No sé muy bien la razón pero la semana pasada cambié de peluquero. Bueno, si sé la razón: un puñetero nuevo carril para el transporte público hace imposible aparcar en mi peluquería de siempre. Y ya se sabe: los peluqueros desconocidos hablan en un idioma muy extraño y son incapaces de comprender el extraordinario concepto de “no me lo dejes muy corto”.
En fin, que con el pelo tan corto han surgido, de repente, nuevas ideas en mi cabeza. Y mi hija, en un ataque de sinceridad que sólo se puede tener con seis años y mucha cara, me confesó, mirándome a los ojos (que es como duelen más las cosas), “tienes más pelitos blancos que negros”.
Y llevo pensando un par de días en esto.
El tiempo es raro. Cuando uno ve una película es capaz de comprender las elipsis de tiempo. Eso lo hago bien. Pero no comprendo el espacio lineal continuo. Quiero decir, si yo el otro día era el hijo pequeño… y no han existido elipsis temporales, debería seguir siendo el hijo pequeño. Pero resulta que no. Que aunque parezca mentira, la vida se ha abierto paso (como diría Jeff Goldblum en Parque Jurásico) y tengo dos hijos y una magnífica hipoteca.
Y en contra de todo pronóstico (y aunque me siga gustando el cine de superhéroes), estoy envejeciendo. A la velocidad del rayo, dicho sea de paso.
Y he seguido pensando...
...que aunque me guste recordar los años 80, no puedo negar que mi época, la que se marca en la memoria, que muchos cifran en los 8 o 9 primeros años de vida, son los 70. Y de tanto recordar a Sonia Martínez y a Mazinger Z, me he olvidado que soy de la generación que un día no fue al colegio, a ese maldito San Luis de la verja verde a la que me agarraba como un poseso para no entrar, porque Franco había muerto.
De una generación que, con sólo siete u ocho años, iba con corbata al colegio. Afortunadamente, no era una corbata de nudo, sino con un pequeño botoncito detrás del cuello que la dejaba perfectamente colocada. Y de una época en la que, aunque tuviera el pelo rizado, siempre se encontraba la forma para llevar la raya a un lado.
Y, en realidad, todo esto me parece que fue ayer. Cuando hacía el chorra y me reía de los demás con mi grabadora de casette. Me colgaba un magnetófono (que hoy sería frioleramente grande) en el hombro y grababa mi parte de futuras conversaciones. Algo en plan: “Hola, ¿cómo estás?” y tras una pequeña pausa, decía: “Yo bien, gracias por preguntar”.
Cogía el magnetófono y me acercaba a mi padre y ponía la cinta en marcha: “Hola, ¿cómo estás?” y mi padre respondía “Bien, ¿y tú cómo estás?” y mi casette, que seguía rodando, contestaba “Yo bien, gracias por preguntar”. Esta broma, que era siempre graciosa y efectiva, tenía sus problemillas de vez en cuando: “Hola, ¿cómo estás?” “Ya estás haciendo el tonto otra vez” “Yo bien, gracias por preguntar”.
Pero mi hija no me engaña y aunque en el espejo veo unos destellitos en mi pelo, siempre he pensado que era por mi brillo natural. O por mis sospechas fundadas de que soy fluorescente.
Recuerdo los grandes televisores de antaño, que en vez de botoncitos tenían una gran rueda para cambiar de canal, y alguna voz adulta me decía: “No toques la pantalla de la televisión, que pueden salir rayos”. Y encima de la mesa del cuarto de estar no faltaba la página del periódico o un pequeño Teleprograma para tener clara la programación televisiva de la semana (la programación de un solo canal).
Pero mi recuerdo más nostálogico siempre será para el cine. Sobre todo, en mis veranos setenteros en Barcelona, cuando con sólo seis o siete años, mi tía Fina, cinéfila de profesión, me llevaba dos y tres veces por semana al cine. Y allí pude ver las películas de Disney que se iban estrenando, desde “Se nos ha perdido un dinosaurio” hasta “Mi amigo, el fantasma”.
