no quejarme de que mi vida no se mueve. Empiezo a añorar el día de ayer, cuando no tenía que tomar decisiones.
Seguiré informando.
En Fin de Año, justo después de las uvas y de acostar a los niños, mi mujer y yo tuvimos una larga conversación nostálgica, supongo que debido a que, en esa noche concreta, ves físicamente el tiempo correr (eso y algún que otro sorbito de champán). A mí me daba la terrible sensación de que estaba estancado. Soy (no lo diré muy alto) bastante feliz con la vida que me ha tocado vivir, pero veo con cierta envidia como mis amigos y mi entorno más cercano evoluciona hacía posiciones a las que yo jamás he podido acceder. Creo que a mi sentimiento, mundanamente, lo llaman "envidia".
Y, de repente, este año empezaron a moverse las cosas en mi vida. Me ofrecieron un trabajo interesante y estuve a punto de dejar la empresa en la que trabajo. Sin embargo, una contra-oferta medianamente decente y mi vida quedó tal como estaba, pero con un sueldo mejor. Y además, a las pocas semanas, surgió la oportunidad de llevar, prácticamente trabajando en casa, el gabinete de prensa de una sociedad cultural bastante curiosa y que era compatible con mi jornada. Acepté. Y tanto mi bolsillo como mi ego se tranquilizaron un rato.
Una pequeña pausa en esta historia: esta mañana escuché en el coche una entrevista a un escritor. Creo que era Carlos Ruiz Zafón, aunque no estoy muy seguro. Contaba que no vendía los derechos de sus novelas para el cine porque entendía que eran como hijos: simplemente no le apetecía (ni lo necesitaba económicamente) pasar el trago de que otros se metieran en sus historias. Afirmaba: por una vez, la literatura se puede quedar sólo en eso: literatura.
Lo que me sorprendió fue el comentario posterior: "conozco el cine bien, he trabajado en él, conozco su cocina, sé donde se preparan las películas. Soy un gran seguidor del cine, pero al saber cómo se hacen las cosas, para mí no tiene el romanticismo que tiene para otros". Dijo algo así, aunque cito de memoria.
Me sentí muy identificado. Salvando las distancias, yo salí de todo aquel mundo muy quemado y, posiblemente, mi mitomanía murió en los años que estuve trabajando en esa cocina (de hecho, comencé a huir por los pasillos cuando veía acercarse a alguien que trabaja en el lado equivocado de la cámara: delante). En realidad, del cine salí de forma consciente, pero de la tele me echaron vilmente y no quise volver. Con el tiempo he conseguido una vida sana: gano de forma prudente para vivir bien y tengo tiempo libre para llevar el gabinete de prensa, recoger a los niños en el colegio y de noche, fumarme un cigarrito tranquilo en mi pequeña parcelita de jardín, viendo las estrellas (y una vez, un OVNI, pero de eso hablaré otro día, cuando me asegure que lo que me fumaba era realmente un cigarrito).
Vivir relativamente bien, en mi lenguaje, significa ir salvando los meses decentemente pero no tener nada ahorrado. Un imprevisto, como la avería del coche, puede romper completamente mi economía... pero si no pasa nada, todo está tranquilito. Ahora, cuando termine de escribir esto, encenderé mi Play3, que compré ayer (con cierto sentimiento de culpabilidad) con parte del dinero que me ha devuelto Hacienda y disfrutaré como un enano robando coches y matando gente (lo sé, pero la moral y los juegos no van de la mano).
Todo seguiría en su sitio sino fuera porque hoy, saliendo del trabajo, en plena circunvalación, he recibido la llamada que tanto he temido (vale, a veces cojo el teléfono cuando conduzco). Hoy ha sido el día en el que el diablo me tienta a su manera.
-¿Quieres volver a la tele?
-Pues no...
-Estamos hablando de mucho dinero, Sergio... en realidad (es el diablo y sabe cuanto cobro) prácticamente te doblo el sueldo.
Ya está. Me ha destrozado mi fin de semana tranquilo, este fin de semana en el que, por causa mayor (sí, la Play) no iba a tener ni tiempo de escribir en el blog. Y ahora, con un nudo en el estómago, no paro de darle vueltas a la cabeza: si vuelvo a la tele, puedo ahorrar, tengo mi pequeña parcela de status social y si algún día llegan vacas flacas, puedo tener algo de dinero para enfrentarme a ellas. Pero claro, gano en estrés, gano en horas de trabajo (en la tele, las jornadas de ochos horas son inexistentes), pierdo la capacidad de ver a mis hijos por las tardes, perderé el buen rollo de los últimos años, faltaré a cumpleaños, me saldrán canas (más canas) y arrugas (más arrugas)...
Si lo pienso fríamente, si vuelvo a la tele lo haré para que la gente me vea de otro modo (coñazo de rollo social, pero inevitable) y para ganar más dinero. Por supuesto que será porque me apetezca personalmente. Si no voy a la tele, ganaré calidad de vida pero le estaré robando a mis hijos cierta bonanza económica y siempre me quedará la duda de cómo me podrían haber ido las cosas.
