En esta época de corrección política, es raro reconocer que Jayne Mansfield era conocida por sus tetas. Lo sabía el público y lo sabía ella, que se dejaba fotografiar de forma sugerente a la primera de cambio.
Se casó por tercera vez con Mickey Hargitay, un tiparraco que era Mr. Mundo (o algo así). Él era tan musculoso que cuando se hizo un biopic sobre la actriz contrataron al "Gobernator" Arnold Schwarzenegger para hacer su papel.
Mickey acaba de morir dejando una carrera cinematográfica lamentable y divertida a partes iguales: las películas italianas de musculosos tipo "Hércules". Y gracias a él, hoy me acuerdo de Jayne.
Cuenta la historia de Hollywood que Jayne (o Jane, según las películas y la época) murió decapitada en un accidente de tráfico. Su carrera en el séptimo arte estaba prácticamente acabada y su vida se centraba en hacer "bolos" en salas de fiesta. Una de esas noches, su coche se empotró con una especie de tractor. Sus hijos, que dormían en la parte de atrás del coche, sobrevivieron, pero los tres pasajeros de delante murieron de forma inmediata.
Las fotos en la prensa mostraban el coche destrozado y la cabeza de la actriz a un ladito, haciendo leyenda. Pero en el mundo del cine nada es lo que parece, y lo que prometía ser su cabeza era una gran peluca, la que había utilizado horas antes en su espectáculo. En realidad, una pieza del tractor pasó tan cerca de su cabeza que podía haber ocurrido como indica la leyenda. Pero no fue así.
Actriz de relativo talento, Jayne ha sido recordada durante muchos años por su trágico final. A mí sus películas me horripilan, y aunque físicamente tampoco me dice mucho, reconozco que hay algo en sus fotos que me cautiva. Y no estoy hablando de sus tetas.
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