Pero lo mejor, amigos míos, no era
Y he seguido pensando…
… en cosas más cotidianas. En casas con moquetas de colores y en lámparas de cristal naranjas (casi como la de la foto). En el tocadiscos y en la colección de Lilys, que todos leíamos cuando mi hermana no estaba en su habitación. Y en la guitarra que nadie, nunca, supo tocar. En el salón del “Prohibido Pasar” y que mirábamos con asombro, cómo si fuera una parte especial de la casa, cuando se abría para la cena navideña. He pensado en el pueblo de Castilla y en los tres globos. En la gracia de Fofo y en la poca gracia de Fofito. En que Gaby, aunque fuera el serio, me caía mejor que el payaso pintado de blanco con la ceja negra.
He pensado en las Navidades infinitas que he pasado y en la cantidad de cumpleaños vividos: los primeros, con muchas ganas de crecer, y los últimos, sin apenas acordarme de la edad que tengo. No he cumplido cuarenta años aunque poco me queda. Y no creo que se trate de una crisis (que ya la tendré, ¡vaya si la tendré!), sino de enfrentarme con la verdad.
Los destellos, amigos míos, no son lucecitas en la cabeza, que además, suelo destacar por no tener… sino canas bien pintadas.
PD: El otro día, visité el colegio de mi infancia, que está a menos de un kilómetro de mi casa. Me llevé a toda
-“¿Este es tu colegio?” – preguntó mi hija.
-Sí, pero cuando yo era pequeño era mucho más bonito.
- Menos mal, porque ahora es feo, feo…
Y, de verdad, ahora ni siquiera sé si un día fue bonito.
Pues si otro día vuelves a quedarte pensando, no dudes ni un momento en volver a compartir con nosotros tus ideas. Saludos de un lector que te descubrió hace nada con el artículo de "Love Never Dies", pero que con artículos como éste ya es fan acérrimo :)
ResponderEliminarPrecioso.
ResponderEliminarUn saludo cinéfilo.
Maravillosa reflexion.
ResponderEliminarEsto lo imprimo y lo guardo, por si algun dia borran internet.
Creo que tenemos la misma edad y me has llevado en un flashback a mi infancia en un momento. No se si antes las cosas eran fáciles, más sencillas o es que el tiempo lo cubre todo con un velo que así lo parece. Y no te comento nada de los pelos blancos, que llevo con ellos la mitad de mi vida y pienso que son fruto de la experiencia. Un saludo ;)
ResponderEliminarVeo que tú hija te ha tocado la fifra sensible. ¿O acaso se acerca tu cumpleaños? :D
ResponderEliminarMe ha gustado, si señor. Has reflejado mi infancia mejor que el "Cuéntame".
Especialmente el ritual del cine.
Echo de menos esos cines gigantescos con olor a ambientador barato y sonido que venía de detrás de las pantallas. Aún tengo grabado en la memoria cuando fui con mi vecino al cine Apolo siendo un enano a ver King, Kong... la de Jessica Lange, se entiende. O a ver la reposición de Ben Hur por Semana Santa en el cine Pathé.
Incluso los nombres eran más sugerentes: Rialto, Alcázar Superama, Emperador, Goya (en este vi mi primera película en un cine).
Ahora todos llevan la palabra Center o Multi metida en alguna parte.
Cuando voy por Madrid me gusta ir al cine Callao (que nombre más sugerente para un cine) que todavía tiene esta estética. Hasta el acomodador de cuando fui a ver Sweeney Todd parecía de los 70.
Odio los multicines con microsalas. Ahora no huelen a moqueta. Huelen a plástico recalentado.
Ah, y no te preocupes por la canas. Yo también las tengo. Y como yo digo... si Richar Gere liga con ellas, ¿por qué yo no?
Qué tiempos... ¡Mooooooooooooviiiiiereecord!!!!!