Lo decía el otro día, amo mi rutina (concepto afianzado en los comentarios por mi primo Guille). No sé por qué tiene que venir nadie a destrozarla, a comprobar mis inseguridades, a chequear si estoy en venta... Si acepto, malo: mi vida cambiará demasiado y seguramente a peor. Si no acepto, malo: cada mes, al cobrar la nómina, pensaré en lo mucho que estoy perdiendo y al mínimo problema económico que no pueda afrontar, me daré cabezazos contra la pared.
Y no paro de repetirme: "el lunes hablo con ellos, que con oír la oferta en firme no pierdo nada". Eso sí, el próximo fin de año, prometo no quejarme de que mi vida no se mueve. Empiezo a añorar el día de ayer, cuando no tenía que tomar decisiones.
Seguiré informando.
Opinando por opinar. Diría que saques el factor "estatus social" de esa ecuación, porque creo que es algo que estarías haciendo, en el fondo, por los demás. En cualquier caso, no me parece un argumento aceptable.
ResponderEliminarAhora las preguntas que te haría son:
¿Es una cuestión de tiempo que al final no puedas llegar a fin de mes? ¿El trabajo te interesa por algo más atractivo que la cuestión monetaria?
"Sí" a cualquiera de las dos: a por ellos, tigre.
"No" a las dos: a otra cosa, mariposa.
Todo esto sacado de un test que hice en la Super POP el otro día, que fue uno de mis días pedo, por cierto.
Te diré que no te doy ningún consejo por que últimamente todas las decisiones "importantes" y "las que no" me han salido el tirpo por la culata.
ResponderEliminarÁnimo.
Sin ánimo de entrometerme: piénsalo bien y medítalo. Yo, por mantener una cierta "estabilidad económica" llevo un año sintiéndome como si hubiera vendido el alma al diablo. Dos trabajos de media jornada, con sus correspondientes horas extra, y un "apaño" por horas para redondear el cuadradado trazado han hecho que mi frase habitual cuando me llaman al móvil sea "sí, estoy trabajando".
ResponderEliminarUn saludo, y perdón si estoy siendo indiscreto.
P.D.: me encantó el post acerca de José Antonio Ramos.
Y a sabes q Manolo está en Marruecos...mucho sueldo, poca familia y mucho prestigio profesional pero él es muy feliz así.La q se come el coco soy yo...no sé, hagas lo q hagas siempre pensarás q la otra opción era mejor. Te llamo.
ResponderEliminarOstras pedrín... Pues yo no voy a opinar porque ni estoy en el mercado de trabajo ni soy madre de familia, así que diga lo que diga va a estar mal dicho.
ResponderEliminarAdemás, en el fondo en el fondo no creo que el post lo hayas escrito para nosotros, sino para tí. Eso sí, a mí me surge la pregunta: ¿el puesto en sí mola o no mola? Porque una cosa es el mundo de la tele como cosa abstracta, y otra cosa es si realmente lo que te están ofreciendo te gusta y te llena.
Como no soy nadie para dar consejos... pues no te los doy.. jejeje. Me alegra que la devolución de la renta valga para que puedas pillar la ps3. Qué envidia
ResponderEliminarComo te dicen por ahí, son muchos factores a valorar. Pero en mi opinión el primero es: ¿de verdad te gusta lo que te ofrecen?
ResponderEliminarOtra cosa que pienso es que es posible (o no) que toda la familia salga ganando en felicidad con todo esto, por multitud de razones y a pesar de ciertos inconvenientes, pero yo intentaría no plantearme la cosa en términos de que mis hijos (hipotéticos) me querrían más por tener la última videoconsola o irse de viaje a Eurodisney.
Gracias a todos.
ResponderEliminarEn realidad, no se trata de la última consola o de Eurodisney. Se trata del doble de sueldo, y por tanto, de un mundo de posibilidades: estudiar fuera, cursos de verano, viajes... no sólo es ocio, es cultura (que por mucho que nos vendan, no es gratuita). En realidad, para que nos vamos a engañar, el dinero es dinero y aunque parezca de mala educación hablar de él, es un motivo más que razonable para coger un trabajo.
Estoy tan liado que seguramente he liado el post: el trabajo que tengo ahora (y que llevo ejerciendo unos cuantos años) me gusta. Ese es el problema.
Así entiendo yo tu dilema: Si te quedas con tu curro, lo haces por Tí (tu trabajo actual de gusta). Si te cambias, lo haces por tu Familia (ganarás más dinero para tus hijos).
ResponderEliminarOpinaría que lo que procede es la estrategia del "mal menor": que la parte que pierda no se resienta tanto como para no dejarte vivir con la decisión.
Buenas noches y buena suerte.
Todas esas respuestas las tienes que encontrar tu mismo, la experiencia de los demás nunca es atribuible para nadie, las cosas no funcionan así, ahora lo que tienes que tratar de saber es si deseas ser conservador con lo que tienes, o quieres arriesgar por cambiar tu estado…difícil decisión, pero seguro que encuentras el camino correcto.
