Soy voyeur, o más español, soy mirón. Creo que educado, pero mirón. Si voy en metro, por la calle, por donde sea, me encanta mirar a la gente, me gusta ver que es lo que hacen, escuchar lo que dicen... Soy lo más cercano a un cotilla que hay, pero sin preguntar cosas.
Quiero decir, los límites entre una cosa y otra están más claros de lo que parece: como voyeur, mirar es un acto íntimo, es la gracia de ver sin ser visto. Y he tenido experiencias dignas de película que me han proporcionado un extraño placer.
Quiero decir, los límites entre una cosa y otra están más claros de lo que parece: como voyeur, mirar es un acto íntimo, es la gracia de ver sin ser visto. Y he tenido experiencias dignas de película que me han proporcionado un extraño placer.
Y desde hace unos meses, estoy experimentando un extraño fenómeno: cuando salgo a fotografiar por las noches a la gente que está de fiesta, puedo mirar todo lo que quiero sin ningún tipo de problemas. Y es que la cámara de fotos es un escudo de miradas.
Si voy sin cámara y fijo la mirada en alguna persona, o disimulas o se produce un extraño mal rollo. Pero con la cámara, puedo fijar la vista en una persona durante largo rato y no pasa nada... porque deducen que estás buscando una foto. Es más, en muchas ocasiones descubro que se ríen y hacen señas, como diciendo "sí, ven y sácame una foto".
La rutina me hace pasear por los locales viendo todo lo imaginable. Llega un momento que conozco los personajes al dedillo: el ejecutivo que busca ligue, la pareja temblorosa que todavía no se ha dado el primer beso, la divorciada entradita en kilos que busca con la mirada, el tipo que persigue al fotógrafo porque quiere salir sí o sí en el periódico del sábado y sobre todo, el chaval que intenta ligar desesperadamente con quien sea y siempre vuelve solo a casa. Disfruto con ese panorama.
La capacidad que tiene la cámara de esconder mi realidad (poder fijar la mirada sobre alguien sin parecer un enfermo degenerado y obseso sexual) me sorprende. En realidad, es igual que los tipos que se confiesan cosas íntimas en un taxi, como si no hubiera nadie al volante escuchando.
Y todo esto, ha venido a cuento por una exposición de fotos sobre la que he leído hoy: Exposed. Tiene buena pinta. Viendo una de las fotos, como no, he terminado leyendo sobre Greta Garbo.
No es ninguna novedad: a todo el mundo le gusta Greta Garbo, con ese aire de superioridad, con esa elegancia y esa belleza... y por supuesto, el mito, la retirada antes de tiempo y todo ese rollo. Pero en contra de lo que yo creía, hay cientos, miles de fotos de la Garbo retirada. Incluso en el año de su muerte, 1.990, existen decenas de instantáneas. Peor incluso, hay fotos de la actriz nadando desnuda (amigos míos, ni las busquen, tiene más de 80 años en esas fotos).
Y es que, leyendo un poco por Internet, descubro que la Garbo seguía acudiendo a eventos y tenía una vida social muy desarrollada. Lo único que no hacía era hablar con la prensa e intentaba salir a la calle siempre con gafas de sol y por supuesto, con su cabello blanco, sin teñir.
Para una mujer que se pasó la vida escondiéndose de todo, escapando siempre por la puerta trasera, la simple idea de pasar desapercibida era un sueño inalcanzable. Una vez decidió conceder una entrevista, pero ella misma se fue arrepintiendo por el camino al encuentro con su interlocutor. Cuando se sentó delante del periodista, este dijo: "Yo me pregunto..." y ella se levantó y diciendo "¿Para que preguntarse?" se marcho por la puerta del local.
En esta página tienen bastantes fotos de la Garbo: aquí. En algunas de los años 80 sale extremadamente guapa (como la primera foto del post), siempre enigmática. Y en otras fotografías, es una mujer con la que me podría cruzar por la calle y no me habría dado cuenta, jamás, de que he estado en presencia de una auténtica estrella de cine.
Yo jamás lo habría podido expresar mejor. La cámara es el mejor antídoto de los tímidos como yo. Con ella en la mano inicio conversaciones con desconocidos que de otra manera sería incapaz.
ResponderEliminarPues a mí con la cámara me sigue dando corte y no me da la sensación de que la gente se deje fotografiar por las buenas. Veo que la gente lo hace, pero a mí no me pasa.
ResponderEliminarun elogio al miron en toda regla...
ResponderEliminarTodos somos LB Jefferies y todos nos encanta mirar. No hay mayor obra maestra sobre el miron y los mecanismos de la ficcion que La ventana indiscreta.
Jugar a ser un dios del olimpo que observa sin ser visto, que conoce sin que le conozcan...
No se si eso le pasara a todo el mundo pero a los que somos espectadores de nacimiento es algo que no podemos evitar.
Respeto a la garbo siempre tuvo ese aire de distancia, tragico y glacial tan fascinante y sin embargo casi todo el mundo que la conocio dice que era una persona cercana y mundana en el mejor sentido.
Que alguien voluntariamente decida dejar su vida siempre causa extrañeza y las respuestas siempre son peores que las incognitas. ¿Por que explicarse tantos años despues? Su decision me parece la correcta y la mas inteligente.
En el caso de la garbo creo que su mejor metodo de esconderse fue ese, no hacerlo en absoluto.
Vígila que no te confundan con un paparazzi y te hagan una nueva cara a la cámara y a ti.... y no por ese orden.
ResponderEliminarSaludos.
Supongo que el tamaño de la cámara SI importa. Si vas con un teléfono móvil sacando fotos, no sé, puede haber mosqueos... pero si vas con tremendo objetivo y una cámara colgada al cuello... todo cambia.
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