Que nostalgico te me has puesto!! yo cumplo los 4-0 en marzo... pero canas, ¿que es eso? en mi casa a nadie les sale canas hasta pasada la cincuentena! Pero tenog mu claro que en vez de engancharme de nuevo al tinte me compro una peluca!!
ResponderEliminarMuchas gracias a Quim por sus comentarios.
ResponderEliminarY Julio, me he reído de lo lindo con lo de Callao. Los cines de antes eran auténticos palacios. Un señor que yo conocía, dueño de un cine de esos de pueblo, de toda la vida, me contó una vez lo que mató a la sala de cine: ¿el video? ¿la tele? ¡No! La gente dejó de ir al cine en masa con la aparición de la bombona de butano. En el momento que se podía controlar facilmente la temperatura en casa, se acabó lo de pasar la tarde en el cine.
Siempre me ha parecido un comentario algo exagerado, aunque en alguna ola de calor, he ido expresamente al Corte Inglés a dar un paseo...
Una vez más impagables.
ResponderEliminarMe has tocado también la fibra sensible.
Yo soy la privilegiada que compartió todo eso contigo (incluidos los Lilys grrr). Y la guitarra que nunca aprendí a tocar y que durante años me miró acusadora desde una esquina de mi cuarto, justo delante del poster de John Travolta a tamaño natural.
ResponderEliminar¿Cómo te puedes acordar de la lámpara de cristal naranja? Esa lámpara subía y bajaba del techo.
Un recuerdo para la tía Pino, Honey, los caramelos de mora, el Spectrum, las fiestas del club, Vicente y Rosa, las cintas de Eugenio, Soli, Son Rapinya y Es Trenc, ah y que te aprendías cada día una linea de El Quijote, convencido de que algún día lo recitarías de memoria entero.
También me acuerdo del mono que se coló un día en casa, y a nuestro perro hubo que inyectarle un tranquilizante para que no le diera un pasmo. ¡Vaya historia!
Y por las canas no te agobies, somos de cana temprana, y yo hace años que tengo muchísimas. Canosos pero increiblemente atractivos. Es de familia.
buffffff Sergio, casi me haces llorar;la vida es una película con el peor final posible. Hasta que se cierre el telón hay que encuadrar la vida en primerísimo primer plano.....cómo tu bien haces!; tu sigue acumulado canas, viendo cine, musicales y derramando estusiasmo y que el resto lo veamos!.....
ResponderEliminarBah! El Quijote no tiene trucos para mi. Cada día una línea y, por lo menos, me se entera la primera página.
ResponderEliminarLo más triste es que, en mi juventud de copas, recitaba esa página y a la gente le encantaba. También recitaba aquello de "Cuando me lo contaron, sentí una hoja de acero en las entrañas..."
El pasado está ahí, como un dedo acusador...
Has conseguido que me vaya a la cama con lagrimitas de nostalgia.
ResponderEliminar¿te acuerdas que nos quitaron Heidi el día que se murió Franco? Pero a la semana siguiente pusieron ¡DOS episodios seguidos!
Bsssssssssss
Cloti
YO nací después de la muerte de Franco, pero en los 70, y guardo un recuerdo bastante nítido al menos del último año de ella. Y sí, he vivido mucho de lo que cuentas (lo de la grabadora no, pero es muy buena esa historia, porque te imagino llevándola acabo con el aspecto actual, que es el único que he conocido XD).
ResponderEliminarAhhh, esos cines, y ese olor que siempre me gustó, aunque fuera a viejo y a humedades, y también a ambientador barato. Y los crujidos de madera al pisar y al sentarte. Y movierecord turu tut tut tut tut turú. QUé descripción más exacta.
No te preocupes por lo de las canas, hombre, que tampoco se ven tantas, y mira que yo siempre te veo desde arriba :D
Veo que has tenido uno de esos "bajones" que tenemos cuando echamos la mirada hacia atrás y ves todo el camino recorrido de nuestra vida.