ResponderEliminarSuerte.
Caminante, son tus huellas
ResponderEliminarel camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Un abrazo y arriba de ellos
( si sale mal ya cantaremos la saeta al cristo de los gitanos)
Para el estudio de la dimensión económica,quizás contestar a
ResponderEliminarestas preguntas te ayuden a
estimar el riesgo.
Probabilidad de encontar un tarabajo que doble tu salario?
Probabilidad en caso de que salgas escaldado de encontar un tarabajo que iguale tu salario actual?
Probabilidad en caso de que salgas escaldado de encontar un tarabajo que sea un 75% de tu
salario actual?
Lo q dices me ha hecho pensar. He sido tremendamente austera con mis hijos,por principio no se compraba nada fuera de cumples o navidad. Me he ido relajando poco a poco, según iban creciendo y ya estaban educados en "ser" y no en "tener".
ResponderEliminarPero la realidad es q los campamentos, los idiomas, el deporte significan mucho dinero. A veces lo teniamos y a veces nos hemos sacrificado lo indecible para q ellos tuvieran acceso a todas esas oportunidades.
No le des mas vueltas hasta q el lunes hables con ellos despacio.
Antonio, tienes razón. Pueden pasar muchas cosas. Hace cerca de un año estuve muy, muy cerca de conseguir el trabajo de mis sueños: el gabinete de prensa del Teatro Pérez Galdós. No lo conseguí. La persona que accedió a ese puesto era una reputada crítica musical y de cultura de un importante periódico de aquí. Dejó su trabajo y emprendió el trabajo de sus sueños (y de mis sueños). En dos días, un movimiento político interesado la sacó de su puesto y se adjudicó a dedo el puesto. Gracias a Dios, pudo volver al periódico y organizar un escándalo que sigue vigente en la prensa escrita. Si me hubiera pasado a mi, no dudo ni por un momento que no habría podido volver a mi empresa.
ResponderEliminarSe hace camino al andar, pero cualquier movimiento en falso, puede provocar una caida en barrena imparable. Si me voy al nuevo puesto de trabajo y las cosas no salen bien, la realidad del mercado tiene una logística extraña: que fácil es encontrar trabajo cuando estás trabajando y que de díficil es encontrar trabajo cuando estás en paro.
Yo he estado en paro alguna vez (todavía sin hijos) y el problema económico no es tan terrible como el problema mental...
Animo, bichillo
ResponderEliminarJejeje Sergio, te leo y vuelves al punto donde te dejé en enero: nueva oferta de trabajo. La verdad es que con mis 27 años no puedo opinar en nada, pero conociéndote sé que el cambio podría acabar contigo. Cuando hablas de tu "rutina" no es como la de otro cualquiera, realmente amas la línea que sigues.
ResponderEliminarUnos ejemplos para pensar:
1.Mi hermana está ahora mismo en la tele, con contrato temporal por supuesto (mal pagada y trabajando como 3 horas diarias de más no remuneradas) en el programa de un cantante "bienaventurado". El trabajo le gusta pero no es feliz con las condiciones que aplican en la productora.
2. Mi padre, que siempre me sirve de referencia. Hasta hace algunos años trabajó muy duro, haciendo guardias cada 3 noches y con varios trabajos para pagarnos la mejor educación posible y pudiéramos elegir. Ahora que el trabajo está hecho, ha ido dejando trabajos para ganar calidad de vida y empieza a disfrutar de verdad.
Mi opinión es que tienes que elegir por ti, no por tus hijos, porque es tu carrera profesional. Siempre puedes ganar más dinero, trabajar de noche lo que sea, y nadie echa en cara a su padre que no lo haga. Cada uno se adapta con lo que tiene, y los hijos también.
Por otro lado, siempre tienes la famosa "excedencia" a la que podrías acogerte dado tus años trabajados, y así no perder tu actual puesto. Claro que con esos jefes... te deseo lo mejor desde Dublín.
PD: Has sumado los euros aproximados en DVDs que llevas este año???
Muy bueno lo del dinero gastado en DVD este año (golpe bajo, ganázpiro). Por otra parte, has nombrado algo que ni se me había pasado por la cabeza: la excedencia.
ResponderEliminarEh! Convertir tu blog en tu diario personal ayuda a resolver tu vida.
PD: Tengo pendiente hablar del premio pilingui...
Yo me visto en esa disyuntiva un par de veces, pero es cuestion de las prioridades de cada uno. Para mi la calidad del tiempo que paso dedicada a mi entorno y a mi es mas importante que el dinero. Prefiero mil veces la calidad de vida que yo decido que la calidad de vida que me pueda dar el dinero. Al final del dia, por una causa u otra, me voy a quejar lo mismo. Y prefiero quejarme por dinero pero poder decir que en mi vida personal soy feliz y tengo tiempo para lo que me salga de las narices.
ResponderEliminarY lo bien escrito que esta este post.
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