ResponderEliminarY has dicho un par de verdades absolutas: Una es aquella cortina inmensa (que nunca se llegó ha lavar) en los cines y sólo se abría al inicar la sesión.... y la otra y más dolorosa, es para aquellos que teniamos (aún lo tengo pero con más canas) el pelo rizado, y conseguiamos sin los productos de cosmética la raya a un lado.
Ánimo, que mañana será otro día y seguro que todo lo verás con ojos renovados.
Al final me has dejado pensando a mí... Vaya.
ResponderEliminarMuy bonito y emotivo. Me parece que como yo, le das mucho a la cabeza...
ResponderEliminarLa memoria no es mas que una manera de inventar, pero es la unica que tenemos. Los recuerdos como pasaba en las grandes esperanzas de cuaron, no tienen por que ser verdad pero siempre son ciertos.
ResponderEliminarYo naci en el 75, franco aun no se habia muerto, pero le quedaban tres dias como aquel que dice.
Creci con dos cadenas, con la radio, mi madre escuchaba a luis del olmo cuando estaba en la cope y aun recuerdo mi extrañeza cuando paso a onda cero y ya no hacia el angelus (yo creia que era un seccion del programa) con las conversaciones de los mayores, de tus primos, de tus hermanos, con los ciclos de la primera y la segunda cadena, con sabado cine, con sabadabada, con la bola de cristal, con espinete, con caponata, con la cometa blanca, con maria luisa seco e isabel tenaille, con mercedes mila cuando aun no habia perdido la chaveta, con tola, con carmen maura antes de ser chica almodovar. Con la edad de oro que siempre me parecio un programa de marcianos, con tocata, con rockopop, con el aunbabulubabalambambu, con el cine de media noche, oyendo hablar a los mayores del imperio de los sentidos en susurros o del ultimo tango, Con los especiales de martes y trece (gracias a dios no existian cruz y raya) con el un dos tres de mayra, con los numeros musicales de las azafatas, con ruperta, botilde el chollo y el antichollo, con las botibotas, con las mujeres en bikini sentadas sobre un renault 5 al final del programa...
Sin embargo si algo me ha marcado de verdad en mi vida ha sido el cine.
A diez minutos de la casa de mi abuela estaba el cine regio, con los años acabo reconvertido en multisala y despues desaparecio. Hoy dia es un bloque de viviendas bastante feo.
Casi todas las semanas ibamos alli a las matinales o a las sesiones de tarde, con el tiempo en ese cine vi entre otras muchas 101 dalmatas, simbad y la princesa, furia de titanes, e.t., desafio total, dracula de bram stoker...
En esa epoca los cines tenian personalidad, casi todo olia a pelicula de kubrick setentera, se habian quedado anclados en una extraña decoracion que seguia siendo muy psicodelica y estampada.
En el cine se hacia cola en las taquillas, y al entran en la sala uno se sentia pequeño frente a esa inmesidad blanca.
Al cine se iba a que te contaran historias...luego llego el video, la primera en comprar uno fue mi tia mari carmen y recuerdo especialmente dos peliculas que me marcaron en aquel betamax y que hoy en dia siguen siendo de mis peliculas favoritas.
Alien y La ventana indiscreta.
Alien la recuerdo por que creiamos que era del espacio en plan bicos verdes y tiros pero no ,no esperabamos que fuera a salir el bicho del estomago de jhon hurt... imaginad la escena de unos 10 niños saliendo despavoridos como posesos por toda la casa dando gritos cuando el alien hace su aparicion estelar en la comida... durante años no pude ver la peli, me daba pavor. Al final la vi una noche en la segunda cadena y ripley paso a ser parte de mi vida casi tanto como mi colegio, mi barrio o mi casa.
La ventana indiscreta es diferente, mi tia la habia alquilado y tenia que devolverla esa tarde o si no le pondrian multa asi que decidio ponerla. No recuerdo que edad tendria supongo que menos de 10 pero en aquel momento se que me enamore de hitchcok, la pelicula me fascino de principio a fin, todos mis primos se acabaron yendo y sin embargo yo segui alli hasta el final sufriendo por ese escayolado fisgon que acaba tirado por una ventana...entonces yo no sabia quien era hitchcock y años mas tarde lo conoci, lo ame y lo venere. Y fue precisamente unos 10 años despues en un ciclo de la priemra cadena (los martes por la noche) en el que emitieron casi toda su filmografia que descubri que aquella pelicula que me fascino de pqueño era la ventana indiscreta la obra mestra entre las obras maestras del extraño ingles.
Entonces de repente un dia empezaron a desaparecer los cines que habias conocido de pequeño. Ya no estaban se reconvertian en multisalas, en bingos, en solares...y aunque uno seguia yendo a sentirse pequeño frente a la inmensidad blanca de la pantalla, esa inmensidad cada vez se hizo mas pequeña y en algunos casos minuscula.
ResponderEliminary uno crecia y pasaba del instituto a la universidad y de ahi a trabajar y a pesar de todo, de las canas que aparecen de que los niños al preguntarte la hora te digan señor...a pesar de todo cuando volvemos al cine seguimos siendo los que eramos, los que no hemos dejado de ser, una panda de credulos dispuestos a pensar que la luz reflejada en una pantalla blanca puede ser mas vida que la vida real.
En mi caso y en el de mucha gente que conozco, el video nunca mato al cine, solo añadio mas posibilidades de ver peliculas, igual que el dvd o la pirateria, jamas me han quitado las ganas de ir al cine. Quizas por que pertenezco a esa generacion que vivio los ultimos coletazos del esplendor de las salas de cine.
Para mi no hay placer mas grande que el de ver una pelicula en una pantalla enorme y que la pelicula consiga que te olvides de donde estas, de quien eres, y de donde vienes, que durante dos horas tu vida se detenga por que estas viviendo otra vida y que cuando todo termina, esa vida de mas, esas vidas de mas, te acompañen de para siempre.
la dos ultimas pelicula que vi en un cine de los antiguos, justo la semana en que cerraba, fueron es esa joya llamada horriblemente en españa olvidate de mi! y una semana antes la joven de la perla fue en el cine astoria, con su entrada de madera, sus butacas azules de tela y su pantalla bigger than life...el cine olia a humedad, la pantalla tenia pequeños rotos y las butacas estaban medio destrozadas del tiempo, pero seguia siendo el astoria, con su enorme sala, sus telones azules a los laterales de la pantalla, su anfiteatro, su ambigu...
por ultima vez entre al cine y me sobrecogi al pasar la cortina que daba acceso a la sala, sabia que seria la ultima vez.
Mi acompañante y yo buscamos unos asientos bien situados, la sala estaba vacia asi que no costo mucho, nos sentamos y me entretuve un rato mirando la altura del techo, las dimensiones de la pantalla las peliculas que habia visto alli y acto seguido pense que hacerse viejo es una mierda.
Hola,..... ah, estooooo... perdone.
ResponderEliminarCreo que me he equivocado. Buscaba los comentarios, ¿puede indicarme como se sale de este blog...? :DDDD
Se me ha encalambrado el dedo de hacer scroll :DDDDD
Como siempre, magnífico Anónimo...
ResponderEliminarMuchas gracias a todos.
perdon por el rollo que solte ayer... llevo dos dias con amigdalitis y a veces me dan delirios con la fiebre...
ResponderEliminarAnónimo tranquilo, a ti, la fiebre te sienta muy requetebien.
ResponderEliminarVaya, a ver si te va a pasar como a Phoebe, la de Friends, que cantaba mejor cuando estaba resfriada.
ResponderEliminarO a Jackie Chan en no sé qué película que necesitaba estar borracho para pelear mejor.
En cualquier caso ¡que te mejores!.
Nunca comenté en este blog, hasta hoy; siempre me limité a leer. Pero, esta vez, no puedo menos que asomarme para decirte: gracias.
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